En China son muy suyos, sobre todo dentro del sector tecnológico. La estrategia prima al máximo las empresas de la casa con herramientas de la casa. Por eso lo de Masermic puede llamarse hito. Esta compañía asentada en la localidad guipuzcoana de Medaro, de 35 empleados fijos, dedicada a las renovables y la movilidad eléctrica, ha logrado barrer las resistencias de la segunda potencia mundial a todo lo que venga de Occidente e introducirse en su mercado. Lo ha hecho mediante la puesta en marcha de una planta solar con una novedosa tecnología de diseño y fabricación propios. Y está funcionando tan bien, que ya se ha puesto a gestionar el desarrollo de otras dos.
Todo eso ha pasado en los últimos cinco años. Tiempo suficiente para descubrir la idiosincrasia china. “Estamos hablando de un país con una política muy restrictiva, pero también de un mercado al alza con gente realmente ambiciosa que quiere que su nación avance”, asegura Jesús María Iriondo, director general de Masermic. China gradúa al año 2 millones de ingenieros con hambre de proyectos. Dentro de las empresas tecnológicas está presente la Administración. Y su manera de trabajar es arrasadora. “Son compañías de cientos de miles de empleados. No existen los horarios. La intensidad es continua y son muy insistentes. Preguntan mucho para que ningún fleco quede suelto”. Y aun así, o precisamente por eso, los guipuzcoanos han hecho amigos y clientes.
Antes de captar la atención de China, Masermic y su partner alemán SBP Sonne dedicaron mucho tiempo y esfuerzo a la investigación de una tecnología que permitiera campos de concentración solar más eficientes y competitivos. Según explica Iriondo, “son plantas complejas de hasta tres kilómetros de diámetro, ubicadas por lo general en entornos climatológicos agresivos, mucho frío, mucho calor, mucho viento...”. También exigen una notable inversión económica pero, a diferencia de las fotovoltaicas, almacenam energía. Por eso el gigante asiático ha hecho una apuesta a manos llenas y, si hace falta, es capaz de abrir su cancela a la innovación externa.
Una tecnología innovadora, un reconocimiento inédito
En el centro de estas infraestructuras se sitúa una gran torre y en lo más alto de ésta, un área térmica. Allí llega el aceite frío, que ha de alcanzar los 600 grados mediante la concentración de luz solar para luego bajar por el circuito y seguir el proceso. Ese calentamiento lo realizan los heliostatos, 20.000 robots de media en el caso de un campo de 50 megavatios, con cinco metros de altura y forma cuadrada o rectangular. Hasta que llegaron los guipuzcoanos y alumbraron la tecnología STELIO, confiriéndoles estructura pentagonal. El invento funciona, porque mejora el rendimiento de la planta en un 10%. Sin embargo, los inicios no fueron del todo sencillos.
“Cuando salimos al mercado, era difícil convencer porque este sector es muy conservador”, admite el director general de Masermic. El reconocimiento internacional llegó a partir de varios congresos. “Nos dieron un premio en Sudáfrica y luego otro en China al mejor producto en innovación solar de ese año”. Era la primera vez que se entregaba un galardón de esa categoría a una compañía extranjera. Ahí fue cuando una empresa china, de nombre Hami, se fijó en STELIO “y tuvo la osadía de probar”.
Eso sí, tocó pasar unos cuantos filtros tecnológicos y reuniones antes de ponerse manos a la obra. “En China ponen muchas barreras para introducir elementos que no son suyos. Tuvimos que demostrar que nuestra tecnología era todo un paquete, que si no se aceptaba eso conllevaría años de desarrollo de productos”, recuerda Iriondo. Finalmente, la oferta innovadora de Masermic diluyó renuencias y empezó la acción sobre un área militar en la región de Xinjiang. Era 2018.
La pandemia, oportunidad para innovar
Los trabajos para la puesta en marcha del campo solar se prolongaron dos años. Ingeniería, heliostatos, sistemas de control electrónico, software para controlar el mantenimiento de la planta… Llegó 2020 y, cuando la infraestructura ya estaba lista para arrancar, la pandemia sanitaria lo paró todo. Aunque por poco tiempo. “El Gobierno chino tenía clarísimo que había que seguir adelante”, así que tomó una decisión inédita. “Nos concedió una línea de comunicación directa desde nuestra empresa a la planta solar de forma que pudiéramos acometer la puesta en marcha de forma remota. Y para hacer eso, tuvimos que desarrollar un gemelo digital que simulara la planta”.
Este obstáculo convertido en oportunidad redondeó el hito de Masermic. Ahora, la empresa guipuzcoana oferta campos solares con puesta en marcha y mantenimiento en remoto. “Esto agiliza enormemente el proceso de la planta, la reparación de sistemas, su actualización e innovación. Además, se consigue un coste mucho menor para el cliente”, aplaude Iriondo.
El director general de Masermic repasa la experiencia con satisfacción, y no es para menos. El campo de Xinjiang está funcionando a todo trapo: suministra energía durante 22 horas al día, llega a más de 20.000 hogares y reducirá las emisiones de CO2 en 25.000 toneladas anuales. Además, la empresa guipuzcoana está a punto de cerrar una segunda planta con la misma empresa y anda en conversaciones con otra compañía para una tercera. “También estamos recibiendo llamadas de Emiratos Árabes, Marruecos, Arabia Saudí…”, apuntilla Iriondo. Quién lo diría: del “made in” China al “made in” Euskadi.