Fue en el verano de 2020 cuando Rolls-Royce confirmó su intención de deshacerse de ITP Aero. Tres años después, y a pesar de que la entrada de Indra se da por hecha, todavía no se ha completado formalmente el grupo de socios que darán relevo a la firma británica en el accionariado. El culebrón de ITP, una de las grandes joyas del sector aeronáutico vasco junto a Aernnova, encara ahora sí el último capítulo en el que se descubrirá si, como se espera desde hace meses, la tecnológica participada mayoritariamente por la Sepi entra al fin en escena.
Es cierto que el último año, una vez confirmada la participación en el capital del Gobierno vasco, ha sido un ir y venir de información relativa a Indra, que desde sus cuarteles generales siempre ha evitado pronunciarse sobre el interés en ITP. Y es que es la firma con sede en Zamudio una empresa estratégica no solo para el tejido económico vasco, también cuenta con un peso relevante como proveedor para aviones de Defensa, de ahí que al Gobierno central se le impute un interés en tener un tentáculo en su consejo a través de Indra.
Esa consideración de empresa vital para Euskadi colocó todos los focos sobre Rolls-Royce hace tres años. La compañía británica había completado en 2016, apenas cuatro años atrás, la adquisición del 100% de ITP de manos de Sener, que estuvo detrás de la gestación del fabricante de motores a finales de los años 80. Rolls explicó públicamente el movimiento en su necesidad de paliar sus números rojos en un momento crítico por la pandemia, aunque en privado siempre confirmó su interés en seguir contando con ITP como proveedor preferente.
Y esto último es importante. Rolls enviaba así un mensaje claro a las instituciones vascas y en especial a la consejera Arantxa Tapia: hay un interés en que el nuevo propietario dé continuidad al proyecto industrial. De esta intención, y de la presión de los propios gobiernos vasco y español, brotaba ese compromiso de Bain Capital, el fondo estadounidense convertido en actor principal tras confirmarse como comprador, de incluir a varios compañeros de viaje con fines industriales en el nuevo accionariado.
Un 30% aún cojo
Se sumaban así pronto a ese 30% del capital abierto la guipuzcoana Sapa Placencia, de la familia Aperribay, y JB Capital, de un hijo de Emilio Botín. Desaparecían de la ecuación así posibilidades que sonaban hasta entonces como Sidenor o el regreso de la getxotarra Sener. Más tarde, en octubre del pasado año, el Gobierno vasco confirmaba la adquisición de un 6% de la compañía de Zamudio a través de Finkatuz tras, según indicó Tapia, asegurar la permanencia de la sede y la actividad en Euskadi. Desde entonces, nada más.
Y eso que, casi tres años después de que se colgara el cartel de 'se vende' y dos tras la confirmación de Bain Capital como socio principal, está claro que falta músculo industrial en ese ramillete de acompañantes entre los que solo Sapa cuenta realmente con actividad productiva. Más allá de intereses políticos y de lo que pueda ocurrir tras las elecciones del 23 de julio, no hay duda de que pondría fin a esa cojera la llegada a la fiesta de Indra.
Con todo, ITP hace tiempo que se olvidó de los bailes en el capital y sigue afianzando su expansión y también su apuesta por Euskadi. La compañía que encabezan Carlos Alzola y Juan María Nin anunciaba hace unos meses una inversión de 24 millones de euros en un nuevo centro de innovación en Zamudio y, más recientemente, avanzaba la creación de 400 empleos este año con 250 nuevos puestos de alta cualificación en tres años entre Euskadi y Madrid.