Praia da Fábrica, es el nombre oficial de la playa, aunque todos la conozcan como Playa de Cacela Velha
Entre aguas calientes y el cementerio de anclas de Portugal: de Monte Gordo a Tavira
Aquí se encuentra la playa con el agua más caliente del país luso porque las aguas del Mediterráneo se acercan a esta costa por el Estrecho de Gibraltar
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No, no hablamos de balnearios, spas ni de geiseres. En la localidad de Monte Gordo, a un paso de Ayamonte, se encuentra la playa con el agua más caliente del país luso. Son las aguas que, desde el Mediterráneo, se acercan a esta costa por el Estrecho de Gibraltar.
Una característica que se añade a la ausencia de olas y a la protección que brindan los pinares de la Mata Nacional de las dunas de Vila Real, lo que ha contribuido a que esta pequeña localidad se haya convertido en punto de interés turístico.
Algunos de quienes disfrutan de catorce kilómetros de fina arena dorada —los que hay desde Vila Real a Cacela Velha y atraviesan Monte Gordo— son los atletas que acuden a prepararse al estadio de Vila Real, pero se alojan en Monte Gordo, donde se reserva un espacio de playa para las barcas de pescadores siempre que no están faenando.
Las barcas confirman la tradición pesquera de Monte Gordo. Actualmente, el número de pescadores sea drásticamente inferior al de anteriores generaciones
Cientos de hamacas y sombrillas se agolpan en esta playa “ escoltada ” por bares y restaurantes
Sin duda, la principal atracción de Monte Gordo es la playa; la de la Cacela Velha, las vistas sobre la Ría Formosa y la de Vila Real —una población que surgió después de que una ola ocasionada por el terremoto de Lisboa engullera el pequeño núcleo de pescadores de San Antonio de Arenilla—, la Plaza del Marqués de Pombal, alma de la ciudad junto con el Paseo Marítimo, donde pescadores de Ayamonte y Vila Real apostan sus cañas con la esperanza de pescar una de las grandes doradas que viven en el Estuario del Guadiana.
La historia de Vila Real arranca en 1775. El trazado de las calles, en forma de cuadrícula, evidencian el diseño en base al gusto y criterios de la ilustración
Pescar, pasear o, sencillamente, sentarse en un banco para ver pasar los yates o el trasiego del ferry que une Vila Real con Ayamonte
Vila Real fue expandiéndose hasta convertirse en lo que hoy es: un destino tranquilo que se mira en las aguas del Guadiana, ese río que aparece y desaparece, provocando que el refranero español diga del que da muchas vueltas.
No hay que darlas para llegar desde Monte Gordo, a tres kilómetros, una caminata a pie de unos cuarenta minutos. Más exigente es la GR 15: la Gran Ruta del Guadiana se inicia aquí y continúa durante 65 kilómetros, hasta llegar a Alcautim.
Una de las primeras paradas del trail es Castro Marín, lo que permite ver sus salinas. Aunque el recorrido de la Gran ruta concluya en Alcautím, desde aquí, se pueden completar 135 kilómetros de los Caminos del Guadiana.
En cuanto a Cacela Velha, es apenas un pequeño y privilegiado caserío con una iglesia dedicada a la Virgen de la Asunción, levantada en 1583 y de la que, tras el terremoto de Lisboa, solo pudo salvarse la fachada renacentista.
A su lado, la fortaleza que, en el siglo XVIII, se erigió sobre las ruinas de un castillo moro y que no puede visitarse porque la ocupa la Guardia Nacional. Son los puntos que permiten las mejores vistas sobre la Ría Formosa.
Praia da Fábrica, es el nombre oficial de la playa, aunque todos la conozcan como Playa de Cacela Velha
Es un error limitar el tiempo de visita a Cacela Velha y no acceder a la playa, de aguas poco profundas, bajando por las escalinatas que llevan hasta el arenal en el que proliferan las chumberas
Muy pocas personas viven en Cacela Velha, pero se conservan algunas de las casas en las que estuvo la fábrica de ladrillos, que da nombre a la playa. Se dice que una de ellas pertenece a un hijo de Picasso y otra a la esposa de John Kerry.
En todo caso, acabado el verano, con la vuelta a sus hogares de los visitantes, el municipio conformado por estas tres pequeñas poblaciones –—Monte Gordo, Vila Real de Santo Antonio y Cacela Velha— no supera los diez mil habitantes.
A apenas quince minutos de distancia, el municipio de Tavira brinda, como la propia localidad, paisajes increíbles. Un ejemplo son las salinas de Forte do Rato, parte de la reserva natural de Ría Formosa. Del Fuerte, construido sin mucho éxito en el siglo XVI como estrategia defensiva, solo quedan los restos. El área atrae a diversas aves, como flamencos y cigüeñuelas, a las que se puede ver buscando alimentos en las peculiares salinas de color rosado.
El tono rosado que, en determinadas épocas del año, se aprecia en las salinas se debe a la presencia de un alga —dunaliella salina— que, combinada con las bacterias y gran concentración de sal, da origen a esa infrecuente coloración
Otra de las imágenes más curiosas es el cementerio de anclas, de la preciosísima Playa de Barril, en Santa Lucía. Buscando las aguas tranquilas y transparentes, hasta la playa se llega caminando a través de las dunas o en un trenecito que recorre el kilómetro que separa la pasarela de Pedras d’El Rei del arenal. Las antiguas casas de los pescadores, a la entrada, hoy se han convertido en restaurantes, tiendas y cafeterías siempre ocupadas.
Más de doscientas de anclas reposan oxidadas en la arena en la que, hasta su desaparición en los años sesenta, varaban los atuneros
El pequeño convoy, hoy turístico, servía hace setenta años para transportar suministros a los pescadores y llevar el atún al pueblo
Tavira, que abre el paso a la Ilha de Tavira —excursión obligada que ha de hacerse en barco—, es un curioso lugar en el que la expresión portuguesa de “cerrar capillas”, puede no significar ir de bar en bar, sino visitar, una tras otra la veintena de iglesias que tiene esta población que no alcanza los treinta mil habitantes.
Muchas son y algunas están faltas de conservación, pero en la era de los Descubrimientos, llegó a haber treinta siete iglesias y conventos. La mejor manera de disfrutar Tavira es dejarse llevar por el instinto, caminar sin rumbo por sus calles en cuesta, admirar las fachadas de azulejos, tomar una bica en un bar o probar pulpo en un restaurante, pero, una pequeña selección de puntos destacados podría incluir el Puente Romano sobre el río Gilão que confluye en la Plaza de la República, alguna iglesia como la de Santa María do Castelo y el propio Castillo.
El puente era parte de una calzada romana que unía Casteo Marim y Faro
Desde las ruinas de este antiguo castillo morisco se obtiene la mejor panorámica de la ciudad
Junto al Castillo, la iglesia se levantó en el siglo XIII sobre los restos de una mezquita. Fue reconstruida tras el terremoto de Lisboa
Alojamiento
En Monte Gordo, municipio de Vila Real de Santo Antonio, The Prime Energize. Un moderno hotel de cuatro estrellas en el que además de tener acceso a sauna, piscinas, gimnasio y spa, se puede tomar una bicicleta en préstamo o alquilar bicis eléctricas o de montaña, como parte de una experiencia deportiva amplia, alguna incluida en la tarifa. Desde el propio Bike Center se sugieren recorridos y pueden reservarse distintas excursiones y actividades, en recepción.
Con la playa a pocos metros, su piscina interior —también tiene otra exterior en la terraza, donde disfrutar de un cóctel o un tentempié en el rooftop bar— es un buen refugio en días de calor extremo.
El hotel, de 64 habitaciones y 41 suites, abrió en 2018 con un enfoque de vida saludable. Ofrece tanto alojamiento y desayuno como media y pensión completa
En Conceição, municipio de Tavira: Quinta dos Perfumes, una casa rural que hasta los años setenta fue una fábrica de perfumes.
En una finca de cuarenta hectáreas, las instalaciones, que carecen de restaurante, están rodeadas de árboles frutales de todo tipo: naranjos, limones, granados, mangos, plátanos, uvas, entre los que se puede pasear a pie o en bicicleta como hace la fauna local, principalmente liebres, perdices y conejos.
Aunque la playa más cercana –—Cabanas— está a dos kilómetros, la piscina del hotel, abierto en 2013, es de agua salada. Situado junto a cuatro campos de golf, los caminos del hotel confluyen tanto con la eco-vía como con una de las rutas del Camino de Santiago.
Diecisiete habitaciones sencillas y agradables, gestionadas por personal siempre atento a las necesidades del cliente
Comer
En Monte Gordo, Cabanas o Tavira, lo que sobran son opciones. Nuestra recomendación, a escasos 300 metros de la playa se Monte Gordo, es el Restaurante Fuel.
El chef Chakall, un peculiar argentino que ha recorrido medio mundo antes de decantarse por Monte Gordo, basa su menú en la dieta mediterránea, jugando con la fusión. Se come a la carta con productos del Algarve, sean carne, verdura o pescado.
