El herpes zóster es una enfermedad producida por el virus varicela zóster. Se trata del mismo virus que causa la varicela en la infancia. Expertos como el doctor Rubén Álvarez, especialista de las unidades del dolor en los hospitales Quirónsalud Vitoria y Bizkaia, subrayan la importancia de comprender esta afección.
"Generalmente sin complicaciones, el virus se queda alojado en las raíces nerviosas, para reactivarse meses o años más tarde causando lo que se conoce como herpes zóster", aclara el doctor Álvarez.
La incidencia del herpes zóster en la población general es de 3 ó 4 casos por cada 1.000 habitantes, con un notable aumento a partir de los 50 años y multiplicándose por tres a partir de los 80 años. De hecho, a partir de los 50 años, una de cada tres personas puede padecer herpes zóster, siendo el riesgo aún mayor en pacientes con inmunodepresión o enfermedades crónicas.
Síntomas
Los síntomas suelen comenzar con un dolor intenso en la zona afectada, seguido de la aparición de manchas rojas en la piel que evolucionan a vesículas, principalmente en el tronco, pero también en la zona de la cabeza, lo que ha llevado a su denominación popular de "culebrilla". Una vez que la erupción ha sanado, puede persistir un dolor del nervio, conocido como neuralgia posherpética, en la región de la piel previamente afectada, que puede durar meses o años.
"La manifestación clínica consiste en un dolor ardiente, seguido de unas vesículas o manchas rojas en la piel que pueden convertirse en una cinta o cinturón que rodea al cuerpo; es un dolor muy intenso, como una sensación de quemazón o eléctrica", recuerda el doctor.
Las complicaciones del herpes zóster pueden ser graves e incluir pérdida de visión, audición, vértigos, parálisis facial, así como complicaciones neurológicas y vasculares que pueden desencadenar en ictus. Ante esta realidad, es esencial tomar medidas preventivas para reducir el riesgo de contraer esta enfermedad.
Medidas preventivas
Como respuesta a esta afección, existen tratamientos farmacológicos y técnicas de infiltración cerca de la raíz nerviosa lesionada, que pueden ser eficaces a medio plazo para aliviar los momentos más difíciles de esta dolencia. Los avances médicos y la conciencia pública sobre la prevención pueden marcar la diferencia en la incidencia y el impacto del herpes zóster en la salud pública.
"La vacunación es la forma más efectiva de prevenir el herpes zóster", destaca el doctor Álvarez. Está recomendada a partir de los 50 años en la población general y a partir de los 18 años en pacientes con mayor riesgo, especialmente en personas con trasplante de órganos, infección por VIH, hemopatías malignas, o en tratamiento inmunodepresor, entre otros.
Es importante subrayar que "haber padecido herpes zóster previamente no protege contra futuros episodios, por lo que la vacunación sigue siendo recomendada incluso en este grupo de población", explica el especialista.