Las espadas siguen en alto, pero en los últimos días el clima ha mejorado algo en la negociación entre el grupo Celsa y sus acreedores. Las presiones tanto institucionales y políticas como de la parte laboral en favor de la continuidad del proyecto industrial han forzado un cambio de tono en las conversaciones entre el grupo catalán y los fondos de inversión que lidera Deutsche Bank, que mantienen los contactos abiertos con la esperanza de tener los deberes hechos para que primero la Sepi y luego el consejo de ministros puedan dar luz verde al rescate antes de que termine junio. Todo ello con el visto bueno de Bruselas, que sigue de cerca la operación.
Quedan por tanto unos días para tener cerrado un acuerdo que permita activar el rescate millonario y evitar la quiebra de uno de los grupos siderúrgicos más importantes de España y con peso también en Euskadi. Celsa cuenta con Nervacero, en Trapagaran, y con la antigua Laminaciones Arregui, con dos pequeñas factorías en Vitoria y Urbina. Fuentes de la compañía catalana no cierran la puerta a que el acuerdo pueda estar listo para este próximo martes, pero todo apunta a que no va a ser así y la cuestión quedará pendiente para el último consejo de ministros del mes. La fecha del 28 de junio se antoja así como el límite para que el Ejecutivo de Pedro Sánchez autorice a desembolsar los 550 millones de euros solicitados por la firma catalana, ya que el día 30 termina el plazo concedido por Bruselas para prestar ayudas vinculadas a la crisis del covid.
Antes hace falta que el consejo de la Sepi dé su visto bueno al acuerdo con los acreedores y que la Comisión Europea no ponga pegas a la operación. En ese sentido ha trascendido que los asesores de Celsa estudian programar la ayuda en dos tramos inferiores a 250 millones de euros, con un montante global a la cifra inicial, de forma que ninguno de los dos préstamos tenga que recibir el aval oficial de Europa. Así se esquiva un requisito que, dado lo apurado de los plazos, supondría otra traba más para llegar con todos los papeles en orden al consejo de ministros del día 28.
El hecho de negociar a contrarreloj no ayuda hasta el punto de que consumir una jornada más sin un acercamiento claro aviva aun más el nerviosismo de las dos partes. Tras el cruce de reproches del pasado lunes, Celsa y los fondos de inversión (además del banco alemán figuran entre los acreedores Cross Ocean Partners, Goldman Sachs y SVP Global) han abierto un escenario de diálogo y, desde entonces, hay contactos todos los días en busca de una solución. Fuentes próximas a la negociación señalan que los mensajes en favor de la continuidad industrial de distintos gobiernos autonómicos, entre ellos el de Iñigo Urkullu, incluso la intervención del propio Pedro Sánchez, que según Bloomberg habría llamado directamente al director de Deutsche Bank Christian Sewing, habrían forzado una suavización de la postura del bloque acreedor, lo que ha permitido que al menos las partes se mantengan sentadas a la mesa.
Como se recordará, la gran pretensión de los acreedores es lograr hacerse con un porcentaje relevente de la propiedad de Celsa, hasta un 49%, a cambio de renunciar a parte de la deuda. El visto bueno de los fondos es necesario para materializar un rescate que tiene por objetivo precisamente sanear la abultada deuda de la firma de la familia Rubiralta, superior a 2.000 millones de euros, y facilitar su viabilidad financiera.
Sin ruido en la calle
Esa rebaja de la tensión ha obligado a los trabajadores también a un hacer un giro de cintura. Si a finales de la semana pasada comenzaban movilizaciones en apoyo a Celsa y pidiendo a los fondos que rebajaran sus pretensiones, estos días la situación es diferente. El mensaje que se transmite desde la firma de Barcelona a los comités de las principales plantas como Nervacero, con 350 trabajadores, es de tranquilidad o, al menos, de que es mejor esperar acontecimientos antes que seguir apostando por la vía de la pancarta.
En ese sentido en el seno de CCOO y UGT se estaba gestando una convocatoria de protesta de todas las plantillas del grupo para el pasado martes en Madrid, que finalmente fue anulada precisamente ante esa disposición a rebajar tensiones por parte de los fondos, un guante que fue recogido por la familia Rubiralta. Ambas partes han decidido blindar el proceso de injerencias externas y la información que trasciende es mínima, un detalle que indica precisamente que hay voluntad de que llevar el barco a buen puerto.
Nervacero se juega mucho estos días ya que es una de las fábricas que ha estado en discusión dentro del grupo en los últimos años. La paralización de la inyección pública millonaria encendió todas las alarmas en Trapagaran, que debe además este año renovar su convenio. Quedan por delante diez jornadas de incertidumbre antes de conocer cuál es el destino final del grupo catalán y, con él, de una de las siderurgias clave de Euskadi.