Cuando los oráculos tienen dificultades para interpretar favorablemente las intrigas del rey y las tripas del pájaro se quedan en eso, en tripas de pájaro. Cuando ni las ocurrencias animan al personal. Entonces queda la heroica, y vuelve el raca-raca.
El Alderdi Eguna del último domingo de septiembre dejó en las retinas de los burukides la imagen de las clamorosas calvas, que no hermosas campas, de Salburua. ¿Dónde quedaron la sagrada unción y la tradición jeltzale? Debió ser tan triste que algún señalado miembro del partido rugió públicamente contra los funcionarios y carguetes públicos y semipúblicos que optaron por tomarse el fin de semana libre.
Los batzokis cada vez más vacíos y las barras atendidas por vascos de la emigración, que no de la diáspora. Hablo de los nuevos vascos. Y los gaztetxos que aspiran directamente a viceconsejeros sin haber hecho una puñetera tortilla de patata y sin haber subido ni una vez todos los montes bocineros. Normal que los veteranos se cabreen.
De hecho en su homilía, el propio presidente del Euskadi Buru Batzar, Andoni Ortuzar, pidió “generosidad” a las bases para participar en las asambleas locales y para ir en listas. Que el PNV revele esa debilidad, que en los pueblos pequeños se traduce como ir a la caza de cualquiera, afiliado o no, que quiera ir en la lista para ocupar una concejalía no remunerada, es un escenario al que el partido mayoritario de Euskadi no se había enfrentado en los últimos cuarenta años. Veremos como lo gestiona.
Decía un sabio de taberna que el principal peligro de una opción hegemónica es que la oposición te va a surgir desde dentro. Y puede ser, puede ser, digo, que en estos pueblos haya mucho y mucha ¡ojo al matriarcado vasco! jeltzale que esté hasta la txirla de las estirpes locales que manejan y reparten. Y se llevan la mejor parte, claro. Con la consecuencia inmediata de que empiezan pasando de la asamblea local, dejan de ir al Alderdi Eguna –si no va esa que es parlamentaria, voy a ir yo-, y vaya usted a saber donde terminan.
Ya se venía venir. Desde hace años el Aberri Eguna del PNV se ha circunscrito a la Plaza Nueva de Bilbao. En un principio se escogió como refugio y fortaleza frente a las provocaciones de los batasunis y sus incontrolados, es cierto, pero después tampoco se han atrevido a salir, que la asistencia es la que es y hace corriente fuera.
En segundo lugar, los Presupuestos Generales del Estado. Esteban, Ortuzar y los suyos intentaron calentar el partido. Que iban a exigir el cumplimiento de los acuerdos pendientes y que Pedro Sánchez preparara la chequera…. ¡Naaaa! No se lo tragó nadie. Al final, extensión del acuerdo del Cupo firmado con Rajoy y Cercanías si eso, que ya estaba acordado y que va para largo por las cuestiones legales derivadas de los contratos ya firmados por Adif. Un poco bluff para lo que estaban acostumbrados.
O sea, lo suyo. Apoyas porque no hay otra. De lo bilateral ya iremos hablando. Y no montéis mucho escándalo ¿vale? Pues no. No vale. Que las masas se me desafectan y se me desaniman. Así que va el lehendakari y pide un poder judicial vasco citando “el derecho inalienable a ser juzgado solo por nuestros jueces”. Toma ya.
Yo pensaba, a la vista del archivo sistemático de la inmensa mayoría de demandas que les incumben, que eso ya estaba pasando, pero igual quiere decir que a fin de asegurar la cuota de éxito al 100%, mejor que los jueces sean del PNV. Cuando alguien del PNV dice “nuestros” yo entiendo justamente eso. Perdónenme si he ofendido a alguien.
Raca-raca, con Escocia on my mind. ¿Usted se lo cree?