Dada su geografía, resulta natural que el País Vasco cuente con una nutrida cultura marinera que se sostiene en los siglos de historia de grandes navegantes que se han hecho a la mar en busca de sustento, aventura o, simplemente, placer.
De igual modo, Euskadi siempre se ha caracterizado por la calidad de sus productos enológicos. Ya sea el vino, el txakolí o la sidra, en cualquiera de las tres provincias es posible empaparse de longevas tradiciones relacionadas con su producción. Pero ¿y cuándo ambos mundos se unen?
El enoturismo y el mar
Como no puede ser de otro modo, en la cultura de un país todo tiende a integrarse y en el caso del mar y la producción de bebidas ocurre lo mismo. Claro que en la actualidad esto puede llevarse al terreno turístico, con el objetivo de que cualquier persona pueda disfrutar de experiencias que le resulten atractivas.
Una de ellas es conocer la primera bodega submarina-arrecife artificial del mundo, situada en la Bahía de Plentzia, en Vizcaya. Y otra es “viajar” por el pasado de la navegación vasca y cómo estaba relacionada con la sidra o con el txakoli.
Vinos bajo el mar
Con más de una década de experiencia en la investigación del vino submarino, la Bodega Crusoe Treasure envejece sus vinos bajo el agua, concretamente en la bahía antes mencionada. Esta práctica que puede resultar extraña para muchos aficionados a la viticultura ofrece, según el equipo de enólogos liderado por Antonio Palacios, una calidad igual o mejor a los vinos habituales.
En este sentido, hay que apuntar que ese mismo grupo de enólogos se encargan de seleccionar los viñedos más singulares y que reflejen al máximo la influencia del mar, ya que solo de ese modo se puede obtener un vino redondo.
De vinos en barco
Así pues, una de las actividades que cualquier persona puede experimentar es hacer una cata en un barco que recorre la zona donde reposan las botellas. Una vez allí se degustan los diferentes productos de la bodega al tiempo que se explica el modo de trabajo que llevan a cabo.
En cuanto a los vinos que envejecen bajo las aguas de la bahía, hay tres: los Sea Soul, que son vinos monovarietales; los Sea Passion (vinos coupage), y los Sea Legend, a los que la propia Crusoe Treasure considera sus tesoros, al ser poco frecuentes y de producción limitada.
Recorriendo el Atlántico
Otra buena experiencia turística pasa por conocer cómo era la caza de ballenas que los marineros vascos realizaban en aguas del Atlántico Norte. Para ello, el plan comienza en el Aquarium de San Sebastián, en el que se explica detalladamente e incluso se puede observar el esqueleto de uno de estos cetáceos.
Y puede continuar en el museo Sagardoetxea, dedicado a la sidra en Euskadi, ya que esta bebida era muy habitual en los barcos que se dirigían ante las costas de Terranova en busca de tan preciadas presas.
¿Qué tiene que ver la sidra y el txakolí?
Son muchas las voces que apuntan a que los navegantes vascos no solían sufrir escorbuto (carencia de vitamina C en alta mar) porque consumían sidra (e incluso txakolí). Al parecer, las vitaminas que quedaban en estas bebidas evitaban que la enfermedad apareciera.
Cabe señalar que también hay quien califica este argumento de incorrecto, ya que la sidra carece de vitamina C, cuya falta era la que provocaba la temible enfermedad. Es más, apuntan a una explicación más sencilla y era que los marineros no pasaban el tiempo suficiente sin tocar tierra (donde alimentaban mejor) como para que se diera el escorbuto.
Litros de sidra
Sea como fuere, lo cierto es que los barcos vascos contaban con grandes cantidades de sidra procedente de la propia tierra. La razón es que se trataba de una bebida más barata que el vino (que solía estar destinado a los oficiales) y que hacía las veces de agua para hidratar a la tripulación.
Así, cada marinero solía beber unos tres vasos de sidra al día en lugar de agua, ya que mantener esta en buenas condiciones de salubridad resultaba harto complicado en aquellos tiempos. Y si el agua estaba en mal estado no solo podía provocar enfermedades en los marineros, sino que se quedaban sin reservas para el resto del viaje, con el peligro que eso suponía.