13,5 millones es la cifra de este largo puente de diciembre. Corresponde al número de desplazamientos que se producirán en las carreteras españolas, una inmensa mayoría de ellos en vehículos privados que muchas veces no van ocupados al 100%. Sin arriesgarme a hacer números, no sabemos cuantos kilómetros van a recorrer este ingente número de coches, les puedo asegurar que las emisiones de CO2 de estos movimientos van a ser muy importantes. No es un tema nuevo, más bien es recurrente y nos pone frente a nuestra manera poco sostenible de movernos, especialmente en un país relativamente pequeño como el nuestro. 

También en este puente hemos conocido una noticia, de esas que no despierta grandes titulares en los medios, pero que con el tiempo puede convertirse en el principio de la extraordinaria transformación que puede y debe realizar el sector del transporte. ¿Recuerdan que hace más de un año hablamos de una Ley de Clima en Francia que pretendía prohibir los vuelos domésticos que se pudieran realizar entre ciudades que estuvieran a menos de dos horas y media en ferrocarril?

Esta iniciativa pionera acaba de recibir el visto bueno de la Comisión Europea y empezará a aplicarse, probablemente, a partir de 2023. De nada han servido las quejas y el rechazo de algunas aerolíneas y la unión de aeropuertos franceses, la UE ha dado luz verde a una medida que será estudiada desde Bruselas durante 3 años para ver como se implanta. Aunque, de momento, sólo afectaría a los vuelos entre Paris y las ciudades de Nantes, Burdeos y Lyon, supone un importantísimo cambio de tendencia ante la evidencia de que la emisiones de CO2 por pasajero y kilómetro es de 285 gramos en los aviones frente a los 14 de los trenes.

No podemos seguir obviando esta realidad, como ya no lo hace desde hace mucho tiempo el propio mercado, no hay más que ver como la alta velocidad a Barcelona, Sevilla o Valencia ha reducido drásticamente las conexiones aéreas entre esas ciudades y Madrid, y eso a pesar de darse la paradoja de que es mucho más barato un billete de puente aéreo a la ciudad condal que de AVE.

Tenemos que racionalizar y hacer mucho más eficientes nuestros desplazamientos, lo hemos repetido en numerosas ocasiones refiriéndonos a la movilidad dentro de las ciudades, pero, de igual manera, tenemos que hacerlo en la movilidad interurbana, sobre todo teniendo en cuenta que el sector del transporte es, de largo, uno de los más intensivos en emisiones. En Euskadi lo tenemos mucho más difícil que en otros territorios porque seguimos sin tener alta velocidad y dudo mucho que llegue antes de 2030, a pesar de los esfuerzos de las administraciones, autonómica y central, por poner fechas que ellos mismos saben que van a incumplir.

Y por si fuera poco este hándicap, estamos viendo como desde Renfe no se presta un mayor número de frecuencias y servicios, aprovechando la alta velocidad que llega ya hasta Burgos, de hecho desde la pandemia las conexiones son francamente mejorables, por ser políticamente correctos y no manchar este artículo con exabruptos.

Si conseguimos tejer una buena red de transporte sostenible interurbano los desplazamientos en vehículo privado bajarán drásticamente

Frente a todo este panorama y viendo iniciativas tan interesantes como la de nuestros vecinos galos, ¿qué hacen nuestras instituciones? La verdad, creo que muy poco. Nos da miedo el cambio sin darnos cuenta que no hay nada más aterrador que no cambiar. Las sociedades más prosperas e igualitarias se mueven en transporte público sostenible y la absoluta prioridad de nuestras administraciones para, entre otras cosas cumplir con esas Agendas 2030 que tanto les gusta presentar, debería ser facilitar su crecimiento y mejora.

Si conseguimos tejer una buena red de transporte sostenible interurbano los desplazamientos en vehículo privado bajarán drásticamente. Si tenemos una transporte eficiente y menos contaminante como el tren para distancias medidas vamos a dejar de utilizar el avión en este tipo de desplazamientos y vamos a hacer que nuestra movilidad sea más racional. Seguro que hay algunos que alegan que esto supondría la pérdida de muchos empleos en el sector aéreo pero, ¿Cuántos se dejan de crear por no potenciar de manera decidida el ferrocarril? Por esa misma regla de 3 seguiríamos produciendo electricidad a través del carbón para no acabar con los puestos de trabajo de la minería.

Transformación es la palabra, no podemos seguir desplazándonos como lo hacíamos en el siglo pasado. Las instituciones tienen que liderar ese cambio de modelo y ser valientes porque estoy seguro de que una apuesta por la movilidad menos contaminante, eficiente y competitiva va a ayudar a esa transformación que necesitan nuestros territorios. ¿Qué tal si empezamos por una comunicación descarbonizada y competitiva entre las 3 capitales vascas?