La cuerda, cuando se tensa, se rompe por su punto más débil. Si esa cuerda fuese el Govern catalán estaría en ese extremo de elongación máxima con dos opciones: terminar de separarse en dos partes ya o a la espera de la quiebra total con el próximo giro de rueca. 

La convivencia de los socios dentro del Govern ha sido complicada desde el inicio. Gestionar el Ejecutivo catalán post uno de octubre se ha caracterizado por la falta de acción política coordinada o conjunta inter socios.  Las divergencias, el hecho de que ERC liderara el soberanismo por primera vez, la búsqueda de materialización del procés, el desarrollo del mandato democrático del 1-O, las políticas en relación con el Ejecutivo español...han dado como resultado una mezcla explosiva. Por una parte, tenían que echarse a la espalda la responsabilidad de la unidad que exige la suma de una mayoría, pero con estrategias completamente diferentes y además, con la necesidad de que éstas fueran visibles de cara a la ciudadanía catalana.

Los republicanos asumieron la vía del pragmatismo y el diálogo. JxCat ha dejado que su socio se cociera en el caldo de la infructuosidad y aguardar su ocasión.Con todo los ingredientes en ebullición todo implosionó en el pasado pleno de política general. Junts per Catalunya, socio de la coalición del Govern, reclamó al president, Pere Aragonès, que se sometiera a una cuestión de confianza. TNT político y onda expansiva aún sin cuantificar daños.

La reacción de Aragonés fue destituir de inmediato al su vicepresident, Jordi Puigneró de Junts, y situar de nuevo el problema y la responsabilidad de la continuidad o no de la coalición, en quien tiene más dudas. La pelota de nuevo estaba en el tejado de JxCat. El órdago se había tirado sin cartas y con la parálisis de no tener la respuesta alternativa al verse descubierto el farol.

Y es que el propio espacio postconvergente ha funcionado como un puzzle de piezas en búsqueda constante de encaje. Jordi Turull, secretario general de Junts, aboga por la permanencia sabedor del frío que hace fuera de las instituciones. Su presidenta, Laura Borràs, en cambio, por la ruptura inminente para llegar por separado a las próximas elecciones municipales de mayo.

Mas de diez horas de reunión dan fe del noqueo que suponía tener de nuevo la responsabilidad de la ruptura y de las diferentes visiones de qué hacer. Conclusión; ganar tiempo depositando en las bases la responsabilidad de la decisión. Los próximos dos días votará la militancia y el fin de semana se hará público el resultado.

En plena marea llegaba el quinto aniversario del 1 de octubre. Miles de personas acudieron a los actos organizados por el Consell de la República en colaboración con Òmnium, ANC, AMI, la Intersindical y la Cámara de Barcelona. Abrió las intervenciones la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, y Carles Puigdemont cerró el evento. Las reacciones de los presentes fueron un termómetro social del respaldo de un objetivo y una crítica a una gestión política. Tras este acto, Gabriel Rufián dejaba de seguir a Puigdemont en redes. El nuevo hasta aquí hemos llegado del siglo XXI.

Es indudable que el cansancio, las pugnas políticas y la no materialización de resultados en base al diálogo adormecen el pulso independentista

No sabemos qué futuro alberga Catalunya tras la decisión que adopte la militancia de JxCat. Si se materializará la ruptura o si el Govern continuará en modo zombi. El vértigo a las consecuencias y asumir la responsabilidad de las mismas pesan a la hora de tomar la decisión.

Hay quien se ha apresurado a afirmar que esta crisis va a suponer la contracción de la base independentista en Catalunya. Creo que la música centralista acompaña dichos análisis, que nadan en el desiderium de quien está alejado de la calle catalana. Es indudable que el elefante del debate territorial sigue pendiente de ser abordado, que no se ha esfumado de la noche a la maña la reclamación legítima del derecho del pueblo catalán a decidir su futuro y su relación con el Estado español.

Es indudable que el cansancio, las pugnas políticas y la no materialización de resultados en base al diálogo adormecen el pulso independentista. La situación económica, las indudables dificultades que estamos atravesando derivadas de la invasión de Ucrania hacen perder foco de otras cuestiones, pero que nadie se lleve a engaño. El soberanismo catalán permanece a la espera de vislumbrar un camino posibilista hacia un objetivo al que no se ha renunciado.