La pregunta “A qué huelen las nubes? forma parte de la memoria colectiva de una generación, la de quiénes encendíamos la televisión allá por 1999. En ese anuncio, dirigido por Isabel Coixet y protagonizado por una de las actrices del momento, se escenificaba como la utilización de determinadas compresas suponía olvidarse por momentos de las incomodidades de la regla porque ‘te
sentirás limpia, te sentirás bien’.
De alguna manera el anuncio conseguía su triple objetivo: recordar, persuadir e informar. Recordar a las mujeres las sensaciones desagradables que produce la regla, asociadas a la incomodidad, la suciedad e incluso el olor; persuadir de su compra porque gracias a estas compresas nos sentiríamos más limpias, nos sentiríamos mejor; e informar sobre las propiedades del producto, incitándonos así a su compra.
Qué el cambio climático está en agenda es algo indudable, basta con ver la ingente cantidad de información generada estas semanas para ver qué en los medios el tema ha llegado para quedarse
Me he acordado de este anuncio por su capacidad de concreción y su éxito en el mensaje, precisamente estos días cuando recibíamos la sobredosis de información que ha generado la última cumbre del clima celebrada en Glasgow. Por supuesto no es lo mismo vender compresas, qué abordar un asunto tan complejo como el cambio climático, pero algo nos puede inspirar: necesitamos concreción, saber qué se puede hacer y como puede ser un futuro verde y sostenible y no uno negro y desértico como se empeñan en mostrarnos los ejercicios distópicos.
Qué el cambio climático está en agenda es algo indudable, basta con ver la ingente cantidad de información generada estas semanas para ver qué en los medios el tema ha llegado para quedarse. Qué el cambio climático está en las preocupaciones de la ciudadanía, también es una realidad, así nos lo muestran los jóvenes con sus movilizaciones multitudinarias de los ‘Friday’s for future’ y nos lo dicen las últimas encuestas publicadas en el marco de la COP26, como la última de 40dB que mostraba como más de la mitad de la población está a favor de la prohibición de los coches de combustión y estaría dispuesta a adquirir un coche eléctrico. Eso sí, la cosa cambia si hablamos de aumentar los impuestos a la gasolina y al diesel, ahí el bolsillo aprieta y la inflación también.
Hasta ahora hemos puesto el énfasis en proyectar los escenarios distópicos que vienen si no hacemos lo suficiente, pero también hay valor en hacer tangibles las alternativas positivas
Pero qué pasaría si preguntásemos más allá de la contaminación, ¿sabría el ciudadano medio de qué hablamos cuando hablamos de políticas climáticas? Sabría decirnos como podríamos reducir el impacto del cambio climático más allá de eliminar el uso de combustibles fósiles o del uso de energías renovables. Sabrían decirnos a qué huelen las nubes, seguramente no.
Hasta ahora hemos puesto el énfasis en proyectar los escenarios distópicos que vienen si no hacemos lo suficiente, pero también hay valor en hacer tangibles las alternativas positivas, sobre todo cuando la ciudadanía demuestra un compromiso decidido para hacer frente a la crisis climática, pero todavía desconoce en gran medida qué se puede hacer. Y es ahí donde la clase política tiene mucho que ofrecer. Los municipios han tomado la delantera, basta con ver el protagonismo de los alcaldes y alcaldesas de Barcelona, París, Amsterdam en la cumbre de Glasgow. Pocas veces ha sido tan visible y reconocible su capacidad de acción: porque ofrecen y desarrollan soluciones, alternativas, políticas climáticas que impulsan escenarios posibles, verdes, limpios y sostenibles. Hay espacio para el desarrollo de nuevas ideas, aprovechémoslo.