Hace unos días charlaba en un Instituto de Enseñanza Secundaria con un grupo de jóvenes de entre 14 y 16 años. Dos chicos y dos chicas. Queríamos conocer de primera mano si los datos de los últimos informes que hablan de una juventud cada vez menos sensibilizada con la violencia hacia las mujeres eran ciertos. También era un buen momento para saber si es real esa percepción que dicen que tienen y que apunta a una visión negativa del feminismo. Puede que dijeran lo que quienes asistimos a la charla queríamos oír, que son un colectivo comprometido con la igualdad, que rechazan las actitudes machistas, que no permitirían el control ni las agresiones hacia las mujeres, etc pero lo cierto es que sonaron muy convincentes. Eso sí, me extrañó escuchar por boca de las chicas que sentían que eran sus mismas amigas y compañeras las que más criticaban la forma de vestir, de comportarse y de relacionarse. Y salía la famosa frase que apunta a las mujeres como las mayores enemigas precisamente de las mujeres. Así que parece que tenemos ahí también un largo trabajo: desmontar esa aseveración falsa, dañina e impulsada por formas de pensar que tienen su origen en el maldito patriarcado.
Me extrañó escuchar por boca de las chicas que sentían que eran sus mismas amigas y compañeras las que más criticaban la forma de vestir, de comportarse y de relacionarse
Sí, a la palabra patriarcado le ha sucedido lo mismo que le sucedió, y aún se mantiene, a la palabra feminismo. Hay quien la escucha e inmediatamente se aleja de la conversación. Ya están las feministas, dicho con cierto cansancio por no decir desprecio, con su rollo del machismo y el patriarcado. Habrá que trabajar, también, por devolverle a éste término el significado que tiene, el de un sistema de dominio que promueve la subordinación e invisibilización de las mujeres. Si hemos trabajado mucho para que se entienda, aunque no lo hayamos conseguido del todo, que el feminismo simplemente es igualdad entre sexos tendremos que hacerlo ahora para que el “rollo del patriarcado” se entienda como lo que es, un modelo que a las mujeres nos deja fuera de todo.
Volviendo a lo que nos ocupa, a este 25N con el que, un año más, queremos denunciar la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo por el mero hecho de serlo, tenemos, sí, que mirar a la gente más joven pero sin duda, la clave está en la educación que reciben. También hablar de la educación parece ya viejo y caduco, como que es la única opción que ofrecemos para acabar con las agresiones a mujeres, pero es que no queda otra. Por muchas campañas de concienciación que hagamos, por muchas charlas que organicemos en los centros escolares, por mucho que endurezcamos las condenas a los agresores, si éstos no han mamado igualdad, justicia y respeto desde la más tierna infancia en sus hogares y no han tenido referentes de hombres “aliados”, el camino se alargará hasta el infinito.
Hay otras formas de violencia hacia las mujeres que a muchos, y a muchas, les pasan desapercibidas
Pero no solo la familia ha de ser el referente, también el papel de la escuela es básico y no digamos nada de los personajes famosos, las y los ídolos que provienen del mundo del cine, la danza o la música, por ejemplo. Me gustaría que a nadie se le escapase, y por desgracia mi deseo no se cumple, que hay otras formas de violencia hacia las mujeres que a muchos, y a muchas, les pasan desapercibidas. La imagen de Julio José Iglesias, presunto cantante, destapando a su novia para presentarla en sociedad es aberrante. Como si de una cosa se tratase, la mujer se prestó al juego en el que cubierta con una especie de burka se colocaba frente a un grupo de invitados que lanzaban un “ohhhhhhhhhhhhhh” enorme cuando el hombre le quitaba la prenda y ella aparecida perfectamente escotada, peinada y maquillada. ¿Nadie reparó en lo profundamente machista del acto?¿A nadie se le pasó por la cabeza que estaban convirtiendo a esa mujer en un mero objeto? Pues sí, muchos y muchas lo pensamos pero también hubo una legión de personas justificándolo en base a lo divertido que a la protagonista le parecía todo a tenor de su enorme sonrisa.
Mientras no aprendamos a identificar estas violencias aparentemente menores, no lograremos erradicar lo que cada 25N denunciamos, la violencia que se ejerce sobre las mujeres por el mero hecho de serlo. Absolutamente todos, todas, somos importantes en este camino porque de cómo nos comportemos, afrontemos y denunciemos esta violencia dependerá cómo lo hagan quienes vienen por detrás. Este es un mal endémico; en nuestras manos está que deje de serlo.
No conviene olvidar que quien te agrede, no te quiere. Y que mirar hacia otro lado te convierte en cómplice.