Que el 2023 iba a arrancar con retos importantes en materia económica era algo previsto, que algunos de esos retos son auténticas patatas calientes que aparecen cada
cierto tiempo, también. Entre los asuntos más controvertidos, uno es sin duda, el salario mínimo interprofesional (SMI), un asunto peliagudo que sistemáticamente
enfrenta a la patronal con los sindicatos, y en este caso también con el Ejecutivo.

Dentro del propio Gobierno tampoco hay consenso, la Vicepresidenta Yolanda Díaz es una firme defensora de la subida del SMI, mientras que la también Vicepresidenta
Nadia Calviño, ha sido siempre más reticente a ese incremento salarial. Tal vez por eso, desde el Gobierno aún no se ha fijado una cifra concreta para subir el salario mínimo, y se habla de una horquilla que va desde los 46 a los 82 euros, lo que situaría la cifra global entre los 1.046 y los 1.082 euros mensuales.

El debate está servido y viene ya recalentado, porque los argumentos empleados por unos y otros suelen ser siempre los mismos. La realidad es que independientemente
de que en cuánto se incremente el SMI o de que se deje como está, todo el mundo termina descontento. Para los sindicatos cualquier subida siempre se queda corta,
mientras que la patronal argumenta que los incrementos salariales por imposición, van en detrimento del empleo y de la competitividad de las empresas. Las más afectadas son sin duda las pequeñas empresas, o lo que es lo mismo, prácticamente todo nuestro tejido empresarial puesto que las grandes son las menos.

A pesar de que hay voces que discrepan e intentan argumentarlo, la realidad es que cada vez que se sube el salario mínimo se pierden puestos de trabajo, no porque se destruyan, sino porque no se crean

No faltarán, no faltan las voces que argumentan que poco empresario es aquel que no se puede permitir subir esas cantidades a sus empleados. No sé si serán poco o muy empresarios, lo que si es cierto es que han decidido arriesgar, y poner en marcha iniciativas en las que se lo juegan todo, y en las que a ellos nadie les garantiza ni
siquiera el salario mínimo todos los meses. Para más información se puede preguntar a muchos autónomos.

Por otra parte, no olvidemos que la opción de emprender está abierta para todos, por lo que no se entiende que no lo hagan aquellos que creen que montar un negocio es sinónimo de riqueza fácil y rápida. Y a pesar de que hay voces que discrepan e intentan argumentarlo, la realidad es que cada vez que se sube el salario mínimo se pierden puestos de trabajo, no porque se destruyan, sino porque no se crean. En su momento, y a través de un polémico informe, el Banco de España ya cifró entre 90.000 y 170.000 los puestos de trabajo no creados a causa de una de las subidas del SMI.

No hay que olvidar además que esta perdida de puestos, afecta precisamente, a los salarios más bajos y a los jóvenes en busca de oportunidades profesionales. Sin duda habrá subida del SMI y la asumirá quien pueda hacerlo. Ser contrario a un salario digno no es de recibo y ojalá pudiera subirse no la cantidad propuesta, sino mucho más, pero en paralelo hay que ser cautos porque si no se crean empleos no habrá nada que subir.

Y en medio de esta sistemática controversia y entrados ya en el 2023, sería bueno que cuando se habla de salario, a esta eterna polémica sobre cuál debe ser el mínimo en materia económica, le añadiéramos el componente de mínimo emocional, para hablar de salario emocional, en el que muchas empresas ya llevan años trabajando. Este
concepto de salario emocional está directamente relacionado con el fenómeno que en EEUU se dio a conocer como Great Resignation (la gran dimisión) que de alguna
manera también ha llegado aquí. Hay trabajadores que abandonan sus empleo no por el salario que perciben, sino porque hay necesidades que van más allá de la cifra que figura en la nómina a final de mes, y que están directamente relacionadas con lo que cada uno considera calidad de vida.

Ser contrario a un salario digno no es de recibo y ojalá pudiera subirse no la cantidad propuesta, sino mucho más, pero en paralelo hay que ser cautos porque si no se crean empleos no habrá nada que subir

No veo que estos aspectos tengan un peso específico a la hora de hacernos más atractivos para el empleo y para retener el talento. El dinero es necesario para cubrir
las necesidades y ese es el punto de partida, pero no es lo único, solo es un asunto más a la hora de optar por un empleo. Así que cuando hablamos de mínimos no obviemos esa parte emocional que es la que de verdad nos hace tomar decisiones vitales.