Un año después de que los fondos acreedores de la deuda de Celsa se hicieran con el control del grupo por la vía judicial, el pesimismo sigue instalado en la principal planta en Euskadi, Nervacero. Con la producción bajo mínimos, el anuncio de nuevas inversiones abre ahora un hilo de esperanza de cara a poder recuperar competitividad y asegurar la viabilidad de la planta.
Se demandaba desde la plantilla de la fábrica de Trapagaran información respecto al proyecto industrial a los nuevos gestores con Jordi Cazorla a la cabeza y, en una reunión celebrada este jueves, al fin se puede anotar la primera declaración de intenciones en clave positiva.
El paquete de inversiones anunciado a través de una ampliación de capital por los fondos, que rondaría los 80 millones ya el año que viene para las plantas de la división española, podría suponer unos 10 millones de euros para Nervacero si se materializan los planes de la dirección de Traparagan.
Principalmente la inversión, de confirmarse por los nuevos propietarios del grupo, iría a parar a modificaciones para mejorar la eficiencia y la competitividad en el horno de laminación, uno de los grandes debes de la fábrica, así como a otros cambios en la acería.
Un anuncio bienvenido
La comunicación realizada este jueves ha sido lógicamente saludada por los representantes de los trabajadores, que junto a los sindicalistas del resto del grupo venían mostrando su preocupación por "el incumplimiento" de los compromisos adquiridos por los fondos con el Gobierno central cuando asumieron el control de la siderúrgica.
Y es que el futuro de Celsa tiene un fuerte componente político, de hecho cuando se materializó la salida de los Rubiralta se firmó un compromiso temporal de mantenimiento de la actividad y el empleo entre los fondos acreedores y el Gobierno. Aquellos acuerdos, que incluían la venta de un 20% a un socio industrial, están un año después en entredicho.
Precisamente los trabajadores vascos veían en Sidenor, que sonaba como posible comprador de ese 20%, a un potencial aliado para impulsar los negocios de Nervacero y Laminaciones Arregui. Pero el tiempo pasa, la entrada de la acería de José Antonio Jainaga no llega y la sensación es que ante una hipotética 'poda' del negocio si el mercado no remonta las instalaciones de Cataluña y Cantabria (Global Steel Wire) estarían en una mejor posición que las de Euskadi.
Producción mínima
El entramado industrial catalán cuenta con la ventaja de formar parte del corazón del grupo, con sede social en Castellbisbal, mientras que la factoría cántabra tiene a su favor el factor tamaño. Curiosamente, la rivalidad Euskadi-Cantabria se reproduce entre las dos fábricas en ERTE de la propia Sidenor, Azkoitia y Reinosa, planta esta última de la que ha hecho siempre una férrea defensa el Ejecutivo de la comunidad vecina.
En ese complicado contexto la preocupación ha ido creciendo entre la plantilla de los centros de trabajo en Euskadi, que ven ahora una oportunidad en esa ampliación de capital que se aprobará en la próxima junta de accionistas.
Lo cierto es que de momento Nervacero tiene ya algo a lo que agarrarse, al menos una declaración de intenciones, mientras que en el día a día continúa en pleno bache productivo, en ERTE y camino de cerrar otro año bajo mínimos con poco más de 300.000 toneladas de acero, por debajo de la mitad de su capacidad productiva.