La sombra de Vitoria-Gasteiz es alargada, mucho. En apenas 276 kilómetros cuadrados, el 9% de la superficie alavesa, la capital amontona el 77% de los habitantes. Las migajas viven desperdigadas por el resto del territorio, a lo largo de 50 municipios cortados por parecido patrón: una cabecera, la localidad más populosa con servicios esenciales, y puñados de pueblecillos a su alrededor abrazados al silencio.
La radiografía diagnostica, a simple vista, una Álava vacía. Y sin embargo, pese a los desafíos que arrastra semejante desequilibrio, la más desconocida de las tres provincias vascas se está convirtiendo en referencia europea para la activación del mundo rural gracias a proyectos altamente innovadores.
Este mes de marzo, representantes de Galicia y el norte de Portugal han viajado hasta Álava para conocer dos iniciativas que están dando la vuelta al mundo: el centro de experimentación Kuartango Lab y el Valle Salado, ambas de colaboración público-privada y enclavadas en la comarca de Añana. Hace tiempo que la despoblación dejó de ser una crisis silenciosa en esta Eurorregión atlántica para convertirse en una emergencia a la que nadie puede hacer oídos sordos. Por eso, instituciones, empresas y organizaciones de uno y otro lado han decidido emprender un periplo por la UE en busca de inspiración.
La parada en Álava ha sido la primera de la ruta programada dentro del proyecto europeo de cooperación transfonteriza “Paisactivo – Paisajes cortafuegos: activación de espacios rurales para un territorio resiliente”. Los socios españoles son la Agencia Galega de Desarrollo Rural, la Universidad de Santiago de Compostela, la Fundación Juana de Vega y el Ayuntamiento de Monterrey. Del lado portugués participan el CIM de Tâmega e Sousa, el Ayuntamiento de Baião, el Centro de Estudios de Geografía y Ordenación del Territorio (CEGOT) de la Universidad de Oporto y la Dirección General del Territorio de esa área.
En Kuartango Lab y el Valle Salado han estado miembros de todas las entidades. Nadie se quería perder la visita. El objetivo, tanto en este destino como en los que están por llegar, es “descubrir experiencias capaces de incrementar la resiliencia del territorio ante el riesgo de incendio mediante la gestión sostenible de los suelos” e iniciativas disruptivas de repoblación “en la que se involucren todos los actores” habidos y por haber del ecosistema rural.
La gira alavesa arrancó por Kuartango Lab, antiguo balneario de Zuhatzu Kuartango que funciona desde 2021 como centro de experimentación, innovación y emprendimiento. A través del vivero de empresas, los espacios de coworking, las salas polivalentes y el espacio donde se proyecta un coliving, la delegación descubrió el complejo proceso de transformación de estos 5.000 metros cuadrados de superficie en un Valle lleno de desafíos.
Un municipio en riesgo
“Estamos hablando de uno de los principales municipios vascos en riesgo demográfico, con 432 habitantes en 84 kilómetros cuadrados y, a la vez, de un municipio rural que está cerca de la capital, que en los últimos años ha apostado por la digitalización y los nuevos emprendimientos, que empieza a tener más niños, que organiza más actividades culturales que ningún pueblo en Euskadi y que cuenta con una población muy participativa. Todo eso ha ido poniendo los cimientos para abordar este proyecto descomunal y convertirlo en pilar de la estrategia de dinamización del Valle”, explicó Ivan del Caz, director de Rural Citizen y responsable de la dinamización de Kuartango Lab junto a su Ayuntamiento.
Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Desde finales del siglo XIX hasta 1950, el edificio fue un prestigioso balneario de aguas sulfurosas. Luego llegaron los Salesianos y lo reconvirtieron en internado aniquilando el esplendor de antaño. Se marcharon en 1980 y hasta 2014 permaneció sin uso. A partir de ese momento el Consistorio, como propietario del inmueble, inició un proceso de rehabilitación con la intención de acoger proyectos privados compatibles entre sí mediante la figura de cesión de uso. “Pero no fue hasta 2019 cuando empezamos a ver la luz”, matizó Ivan.
Entonces se inició una aventura participativa con la población del Valle que culminó en la necesidad de levantar Kuartango Lab. A partir de ese proceso, la colaboración público-privado, más la inversión de Diputación y Gobierno Vasco, ha sido clave en la agitación del espacio. Según explicó Ivan a la delegación gallega y portuguesa, “ahora mismo tenemos más de una docena de organizaciones instaladas, en los dos últimos años hemos organizado 150 actividades, entre ellas La Gran Kedada Rural con más de 2.300 asistentes, y hemos sido sede del programa de emprendimiento europeo femenino The Break”.
Al trajín de gentes se han ido sumando los reconocimientos. Kuartango Lab ha sido incluido por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico en su listado de ejemplos inspiradores para otros territorios. Además, consta como una de las soluciones más inteligentes impulsadas por pueblos de toda la UE a ojos de la iniciativa Smart Rural 21.
El Valle Salado de Añana
También el Valle Salado de Añana se ha convertido en referencia, en su caso internacional. Clasificado como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, ha logrado preservar un espacio insólito, generar empleo, atraer turismo, dejar huella en la gastronomía y provocar nuevas oportunidades. Los portugueses, que ya habían tomado nota de la “replicabilidad de una fórmula participativa como la de Kuartango Lab” para su territorio, quedaron fascinados nada más desembarcar en este paisaje mágico.
“Hemos disfrutado de uno de los conjuntos arqueológicos, culturales y medioambientales más importantes del mundo. Una antiquísima fábrica de sal con 7.000 años de historia y una de las mejores sales del planeta”, han destacado en sus redes sociales. La delegación recorrió parte de los más de cuatro kilómetros de canalizaciones de madera. Y entre entre manantiales, pozos y terrazas escalonadas de piedra y arcilla, se empapó de “un proyecto único que favorece la resiliencia del territorio mediante la regeneración de los suelos, de sus valores naturales”.
De vuelta a Galicia y al norte de Portugal, representantes de la Eurroregión atlántica ya preparan su próximo viaje. Esta vez será a Ostana, en la provincia italiana de Piamonte. Parada a parada, la idea es identificar experiencias que están funcionando y puedan ser transferibles a sus territorios. Las zonas rurales a ambos lados de la frontera “están sufriendo un progresivo abandono, lo que aumenta su vulnerabilidad a los grandes incendios forestales y crea un riesgo cada vez mayor para los asentamientos humanos”.
El diagnóstico de buenas prácticas irá de la mano de acciones de formación para la dinamización y gestión resiliente del medio rural. También se definirá un nuevo modelo de intervención que incluya “gobernanza multinivel, maximizando las sinergias sociales, productivas y ambientales entre los pueblos y su entorno”. De momento, el proyecto cuenta con más de 1,5 millones de euros de fondo europeos para conseguir resultados. La inspiración, a cuenta de Álava, no tiene precio.