Nos emocionó a todos con 'Libro de Familia', una novela autobiográfica donde narró un trágico episodio que marcó de forma definitiva su vida, el accidente de coche en el que perdió la vida su padre unas horas después de conocer que iba a convertirse en padre. Su autor, Galder Reguera (Bilbao, 1975), regresa ahora con 'Vida y Obra', donde vuelve a indagar en la ausencia de la figura paterna, en este caso de forma voluntaria, ya que el protagonista de esta historia y su madre son abandonados por el progenitor, que decide dejar el domicilio familiar para hacer despegar su carrera literaria en Barcelona.
La literatura se erige así como un personaje más, una especie de antagonista que separa a padre e hijo y rompe la familia. Una capacidad poco explorada en la literatura, donde normalmente aparece como nexo de unión y entendimiento entre personas.
Estos dos temas, familia y literatura, forman parte indisoluble del universo del escritor vasco, filósofo de formación, que deja claro que no es autor de un único éxito, sino que está conformando una bibliografía honesta y coherente con su forma de pensar y estar en el mundo.
-¿Cuál fue el germen que ha dado origen a esta nueva novela, 'Vida y Obra'?
-Quería volver a la ficción de adultos e hice un primer intento de escribir una novela que no tenía nada que ver con las cosas que yo escribo, pero me di cuenta de que intentando escribir aquello estaba intentando ser un escritor que no soy. Así que me planteé otra vez la idea de la relación padre e hijo con un padre ausente, lo cual determina su forma de ser. Al fin y al cabo, las personas a las que intentas anular de tu mundo son las que más te influyen.
-En este caso se da la coincidencia de que el padre es escritor, como usted...
-Sí. Me apetecía enfocar esta idea desde el mundo de la cultura. A los escritores, creadores o artistas se nos ve muchas veces como personas con una visión privilegiada del mundo. A los escritores, creadores o artistas se nos ve muchas veces como personas con una visión privilegiada del mundo. Y me interesaba mucho mostrar la historia de un escritor, que llega a ser un gran escritor, pero que es un nefasto padre, pero además hablo de que el compromiso que algunos creadores dicen tener con las artes, en el fondo esconde un privilegio, porque para dedicarse a ello su contexto se tiene que hacer cargo de los hijos, las tareas, etc.
-Y, después del éxito que obtuvo con ‘Libro de familia’, ¿ha sentido mayor presión a la hora de escribir ‘Vida y obra’?
-Tenía miedo a las reacciones ante esta nueva novela, pues todos sufrimos en mayor o menor medida el síndrome del impostor. Incluso los días previos a su lanzamiento llegué a soñar que el Heraldo de Aragón sacaba una crítica súper negativa del libro, pero la realidad es que estoy contento porque las críticas han sido buenas y me ha hecho mucha ilusión ver que se me considera un escritor. Y yo, que siempre he tenido mucho respeto a la literatura así que estar ahí me parece un sueño.
-Un sueño que se ha hecho realidad...
-Sí, pero no obstante, no me considero un escritor con una visión profesional de su actividad, sino que cuando termino un libro y empiezo a pensar en el siguiente a veces pienso incluso en no escribir en un tiempo. Lo que pasa es que a mí me gusta contar historias y de repente ves un gesto o ves algo que genera un germen y me apetece volver a escribir.
-¿Y en el caso de 'Vida y Obra' qué fue lo que le impulsó a escribirla?
‘Vida y obra’ es un libro trabajado desde dentro de la editorial, pero con la autopresión de intentar demostrar que no era un autor de un solo libro, que es algo que puede interpretarse así cuando publicas una historia personal que te ha pasado a ti, porque luego surge la duda de qué más puedes contar. Al mismo tiempo me daba un poco de miedo que a los lectores que habían leído ‘Libro de familia’ sólo les interesase mi historia real, pero me ha pasado que la gente lo ha entendido como un libro que sí que tiene mucho que ver con el anterior.
-¿Guarda buen recuerdo de 'Libro de Familia' tras dejarlo reposar en su estantería?
-Todo lo que me pasó con ‘Libro de familia’ fue súper bonito. Los lectores aún me siguen escribiendo y es un libro que a la gente le ha llegado mucho. Cuando lo terminé y lo mandé, me encontré de repente con grandes editoriales que se acercaron inmediatamente a mí, que es algo que no suele pasar. Y fichar por SeixBarral y ver mi nombre en una de sus portadas fue algo que no soñaba que un día pudiera pasar.
La pena es que estalló la pandemia y las ventas no fueron las que pudieron haber sido pues el recorrido del libro se cortó y tuvimos que cortar la promo, pero todo lo que me pasó fue bueno.
La familia y la literatura como epicentro
-Nuevamente aparece en su obra el universo de la familia.
-Sí. Y muchas veces detrás de un niño que sufre un rechazo por parte de sus padres, unos abuelos, unos tíos o unos vecinos que lo acogen. Me interesan mucho las relaciones de los padres con los hijos y trato de observarlas. Generalmente veo dos tipos de actitudes. Una es la agradecida, la de los padres que les decimos a los niños que son un milagro en nuestra vida, que con ellos todo tiene sentido, y el otro extremo es el reproche, el de decirles que molestan y que por ellos son muchas las cosas que no pueden hacer.
-En ‘Vida y Obra’ los conflictos que surgen entre padre e hijo se vertebran a través de Unai, que fue abandonado por su progenitor cuando era niño. ¿Qué consecuencias tiene este episodio en su desarrollo?
-La felicidad depende mucho de la mirada del otro. Tal y como decía el filósofo Emmanuel Lévinas, nosotros somos la mirada de los demás sobre nosotros. Y en esta novela hay una gran parte en la que quería hablar de la soledad de un niño abandonado, que es la soledad más triste que hay, y una segunda parte sobre la idealización de su padre, que no está, y su necesidad de búsqueda.
Por otro lado, yo, que soy padre de dos niños, soy consciente de que hay un miedo muy profundo en los padres de mi generación a cómo mis actos van a determinar cómo van a ser mis hijos y tenemos que hacerlo todo perfecto, mientras que antes no eran tan conscientemente padres como los padres de nuestra generación. Un día le pregunté a mi madre cómo hizo para criarnos y respondió: “no dando tantas vueltas a las cosas”.
-La literatura cobra protagonismo en esta historia como un elemento que puede unir pero también separar…
-Sí porque el libro puede ser una barrera, como un biombo. Te puedes poner detrás de un libro para esconderte, pero también puede servir para compartir. Es curioso es que el momento de leerle a tu hijo un libro cuando va a dormir no se identifica con la literatura, cuando es pura literatura.
-En su día a día como gestor cultural y responsable de actividades de la Fundación Athletic Club demuestra que la literatura no está reñida con el fútbol, ¿por qué cree que persiste este prejuicio?
-Se entienden como ámbitos opuestos, pues el ámbito del fútbol se ve como un mundo poco reflexivo, propio de 'brutotes', pero creo que en los últimos años eso ha cambiado muchísimo. Es cierto que también te encuentras reticencias en algunos clubes que siguen pensando que todo lo que sea ir más allá del día a día del partido no tiene interés y también hay un rechazo del mundo de la cultura a todo lo que tenga que ver con el fútbol. A Valdano, por ejemplo, le tenían mucha manía porque era campeón en el campo y además escribía bien, por lo que había un punto de envidia...