Los accionistas de Tubacex han votado en la última junta a favor de dejar vacío de momento el asiento que libera en el consejo Gema Navarro, pero la puerta queda abierta a una nueva incorporación más adelante. Será José María Aristrain quien tenga la última palabra. "Esto no tiene que ver con la empresa", llegó a afirmar a los periodistas el CEO del fabricante de tubos, Jesús Esmorís, cuestionado por las consecuencias en la compañía del 'baile de sillas'.
Esmorís, más que acostumbrado a dar la cara en situaciones delicadas para la firma alavesa y que acaba de vivir un relevo sorpresa también en la presidencia, quería decir precisamente eso: la gestión del día a día en una industria de este tamaño debe realizarse al margen de las cuestiones personales que mueven ciertas decisiones de sus propietarios. Y qué decir en el caso de José María Aristrain de la Cruz, una de las grandes fortunas de España (es el segundo vasco más rico por detrás de Daniel Maté) y a quien precede la fama de hombre discreto, casi solitario, del que aventurar un movimiento en un sentido u en otro parece misión imposible.
El magnate guipuzcoano, que heredó el imperio de acero de su padre, José María Aristrain Noain, el controvertido empresario que hizo fortuna durante el franquismo con una vida de película, no vive su mejor momento. A esta batalla abierta con su esposa a raíz de su divorcio y que de rebote deja cojo el consejo de una de las principales empresas vascas se suma la reapertura del frente judicial con Hacienda, que hace años que le tiene bajo la lupa por evadir impuestos.
Tras ganar una primera batalla en los tribunales (en la que la Fiscalía pedía hasta 64 años de cárcel por defraudar 211 millones de euros) el industrial guipuzcoano logró doblegar a Hacienda el año pasado de nuevo en la Audiencia de Madrid al no probarse que la compraventa de un inmueble en Madrid se había producido con el objetivo de engañar al fisco. Pero el Supremo acaba de tener en consideración los recursos de Fiscalía y Agencia Tributaria, anula el veredicto y ordena que se repita el juicio en otro tribunal.
Las raíces del imperio
Además de controlar el 11% de Tubacex, de la que es principal accionista, Aristrain tiene entre otras inversiones un pequeño porcentaje del capital del gigante ArcelorMittal, en el que tiene las raíces la fortuna familiar. Tras iniciarse en el negocio de la chatarra, Aristrain Noain montó una pequeña acería en Gipuzkoa que fue ganando dimensión gracias a sus buenas relaciones con el régimen franquista hasta convertirse en un imperio. Un gigante de hierro que pasaría a manos de un joven Aristrain de la Cruz tras el fallecimiento del patriarca mediada la década de los ochenta en un accidente de helicóptero.
La venta del negocio a Aceralia, en la que se integró también el grupo Ucín, daría forma a esa fortuna que Forbes estima ahora en más de 1.000 millones de euros. Y, siempre manteniendo el perfil bajo, Aristrain ha conservado además parte de la propiedad primero de Arcelor y luego de la actual ArcelorMittal, multinacional con sede en Luxemburgo y con una importante implantación en Euskadi. Se estima que el porcentaje que controla ahora el magnate guipuzcoano ronda el 2%, lejos en todo caso de la parte mayoritaria en manos de la familia Mittal.
La obsesión de Aristrain por mantenerse fuera del foco mediático, algo en lo que ha insistido en los últimos años pese a tener que comparecer ante el juez, se traslada a sus negocios. Resulta difícil seguir el rastro de las operaciones realizadas por sus empresas familiares, aunque sí han trascendido algunas inversiones en hoteles y otras empresas industriales fuera de la órbita de la siderurgia principalmente en Andalucía.