Nunca un viaje de estudios ha tenido tanta repercusión. El viaje de los estudiantes a Mallorca, que finalmente han tenido que confinarse, y que han incrementado en un buen número el número de contagiados covid, engrosará las páginas del denso libro de la pandemia y desde luego, no va a ser un capítulo del que podamos sentirnos orgullosos prácticamente ninguno.
Lo cierto es que da muchísima vergüenza que con la que ha caído desde hace un año largo y lo que todavía tenemos por delante, el ya famoso viaje de estudios sea el tema más recurrente en la última semana, y el asunto todavía no ha terminado.
La conclusión desde luego analizando el episodio no es que la pandemia no nos haya hecho mejores, es que no hemos aprendido prácticamente nada.
Las imágenes de las chicas y chicos en Mallorca en plena pandemia en un concierto multitudinario sin respetar ninguna medida de seguridad, dan literalmente ganas de llorar y a partir de ahí, los múltiples debates que se han abierto desde diversos frentes merecen cuando menos un mínimo análisis.
La conclusión desde luego analizando el episodio no es que la pandemia no nos haya hecho mejores, es que no hemos aprendido prácticamente nada
Que el viaje se ha gestionado mal desde el punto de vista pandémico, antes, durante y después es más que obvio, y fruto de esa mala gestión general no deja de hablarse de quién o quiénes son los responsable del desaguisado. Como siempre, y esto parece que lo llevamos en el ADN se escucha de todo menos autocrítica, pero hay muchas voces, demasiadas que evitan responsabilizar a los protagonistas: los jóvenes. Lo argumentan diciendo que no hay que estigmatizarlos pero desde luego, también son responsables de lo ocurrido.
Como el tema está dando mucho juego mediático, hemos podido escuchar a alguno de los organizadores del viaje diciendo que era “previsible” que esto ocurriera, ya que cuando tienes a chavales de esta edad encerrados durante tanto tiempo, es inevitable que se junten para divertirse. Pues mire usted, si de verdad era previsible nunca debió organizarlo.
No han faltado tampoco voces de padres y madres defendiendo la causa de sus vástagos. Una madre hablaba en televisión convencida de que su hija confinada en Mallorca, jamás tendría un comportamiento inadecuado, sino que bien al contrario huiría de todo lo que supusiera no respetar las normas. Loable defensa por parte de la madre, pero no nos hagamos trampas en el solitario, cuando el grupo es grande hasta el más inamovible en sus convicciones puede dejarse arrastrar, y no nos olvidemos que son jóvenes con ganas de fiesta.
Estamos hablando de futuros universitarios a los que se les presupone más madurez de la que algunos les quieren reconocer
De todo lo visto y escuchado me quedo sin duda con el escrito de una jefa de estudios de un centro donde hay alumnos contagiados en el viaje, a los que a educadora, lejos de exculpar, les recuerda que iban advertidos de que cuando menos era temerario, y que comportamientos como los que han tenido, dan al traste con todo el trabajo y el esfuerzo que los centros han hecho a lo largo del curso.
Que estamos hablando de futuros universitarios a los que se les presupone más madurez de la que algunos les quieren reconocer, y que en cualquier caso, tienen información más que sobrada para saber lo que se juegan saltándose las normas. Y a partir de ahí hay que dejar de hacer dramas porque a los muchachos se les confine en un hotel, que han muerto millones de personas y esto desgraciadamente todavía no ha terminado.
Ha habido en todo este proceso, muchas cosas que desde luego son criticables y que finalmente está resolviendo la justicia a la que en esta pandemia le ha caído una patata caliente de órdago.
No se trata de estigmatizar a nadie y menos a los jóvenes que mayoritariamente se han comportado de forma ejemplar en toda la pandemia, pero sí de apelar a la corresponsabilidad de todos para salir de esta cuanto antes
Y el tema no es sólo anecdótico, ni mucho menos, hay chavales hospitalizados, uno de ellos desgraciadamente en la UCI, y algún padre contagiado. Además el macrobrote que afecta a un buen número de comunidades, entre otras Euskadi nos está costando dinero que pagamos entre todos. Los cribados masivos no son gratis y los recursos sanitarios no son infinitos. Si los sanitarios están haciendo test no pueden estar vacunando.
No se trata de estigmatizar a nadie y menos a los jóvenes que mayoritariamente se han comportado de forma ejemplar en toda la pandemia, pero sí de apelar a la corresponsabilidad de todos para salir de esta cuanto antes.
Estamos en pleno verano y llegan las NO fiestas, seamos sensatos que nadie quiere entrar de cabeza en la quinta ola.