Previsible es aquello que podemos adelantar que va a ocurrir. En el mundo de la economía y en el mundo de la empresa, hay muchísimos factores que impiden hacer previsiones certeras, pero hay otras circunstancias que se ven venir de lejos, mucho antes de tenerlas delante.

En las últimas semanas estamos viviendo una de ellas en la emblemática empresa Mercedes ubicada en Álava, y un auténtico referente para nuestra economía. La empresa lleva tiempo sin convenio, las posiciones están enconadas y de repente, surge el anuncio por parte de la compañía alemana, de una posible inversión de nada más y nada menos, que 1.200 millones de euros, para fabricar nuevos vehículos.

Una inversión de esas características es un auténtico revulsivo para la economía

A nadie se le escapa que una inversión de esas características en Euskadi, y en concreto en la capital alavesa, es un auténtico revulsivo para la economía, máxime teniendo en cuenta que vivimos en tiempos de escasas certezas y muchas incertidumbres.

Y dentro de este previsible guion, poco tardamos en pasar a la siguiente escena, la reivindicativa, la sindical. El motivo del conflicto: la necesidad de mayor flexibilidad que conlleva el nuevo proyecto, y que no es bien recibida por los representantes de los trabajadores. El guión tiene un ingrediente más: la división sindical. Los sindicatos nacionalistas con las posiciones más críticas e inflexibles por un lado, y el resto de centrales sindicales, por otro.

El resultado, también previsible, ha sido una huelga que los sindicatos consideran un éxito rotundo porque se ha secundado de forma mayoritaria, logrando paralizar una planta de la que viven de forma directa 5.000 trabajadores, y llega hasta los 30.000 en empleos indirectos.

Por cierto, que mientras aquí se vivía la jornada de huelga, en la localidad valenciana de Almussafes celebraban la decisión de Ford de haberlos escogido para la fabricación de nuevos coches eléctricos, una decisión que caía como un jarro de agua fría para los trabajadores de la compañía en Alemania, que se quedan sin la preciada inversión, y la garantía de empleo para unos cuantos años.

1.200 millones de euros es una apuesta como para dejarse de escenificaciones y buscar, más antes que después, una salida que permita desbloquear el conflicto

Y es que las decisiones empresariales se toman valorando infinidad de variables. Uno se queda dentro o fuera de esta “lotería inversora” por cuestiones que en ocasiones ni siquiera salen a la luz, pero que hacen que la balanza se incline hacia uno u otro lado.

Por eso, el conflicto interno, la falta de acuerdo, las huelgas no son elementos que favorezcan de forma positiva la toma de decisiones para quienes van a invertir, máxime cuando las inversiones son de calado. 1.200 millones de euros es una apuesta como para dejarse de escenificaciones y buscar, más antes que después, una salida que permita desbloquear el conflicto.

Y llegar a acuerdos es responsabilidad de todos. Acordar supone ceder, y ceder implica no conseguir el 100% de lo que uno persigue, en aras a obtener un beneficio mayor para todos.

No puede valer el no por el no y el bloqueo sistemático. Hay que ir erradicando esa forma de funcionar

Las reclamaciones siempre son legítimas, pero como alguno de los sindicatos ha pedido a sus compañeros de ELA y LAB “cuando se ponen líneas rojas, también hay que hacer propuestas”. No puede valer el no por el no y el bloqueo sistemático. Hay que ir erradicando esa forma de funcionar. No pueden entenderse las empresas como espacios donde unos reman hacia un lado y otros al contrario. Los proyectos deben ser conjuntos y deben compartirse entre todos, para que la empresa crezca y los equipos que la integran también.

Algo lleva haciendo bien Mercedes como empresa y por supuesto, sus trabajadores para que se siga apostando de forma tan importante por la planta de Vitoria-Gasteiz.

Así que, proponer, dialogar y acercar posturas es de obligado cumplimiento para generar el mejor caldo de cultivo posible, para cerrar cuanto antes este capítulo tan previsible como reiterado. Hay que despejar mejor hoy que mañana cualquier duda que pueda manchar la imagen de la planta alavesa, y sirva como excusa para perder una inversión en la que sin duda, nos jugamos el futuro.

No quiero ni imaginar lo que supondría perder esta oportunidad... pero, a veces, los finales teatrales son inesperados.