En mi último artículo hacia referencia a las lecciones no aprendidas, esas que a pesar de la experiencia, cometemos una y otra vez, sin que enmendemos los errores. La pandemia y las situaciones de crisis vividas con posterioridad nos dejan un sinfín de ejemplos a cual más burdo.
Los malos ejemplos duelen y mucho, sobre todo porque nos prometimos e insistimos hasta la saciedad en que "de esta vamos a salir mejores" y no parece que lo hayamos puesto en práctica. Bueno, hoy esta colaboración se titula "Lecciones aprendidas", porque es de justicia reconocer que no todo ha sido negativo.
Está la Semana Santa dando los últimos coletazos en algunas Comunidades Autónomas. En Euskadi en concreto hoy disfrutamos del festivo Lunes de Pascua, y es buen momento para intentar hacer un balance en positivo.
Bienvenida sea esta forma de recuperarnos, y ojalá nos dure, porque buena falta nos hace
Nos hemos cansado de escuchar antes y durante las vacaciones, quien las haya tenido, que después de mucho tiempo, por fin, recuperábamos parte de la ansiada antigua normalidad con unos días de asueto donde en general, solo se mantiene una restricción, la mascarilla en interiores.
Bienvenida sea esa forma de recuperarnos, y ojalá nos dure, porque buena falta nos hace. Parece que hemos aprendido a convivir con el cansino virus que ha venido para quedarse, y que nos guste o no, nos ha cambiado la vida.
Pero no es menos cierto que la COVID nos ha ayudado a poner en valor cosas que antes teníamos y que como estaban, no las percibíamos. Entre estas maravillosas lecciones que nos deja la pandemia, yo destacaría sobre todo las siguientes.
Hemos sido más conscientes que nunca de la importancia de vernos, de poder abrazarnos, de besarnos. Creo que nunca hemos dado abrazos tan sentidos como ahora
El valor de lo presencial. Hemos sido más conscientes que nunca de la importancia de vernos, de poder abrazarnos, de besarnos. Creo que nunca hemos dado abrazos tan sentidos como ahora. En paralelo, queremos más a los que antes ya queríamos, esa gente a la que hemos echado tanto de menos y que son nuestros imprescindibles. Lo humano desde luego, se ha vuelto más humano, más importante. Vital.
No es lo único positivo que tenemos, además la mayoría hemos aprendido a valorar de verdad lo que son los servicios esenciales, algunos tan denostados como prioritarios. Nos hemos dado cuenta del gran papel de los sanitarios, de los educadores, de los agricultores, de los camioneros…de un sinfín de gremios que reconocemos, ni están bien pagados, ni tienen el reconocimiento que se merecen y que se han ganado y se ganan a pulso cada día. Ya lo hacían antes de la pandemia, lo han hecho en el peor momento y lo seguirán haciendo. Eso se llama vocación y profesionalidad y estamos rodeados de excelentes profesionales.
Todas estas enseñanzas que nos han obligado a reposicionarnos, no son baladís, son tan importantes que debemos interiorizarlas
Y además, hemos aprendido a darle protagonismo a lo más cercano. La Semana Santa, esta que parece la más normal de las últimas vividas, ha vuelto a poner de manifiesto que nos ha enganchado lo que tenemos más cerca, y que la mayoría hemos optado por vacaciones de proximidad, porque no hay que irse lejos para ver auténticos paisajes maravillosos, comer de lujo y disfrutar. Porque lo importante nunca ha sido dónde sino con quién.
Francamente todas estas enseñanzas que nos han obligado a reposicionarnos, no son baladís, son tan importantes que debemos interiorizarlas, y sobre todo guardarlas en la memoria de tal modo que no se nos olviden nunca.
Lo más importante son las personas, todas las personas. Cada una en lo suyo es fundamental y de todos se aprende. Y es fácil disfrutar de lo más próximo y además hacerlo con orgullo.
¿Seremos capaces de no olvidar? Somos de memoria frágil pero esta colaboradora quiere creer que sí, que vamos a ser capaces, porque en algunas cosas sí hemos salido mejores.
Tal vez sea porque estoy imbuida del espíritu de la Semana Santa. En cualquier caso, no tardaremos en despejar la incógnita.