No siempre las aguas del Rin a su paso por Basilea fueron limpias. En 1986 el incendio de la química Sandoz derivó en un vertido de dioxina que mató a miles de peces y tiñó de rojo sangre sus aguas. Décadas después, el río recuperado vuelve a ser parte de la vida de los basilienses quienes disfrutan de las incontables playas fluviales y se bañan en su cauce pese a las fuertes corrientes. La fuerza del agua es tal que los pequeños ferris sin motor que lo atraviesan lo hacen sujetos a un cable de acero. Es una atracción que por algo más de dos euros disfrutan los turistas ya que sus habitantes prefieren la extensa red de tranvías como método de transporte.

Muelles y contendores conviven con cruceros, barcos de transporte de mercancías o de paseo. Las empresas siguen activas en las orillas del Rin en las que no faltan terrazas de verano, restaurantes, jardines, parques o rutas para bicicletas que se extienden por las calles de toda la ciudad. Las viviendas de esta zona de la capital de la arquitectura evidencian la calidad de vida de la que disfrutan evitando la ostentación.

En la ciudad hay 300 fuentes de agua potable en las que está permitido bañarse. Los márgenes del Rin bautizan a sus orillas como Gran Basilea y Pequeña Basilea, donde se encuentra la zona más alternativa / A. VIRI

El skyline perfila sobre el cielo de Basilea grúas permanentes  y humeantes chimeneas compartiendo espacio con las cúpulas de iglesias que, tras la reforma luterana, abrazaron el protestantismo .A pie de calle resulta agradable adentrarse por estrechas callejuelas que rematan en jardines y realizar el mismo recorrido que, cruzando la muralla, hacían desde Francia las mercancías hasta el mercado situado a las orillas de Rin. Hoy la Marketplaz es un buen lugar para tomar el pulso de la ciudad y, mejor aún, para darse un respiro y comer en alguno de los pequeños locales de comida. Mientras se desciende por la calle Spalenberg pasamos por su particular paseo de las estrellas y la perenne tienda de Navidad.

Industria química o farmacéutica y cultura museística son los remos que impulsan, más allá del Rin, la economía y el nombre de Basilea. Roche, con sus torres blancas diseñadas por Herzog & de Meuron visibles a km de distancia , y Novartis con su mediático campus y museo dan empleo a miles de personas; hasta 30.000 llegan diariamente desde las fronterizas Francia o Alemania para trabajar en distintas compañías. Sin embargo, escuchar hablar en español no resulta nada extraño. Ambas firmas están ubicadas en la denominada Gran Basilea y son, además de sedes empresariales, anticipo de la importancia que la arquitectura moderna, el arte y la cultura tienen en la ciudad.

Con sus 205 y 178 metros de altura respectivamente, las torres Roche son las más altas de Suiza y uno de los edificios más sostenibles del mundo / A. VIRI

La ciudad más cultural de Suiza cuenta con hasta 40 museos para todos los gustos y de todos los tamaños. El más pequeño, el Hoosesagg museum, o museo de bolsillo, es una pequeña vitrina que ocupa la parte alta de la puerta de una vivienda particular por lo que pasa desapercibido entre las calles del casco antiguo. Todo lo contrario es el Kuntsmuseum o museo de Arte, con más de 300.000 piezas de artistas como Chillida, Dalí, Picasso, Cézanne, Monet o Rembrandt, distribuidas en tres edificios ,dos de ellos conectados interiormente, lo que constituye la colección de arte público más grande del país y le sitúa entre los mejores a nivel mundial.

Radicalmente distinto es el contenido de Novartis Pavillon al que acuden profesionales del área fármaco sanitaria o simplemente aquellos a los que atrae el mundo de la arquitectura. Su forma de nido invertido, pantalla diaria de un espectáculo de luces en cada puesta de sol, es reconocible en la distancia. Por el inmenso campus de la farmacéutica se puede pasear y descansar entre edificios y esculturas de Frank Ghery o Richard Serra.

El Campus es un "museo al aire libre" con 20 edificios de arquitectos de renombre; la mitad de ellos ganadores del Premio Pritzker. En la foto, el edificio diseñado por Frank Gehry / A. VIRI

La propuesta museística más atrevida es visitar dos museos en dos paísesSuiza y Alemania. Un paseo de unos cinco km salteado con coloridas obras de arte en un verde paisaje, conecta Fondation Beyeler, en Suiza, con el museo Vitra, ya en territorio alemán.

La Fundación Beyeler está ubicado en el centro de unos preciosos jardines en un edificio al que hay que prestar tanta atención como a los Picassos o Giacomettis que se exponen de manera permanente. Sencillamente, magnífico contemplar obras en salas iluminadas con luz natural y sorprendentes los eventos y representaciones paralelas que se organizan. La visita al Vitra puede estimarse en tres horas, aunque en realidad el recorrido por el campus con edificios como el de la antigua estación de bomberos, hoy sin uso, diseñada por Zaha Hadid, puede demorarse toda una jornada. En el Vitra Desing, diseñado por Frank Gehry, se exponen trabajos de diseño industrial, muebles y arquitectura.

Museos de todo tipo en edificios que previamente fueron conventos, almacenes de sal o cualquier otra cosa pueblan Basilea que goza del privilegio de poder disfrutar de una ciudad con la sensación de vivir en el campo.

Ciudad tranquila, ecológica. Destilan arte y cultura cada calle, cada travesía en las que se han ubicado más de 300 fuentes, muchas con la figura de un basilisco de las que emerge agua. Hay que visitar la catedral, el edificio mas representativo que se vio seriamente afectado por el terremoto de 1356. Bajo su tejado policromado está enterrado el humanista Erasmo de Rotterdam, quien viajó a la ciudad para imprimir la traducción de la biblia.

Casi 500 años tardó en construirse. La plaza que la rodea es punto de encuentro de los basilienses y de celebraciones durante todo el año / A. VIRI

Tan roja como su fachada es la del ayuntamiento, a la vez sede del Gobierno y del Parlamento, que se puede visitar en un recorrido de media hora previa reserva en la oficina de turismo. El Rathaus, ayuntamiento, fue construido una vez que Suiza entró en la Confederación Helvética y se fue levantando de manera progresiva entre los años 1501 y 1901. Es una visita imprescindible en el corazón del casco Viejo de Basilea.

Los coloridos murales, frescos y esculturas atraen todas las miradas / A. VIRI

La decana de las universidades suizas, y una de las más antiguas del mundo, está en Basilea. Pero la creatividad, la imaginación se desborda en el Carnaval de Basilea, incluido en la lista de patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO. Durante tres intensos días, exactamente a las 4 de la madrugada del lunes siguiente al Miércoles de Ceniza, se apagan las luces, suenan las campañas de la Iglesia de San Martin, y comienza la fiesta que tiene cierta similitud con los carnavales de Cádiz. Disfraces, música se aúnan a la crítica social o política cantada y hecha en verso en el dialecto propio de Basilea. El aspecto más lúdico de la ciudad, que ha cedido sus paredes a grafiteros nacionales e internacionales, se percibe en los murales y fachadas a los que han dado vida y color estos artistas. Localizarlos es, a veces, un juego laberíntico, nada sencillo pese a que muchos están distribuidos por el casco antiguo.

Uno de los más coloridos y populares es el de las estrellas de rock que se encuentra en el pasaje Gerbergässlein. Se trata de un encargo hecho por el bar que está justo enfrente / A. VIRI

 

Precios

Cruzar el Rin en ferry dos francos.

Paseo en barco, 50 minutos, 20 francos.

Café seis francos, cerveza 10, litro de agua con gas 11, aperol 12.

Comer y dormir

Hotel Hyperion situado en el área de la Feria, que cobra especial protagonismo cada mes de junio, está magníficamente comunicado por tranvía con el centro de la ciudad, a la que se llega andando en 15 minutos.

Restaurante Heritage, a 100 metros del hotel Hyperion, sirve comida internacional en un agradable ambiente.

Restaurante Le Rhin Bleu. En la misma orilla del Rin. El comedor, con vistas espectaculares, es una plataforma sobre las aguas. Comida mediterránea, raciones generosas, buena presentación y pese a lo que pudiera parecer, precio ajustado para los estándares suizos.

Restaurante Löwenzorn. Cocina tradicional en clásicos salones de coloridas vidrieras.

Restaurante Don Camillo. Lo que fue una antigua fábrica de cerveza es ahora sede de distintos espacios creativos y un restaurante con cocina creativa en un ambiente alternativo. Su terraza es un lujo en los días de verano.

Curiosidades

Los alojamientos facilitan la Baselcard, que permite viajar gratuitamente en el trasporte público e importantes descuentos en las entradas a museos, teatro o alquiler de bicicletas.

Las galletas Basler Läckerli se elaboran en Basilea desde el siglo XVIII. Desde su escaparate se puede ver el minucioso proceso de envasado. También se puede visitar la fábrica.