A quién le suena la máxima “cuesta lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal”. Es una de esas consignas que arropan al ser humano desde que salta de la cuna. Aunque, en realidad, no funciona del todo así. Al principio, hacer las cosas bien cuesta un poco más que hacerlas mal. Pero hacerlas mal cuesta mucho más a la larga. El matiz es clave y, además, viene de perlas para definir uno de los conceptos de moda en este siglo de desafíos económicos y crisis climática: la sostenibilidad.
Quienes amamantaron la frase de marras, crecieron y ahora se mueven en el mundillo empresarial no solo saben que esto es así. También procuran predicar con el ejemplo. Y compartirlo, para servir de inspiración, para que la mancha de aceite se extienda, empape organizaciones públicas y privadas, cale en la ciudadanía. Es lo que sucedió esta pasada semana en Vitoria-Gasteiz, gracias a la jornada “Una nueva forma de hacer empresa, una economía sostenible”.
La Alianza Alavesa por el Desarrollo Sostenible organizó el encuentro para dar a conocer, de la mano de sus protagonistas, las buenas prácticas de dos compañías vascas: Gasteiz Courier y el Grupo RPK. La primera reparte mercancía y es una sociedad limitada. La segunda fabrica muelles y funciona como cooperativa. Aparentemente tienen muy poco en común, pero coinciden en lo fundamental: las empresas han sido parte del problema y ahora deben ser parte de la solución.
Cuando se interioriza esa certeza surge gente como Ramón Martín, director de Gasteiz Courier Mensajeros y GLS Virgen Blanca o, como se autopresentó, “emprendedor y empresario en proceso de mejora continua”. Su obsesión, tras 35 años de servicio al territorio alavés, es “ser útil” adelantándose a los acontecimientos. Un ejemplo: durante la pandemia montaron un servicio de recogida de PCR en residencias de ancianos para agilizar su análisis en el hospital y evitar aislamientos innecesarios.
Otro: en noviembre de 2021, cuando los planes municipales de crear una zona de bajas emisiones en el Casco Viejo de Vitoria apenas eran ideas sobre papel, Gasteiz Courier montó la primera agencia de reparto sostenible de toda España en el centro de una ciudad. “Quería erradicar la desigualdad competitiva que iban a tener profesionales liberales, comerciantes… solo por vivir ahí. Y a la vez, seguir contribuyendo a una ciudad amable”, explicó. Desde entonces, el servicio funciona como ecoagencia de reparto y oficina técnica comercial. “En este momento, de los 1.500 códigos postales que hacemos al día, 650 los cubrimos de forma sostenible. Es decir, cuando el Ayuntamiento apruebe la primera zona baja de emisiones, nosotros ya tendremos más”.
Todos los vehículos de GLS Virgen Blanca son limpios y de fabricación local. En el conjunto de Gasteiz Courier, no al completo. Ramón se lamentó de “la falta de cargadores y electrolineras”, con el consiguiente rapapolvo para las instituciones. “No podemos seguir hablando de 2030, 2030 tiene que ser ya”, insistió en varias ocasiones. Su empresa va medioambientalmente por delante, todo lo que puede, de las agendas públicas. Pero sabe que podría ser aún más si se redoblaran esfuerzos.
Donde las cosas solo dependen de su compañía es en la relación con trabajadores, clientes y proveedores. Y ahí quema motores sin complejos. La sostenibilidad empresarial no es solo cuidado del entorno: también pasa por “poner en el centro” de la actividad a todos los eslabones de la cadena. “No tengo rotación de personal porque la gente está a gusto, no aprieto con los presupuestos a los proveedores, invierto en el territorio, al cliente le doy un traje a medida pero siempre protegiendo a mis trabajadores, y genero sinergias con gente que hace las cosas bien”, subrayó.
La “confianza es el mejor indicador de una empresa” y va íntimamente alineada con la sostenibilidad. Otro profesional que lo sabe bien es Sergio Loma, controller del grupo RPK. Esta empresa de ingeniería y fabricación personalizada de componentes, muelles y estampados de alta complejidad es una cooperativa. Eso ya dice muchas cosas: preocupación por generar y mantener empleo de calidad, promocionar un modelo empresarial más participativo y horizontal, atreverse con la innovación, impactar en la sociedad y trabajar la resiliencia. “En 2024 celebramos nuestro aniversario con más de 150 personas socias, 700 trabajadoras, y seis plantas entre Vitoria, Tarragona, Méjico, India y China”.
El glosado de números suena bien, pero allá por 1974 la canción comenzó titubeante. Ese año, 19 emprendedores guipuzcoanos con intuición vieron mercado de alambre en Álava y, empujados por la ola de Mondragon, decidieron organizarse como cooperativa. Hasta mediados de los ochenta, en una España en plena transición, apenas vieron la luz. Era momento de “conseguir sostenibilidad económica”. Lo lograron llegando los noventa, cuando ya el país empezaba a crecer. Entonces se plantearon la internacionalización. Adelanto: el primer intento que no salió bien.
“Un cliente quería montar lo que se hacía en Europa en Méjico y nos pidieron ir de la mano. Montamos la fábrica y de pronto cancelaron el proyecto”, recuerda Sergio. Tuvieron que reinventarse. Esta vez con éxito. “Si tomáramos la decisión de ir de un sitio a otro solo por rentabilidad económica inmediata, diríamos que no”, afirmó Sergio, “pero si no te dejas pelos en la gatera no habrá futuro”.
El modelo cooperativo es así. Quien está dentro asume el compromiso con la sostenibilidad y sus riesgos. “Cuando estamos en época expansiva, hay que hacer esfuerzos. Igual no te puedes ir de vacaciones…”. Y al llegar las vacas flacas, también toca ceder. Durante la pandemia las ventas bajaron un 30%, así que los socios se bajaron el sueldo para que no repercutiera en la plantilla. Esa medida se consensuó, como todas: cada paso que se da en RPK es con el acuerdo de todo el barco. “Una persona, un voto. Vales igual seas el gerente o el último currela que ha entrado”, puntualizó Sergio.
La cooperativa es el modelo empresarial más democrático, pero no todo el mundo se siente preparado para entrar como socio. De hecho, entre los desafíos más inminentes a los que se enfrenta RPK está la captación de talento. “Hay gente a la que le dices que hay que poner dinero para entrar a trabajar y te mira como las vacas al tren. Pero va llegando el relevo generacional y necesitamos ser atractivos”, reconoció Sergio. Por eso, han generado colaboraciones con centros del entorno y al otro lado del Atlántico a través de formadciones, proyectos y prácticas.
Conformarse no es una opción. Tampoco la sostenibilidad social, económica y ambiental. Ya no. “No se puede dejar a nadie atrás, pero tampoco te puedes quedar tú atrás. Si no estás ahí te quedas feura”, señaló Sergio. Y Ramón zanjó: “Al final la sostenibilidad no es cara ni barata, es algo que sale a cuenta. El dinero llega, pero deja de ser el objetivo y se convierte en la consecuencia de hacer bien las cosas”.