2023 debe ser un año clave en la recuperación de los terrenos de La Naval. El cambio de piel del histórico astillero que pilota la belga VGP avanza a buen ritmo aunque, por la complejidad y amplitud de la operación, es más que probable que el regreso de la actividad económica a la enorme parcela de Sestao no se produzca, como pronto, hasta el año que viene. Antes de este próximo verano concluirán las labores de demolición y descontaminación del suelo para abrir a partir de ahí la urbanización y construcción de las nuevas instalaciones que dotarán de una nueva vida al astillero con protagonismo para la construcción y reparación naval y la energía renovable.
Va a ser un proceso de maduración largo que tiene por delante muchas incógnitas por despejar. La más relevante tiene que ver con la identidad de los nuevos inquilinos de la parcela, ya que en función de qué empresas se instalen finalmente junto a la ría se puede valorar la magnitud y garantías de los nuevos proyectos que van a brotar. Pero antes hay otra cuestión importante que resolver y es el uso que se va a dar al patrimonio protegido por el Gobierno vasco y que, pese a su valor histórico, aspira a poder ser útil a esas nuevas empresas en su día a día.
"Proteger el patrimonio industrial solo tiene sentido si es para darle luego un uso", señala Jabi Puertas desde la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial, agente clave para la protección de un puñado de grúas, diques y pabellones del astillero. Y pone Puertas ejemplos de viejas empresas históricas cuyo esqueleto quedó protegido pero, con el paso del tiempo, se han ido abandonando. Por eso desde esta asociación se pone mucho énfasis en el valor que, más allá del histórico, pueden aportar estas estructuras a las empresas que aterricen en La Naval.
Las cuatro grúas que quedarán en pie, de menor tamaño que las que están siendo derribadas estos últimos meses y ubicadas en la esquina más próxima a Bilbao, están en buen estado y podrían ser utilizadas para diversas actividades navales, igual que los diques y pabellones que no se van a tocar por las excavadoras. Incluso la centenaria pasarela de hormigón que conecta las instalaciones del astillero con el viejo núcleo urbano de Sestao podría ser utilizada de nuevo, señala Puertas, que recuerda que se trata de uno de los primeros puentes de este tipo de hormigón que se construyeron en Euskadi.
Este mismo decreto que preserva esos vestigios testigos del pasado grandioso de La Naval pone condiciones a las empresas que quieran instalarse dentro del perímetro de la parcela de cerca de 300.000 metros cuadrados, declarado Bien de Interés Cultural. Al menos la mitad de las actividades que se desarrollen deben tener perfil industrial, lo que limita el asentamiento de compañías de logística que tanto están proliferando en la zona y que en un principio parecían las principales candidatas.
La propia VGP asegura que tiene intención de que el volumen de actividad industrial sea incluso mayor de ese 51% que establece el decreto y en la búsqueda de esos socios se encuentra en estos momentos tras adjudicarse los terrenos por 36 millones de euros. La firma belga, que lleva este proceso con gran discreción, sí afirma que el número de firmas interesadas es muy alto, incluídas varias del sector marítimo. La puerta a seguir construyendo y reparando barcos, al menos de pequeño tamaño, está abierta. Hay vocación asimismo, según la compañía, de dotar de una nueva vida útil a las infraestructuras y edificios protegidos por el decreto, para lo que hace falta eso sí un proceso de estudio previo para confirmar su buen estado y que la actividad en concreto es viable.
Un trayecto que se recorre de la mano precisamente de uno de los máximos responsables de La Naval en sus últimos años como constructora de grandes buques, Javier Angulo, al que VGP ha designado responsable del País Vasco para pilotar esta labor. Un buen conocedor de las instalaciones que ejerce de nexo, junto a esas grúas y esos pabellones que sobrevivirán a la reforma, entre la primera y la segunda vida de La Naval.