Salpicado por la lluvia, acariciado por el sol o mecido por el viento transcurre el Douro en Portugal, un río seductor acostumbrado a besar sin despedirse viñas lusas en su largo y fructífero trayecto. Tras haber siso abierto en canal por las quillas de centenares de barcos que lo navegan, el rio de oro se abandona y cede generosamente sus aguas al Atlántico, satisfecho tras comprobar que no ha sido necesario detenerse para que cada ocaso el sol lo haya bendecido con destellos hipnóticos.

El paisaje incendia los sentidos sin que las aguas del Douro puedan apagarlos / A. VIRI null

En sus escalonadas terrazas de viñedos, construidas por trabajadores gallegos a primeros del siglo XIX, las vides se abrazan para reflejarse en el recorrido de unas aguas en las que, respetuosas con la variedad, parece residir la pócima mágica que facilita al viñedo el tránsito del color verde al ocre, rojo, granate o amarillo.

Poco parece importar el color a los racimos de uva que, ansiosos por transformarse en vino, se disputan un espacio entre las parras dejando a la vista limbos y peciolos. Sólo entonces, cuando ya sean vino, las laderas del Alto Douro, declaradas en 2001 paisaje cultural por la UNESCO, mostrarán su desnudez sin temer la llegada del invierno.

Inmensos carteles, con el nombre de la bodega, horadan alguna de las bancadas en las que se asientan los viñedos para recordar que las uvas tienen dueño / A. VIRI null

Quedarse y admirarlo una y otra vez. Un mes y el siguiente. Esperar pacientemente al cambio de humor del río o de vestimenta en las viñas y hacerlo con una copa de vino mientras el horizonte termina en la otra orilla en la que crecen viñedos hermanos. Ser parte de un paisaje, integrarse en él. Disfrutar de la importancia de los silencios, del vacío, del infinito.

"Vino color de día/vino color de noche/vino con pies de púrpura sangre de topacio/vino estrellado hijo de la tierra/vino liso como una espada de oro/suave como un desordenado terciopelo/vino encaracolado y suspendido, amoroso, marino/ nunca has cabido en una copa, en un canto, en un hombre/coral, gregario eres, y cuando menos, mutuo", decía Neruda quien nunca conoció Ventozelo, una inmensa finca vitícola de 400 hectáreas cultivada en la edad media por monjes cistercienses y hoy convertida en una Quinta con vistas excepcionales.

Es, además de una de las más extensas de la región, una de las más antiguas en el Douro, a cuya orilla comenzó a desarrollarse aunque terminó extendiéndose ladera arriba para hacer de la capilla dedicada a Nuestra Senhora de los Placeres el epicentro.

En la "eira", junto a la capilla se secaban los cereales, fundamentalmente el trigo, un cultivo poco frecuente en la zona y que demuestra la valía de la quinta / A. VIRI null

Los años de abandono por los que pasó la finca han quedado en el olvido, pero obligaron a su propietario, Granvinhos, a un millonario desembolso para poner en el mapa un hotel de apenas 29 habitaciones distribuidas en los distintos edificios de la finca, que han sido restaurados. Toda una apuesta enoturística de altísima calidad en la que prima y se practica la sostenibilidad.

Si un año, en las hectáreas dedicadas a frutales hay excedente de, digamos, naranjas se intercambian por un producto que ofrezca otro vecino; fresas, higos, naranjas, manzanas o melocotones se convierten en postres en el restaurante o en mermelada en la cocina; se guisa con el aceite que producen sus olivos, unos 5.000 litros; las verduras incluidas en el menú proceden, en un 90%, de la huerta y con hierbas aromáticas elaboran las infusiones que se pueden endulzar con la miel de sus colmenas.

El restaurante Cantina de Ventozelo ocupa  el lugar en el que antiguamente se servían las comidas a los trabajadores. El establecimiento, abierto también para quienes no se alojen en el hotel, respeta rigurosamente la estacionalidad de los productos y propone maridajes con sus vinos / A. VIRI null

Quedarse en Ventozelo no es estar encerrado ya que las rutas de senderismo entre viñas son casi tan infinitas como parecen ser las variedades de uva. Ventozelo, incluido entre los mejores hoteles del mundo en experiencias gastronómicas, cultiva más de 70 aunque tras haber restructurado 40 hectáreas, apenas la mitad las destina al vino. Setecientos cincuenta mil litros se produjeron el pasado año, 500.00 de mesa y 250.000 de vino de Porto obtenido de añadir a aquel aguardiente durante el periodo de fermentación.

Libertad total para pasear por los senderos de distinta dificultad y perfectamente señalizados, libertad para hacerlo en jeep, para navegar en el barco que sale de su pequeño puerto, muy cerca de La Casa Grande, libertad para visitar el centro de interpretación, para descansar en las distintas áreas diseñadas a tal fin, para adentrarte en la Mercearia, la tienda, buscando un regalo que llevar a tu regreso, para disfrutar de cada uno de los espacios recreados manteniendo la esencia de las tradicionales granjas durianas.

Libertad para sumarse a las catas de un vino que, debido a las condiciones únicas en las que crecen las viñas, tiene marcada personalidad. Libertad para degustarlos en un pícnic servido a la orilla del río, convirtiéndolo en una experiencia inigualable.

El centro de interpretación es uno de los edificios principales en el que se muestra la historia de la región. Los propios vendimiadores, al regreso de las viñas, pisaban la uva descalzos para evitar que la rotura de las pepitas tranmitiese amargor a los caldos. La última ocasión que se pisó la uva de manera tradicional en la Quinta fue en 2020, en plena pandemia que atrapó a Ventozelo recién inaugurado / A. VIRI null

 

El tiempo se para. Las manecillas del reloj reniegan de su obligación de avanzar porque están convencidas de que si el agua es vida, el vino es alegría. Y poesía. "Un vaso de vino entre las flores/ bebo solo, sin amigo que me acompañe/Levanto el vaso e invito a la luna/ con ella y con mi sombra seremos tres", glosaba el poeta chino Li Po allá por el año 700.

Desde el borde de la piscina se divisa en la distancia Everdosa do Douro, una población de apenas 1.500 habitantes, a la que pertenece Quinta Ventozelo / A. VIRI null

 

El enorme potencial de la propiedad ha sido elevado por Carlo Santelmo, el arquitecto y Cristina Caiano, la interiorista que, sabiamente, incluso ha decorado la Cantina con antigüedades halladas en la propiedad.