Es probable que en los próximos días se aprueben nuevas restricciones ante el aumento de contagios causados por la covid. Los gobiernos se enfrentan al miedo de un virus que sigue desconcertando después de un año y medio de pandemia, de una batería de vacunas a nuestra disposición y de una desigual distribución, que condena al olvido a quiénes siempre han estado olvidados dificultando el control de la pandemia en un mundo interdependiente e interconectado.
Los precios de la luz siguen al alza y los gobiernos no parecen dar con las soluciones que pongan freno a una inflación creciente como consecuencia ya no solo del incremento del precio de la electricidad, sino también por una crisis de abastecimiento que pone el foco en un “colapso” de la globalización que se muestra incapaz de atender a las necesidades de la población en un tiempo que ya ha cambiado.
El descontento de los territorios olvidados de la ‘España vaciada’ ha hecho aflorar un nuevo sujeto político que se organiza bajo una agenda compartida y una preocupación común, el despoblamiento. Un movimiento que visibiliza
problemas de cohesión social y territorial que están en la base de algunos de las tensiones experimentadas en los últimos años, y que puede determinar nuevos equilibrios electorales.
El descontento de los territorios olvidados de la ‘España vaciada’ ha hecho aflorar un nuevo sujeto político que se organiza bajo una agenda compartida y una preocupación común, el despoblamiento
Cuando ya sabemos que hacer frente al cambio climático será una cuestión compleja que requerirá cambiar toda la base fósil sobre la que se han construido las sociedades actuales. Cuando la transformación tecnológica está
suponiendo cambios profundos en el mercado de trabajo, en la manera de relacionarnos, de vivir y de consumir, lo que supone una revolución equiparable a la revolución industrial por su impacto en todas las esferas de la vida.
Cuando Europa vive un invierno demográfico que le aboca al envejecimiento y a la inclusión de personas inmigrantes expulsadas de sus países, dotar de un discurso político en forma de políticas públicas coherentes, no es necesario, es imperioso.
Dos hechos han sucedido en el transcurso de una semana que nos pueden llevar a suponer que los partidos políticos están tomando consciencia de la trascendencia de los tiempos en los que vivimos y de la necesidad de construir
consensos sobre diagnósticos compartidos. Tiempo de experimentos políticos para hacer frente a la incertidumbre.
Por un lado, la semana pasada se confirmó el acuerdo de gobierno entre socialdemócratas, liberales y verdes en Alemania. Un acuerdo bautizado con el nombre ‘Atrévete con el progreso’, que se presenta como la respuesta de Alemania a los retos de un presente enlazado ya con el futuro: emergencia climática, transformación tecnológica, reto demográfico y movilidad social bajo una nueva economía de mercado social y ecológica, ofrecen el marco para el plan de gobierno alemán de los próximos cuatro años.
Cuando Europa vive un invierno demográfico que le aboca al envejecimiento y a la inclusión de personas inmigrantes expulsadas de sus países, dotar de un discurso político en forma de políticas públicas coherentes, no es necesario, es imperioso
Por otro lado, en Euskadi, el Gobierno vasco y EH Bildu, han llegado a un acuerdo presupuestario por primera vez. El habitual rechazo del partido de la izquierda abertzale a los presupuestos del Gobierno vasco, ha dado paso a un
acuerdo que supone un importante incremento de la inversión (253 millones de euros) y el impulso de medidas concretas en ámbitos que están en las preocupaciones de la gente: empleo, salud, vivienda, política social, juventud,
emergencia climática e innovación.
Que partidos con planteamientos tan diferentes estén llegando a acuerdos inesperados, puede contribuir a transformar una desafección que amenaza la estabilidad de las democracias liberales (según los datos del último Soziometro, sólo el 19% de la ciudadanía vasca dice confiar en los partidos políticos). Entre la población predomina sentimientos de desorientación, decepción, insatisfacción, desinterés y desconfianza hacia una clase política
que el ciudadano entiende que, o no se preocupa de los problemas de la gente o los asuntos que gestionan son demasiado complejos.
Es por eso que el acuerdo entre diferentes, ofrece la oportunidad a la clase política vasca de mostrar qué una política alejada de la polarización es posible. También es un primer paso para que la ciudadanía recupere la confianza en la política, gracias, en este caso, a experimentos inesperados.