El grupo Lucart ha optado finalmente por empezar a aplicar en agosto el ERTE que tenía sobre la mesa desde primavera a una parte de la plantilla, en concreto a la parte de producción de la histórica papelera de Aranguren. Los elevados precios del gas llevan a tomar la decisión de bajar el ritmo de fabricación de bobina madre para centrarse principalmente en abastecer a la fábrica de 'converting' del grupo en Artziniega adelgazando la parte que se destina a otros fabricantes y a otras plantas dentro de la compañía italiana.

Como avanzó Crónica Vasca esta era una de las opciones que venía cobrando fuerza a lo largo del mes de julio y finalmente se ha optado por parar la papelera una semana de agosto. El ERTE acordado con la parte social permite una suspensión de hasta 21 días por trimestre y no ha sido hasta el mes de agosto cuando ha tenido una incidencia real unos pocos días, quedando por tanto margen de sobra en caso de que la empresa tenga que maniobrar en esa dirección los próximos meses. El propio director general Luciano López señalaba en julio que el ERTE se reservaba como última baza en caso de que los números no diesen más de sí a cuenta del gas.

Y en esa tesitura límite se manejan ya algunas de las grandes firmas vascas del sector del papel como es el caso de Lucart. El fabricante italiano de productos de papel para uso profesional (papel higiénico, toallitas secamanos o jabones) hizo una apuesta en firme por hacerse con los activos de la antigua CEL en 2018 y el proyecto ha navegado con paso firme los últimos años, incluso se ha salvado bien la pandemia, pero la factura del gas empieza a ser inasumible.

La multinacional con sede en Porcari, en la región de Toscana, es uno de los líderes del sector en Europa y ha llevado a cabo las inversiones comprometidas (20 millones de euros) cuando aterrizó en Euskadi con la puesta en marcha de dos nuevas líneas de transformación en Artziniega, la última el verano pasado. La papelera de Aranguren, por su parte, con un importante pasado a sus espaldas y uno de los ejes históricos de la economía de la zona, queda como productora de papel materia prima por un lado para abastecer a Artziniega y, la parte que no absorbe la factoría alavesa, se envía a otras plantas del grupo y a otras empresas.

lucart

Más incertidumbre en septiembre

Recién iniciado septiembre todas las industrias de gran consumo miran al otoño con preocupación intentando priorizar aquellas partes del negocio de mayor rentabilidad para poder renunciar a una parte de la factura energética. El hecho es que acerías, papeleras o productoras de vidrio coinciden en aventurar nuevos encarecimientos de los costes los próximos meses y, vistos los precedentes, ninguna quiere anticipar antes de tiempo un efecto balsámico en las medidas impulsadas por el Gobierno vasco.

En el caso de Lucart, que ya hizo paradas puntuales el pasado invierno por los costes energéticos, apuntaba en julio a un sobrecoste mensual por el gas de un millón de euros, que se iría hasta cerca del millón y medio si se suma la factura eléctrica. Una escalada que no cubren ni de lejos las ayudas públicas activadas por las administraciones públicas. Y en ese contexto ha habido que establecer prioridades y ralentizar el ritmo de la papelera de Enkarterri, con algo más de un centenar de trabajadores (de un total de 240 con que cuenta el grupo en Euskadi).

La hoja de ruta actual, que como en toda la gran industria está sujeta a una modificación semanal, casi diaria, pasa por asegurar el suministro a Artziniega y reducir lo que se envía a otras plantas porque así no sale rentable vender. Entre los objetivos del grupo a largo plazo figura lograr precisamente que la planta de 'converting' alavesa sea capaz de asumir una cuota cada vez mayor de lo que sale de Aranguren ya que el mercado presenta buena acogida del producto acabado, con una meta de 30.000 toneladas de producto para 2022 frente a las 6.000 con que se arrancó en 2018 (cifras que no incluyen la bobina madre de Aranguren que se exporta).

Lucart factura en Euskadi 70 millones de euros y mantiene su satisfacción con el rendimiento de las instalaciones vascas, entre las que ha cobrado pleno protagonismo la de Artziniega. La antigua factoría de Güeñes, en su caso, ha pasado a funcionar como almacén tras el traslado de la maquinaria a la planta alavesa.