Somos una sociedad que no suele mirar mucho al pasado. Todos estamos continuamente hablando del futuro, de nuevas tendencias, incluso hay consultores que ganan mucho dinero proponiendo soluciones a los retos que siempre representa un mañana incierto. Sin embargo, a veces, mirar al pasado es necesario para comprender algunos de nuestros problemas actuales y para darnos cuenta de que algunos cambios que hemos realizado en nuestros hábitos no siempre han sido para bien.

Uno, que ya tiene una cierta edad y que ha vivido toda su infancia detrás de un mostrador, todavía recuerda cómo las clientas acudían a la tienda con su botella de cristal vacía para rellenarla de leche, o como iban con su envase pulverizador a rellenarlo de su fragancia favorita. Aunque pueda sonar un poco a capítulo de “Cuéntame”, hace menos de 40 años estos hábitos eran habituales en cualquiera de nuestras ciudades hasta que el “progreso” llegó a nuestras vidas con una fórmula revolucionaria para aquel entonces: envases de un solo uso, de usar y tirar. Ese avance “sin precedentes” es hoy el responsable de que cada año se viertan a los océanos más de 8 millones de toneladas de plástico y de que hablemos ya de un séptimo continente en el Pacífico, una isla de estos residuos cuyo tamaño triplica ya el de Francia.

Este 2023 ha comenzado con la aprobación del Real Decreto de Envases y Residuos de Envases que, en cierto modo, es un intento de volver al pasado, de rescatar algunos buenos hábitos que deben ayudar a solucionar el enorme problema de los residuos que generan los envases de un solo uso. Parodiando el famoso eslogan publicitario de una marca de detergentes, “el tirar se va a acabar”. La economía circular ha venido para quedarse y la ley y este decreto que regula su aplicación pretende alcanzar una reducción del 20% en el volumen de las botellas de un solo uso hasta 2030. Este objetivo, poco ambicioso para algunos colectivos como la OCU (Unión de Consumidores y Usuarios), necesita de un cambio real, en primer lugar de los productores, para desterrar los envases de un solo uso y para promover otros reciclables o, incluso lo que es mejor, eliminar estos envases siempre que sea posible.

Los agoreros de siempre verán estas nuevas normas como limitaciones y restricciones que lastrarán a la economía. Para mí, es todo lo contrario, se trata precisamente de ir generando esa nueva economía circular donde los residuos no sean basura, sino que sean recursos

Precisamente, este nuevo decreto apuesta por la recuperación y el impulso de la venta a granel siempre que sea posible. Como siempre, la iniciativa privada ya va un poco por delante de las instituciones y cada vez es más frecuente encontrarnos con tiendas, algunas incluso especializadas, que llevan ya tiempo promoviendo la venta a granel no solo de productos alimentarios, como demanda la ley, sino también de otros productos de cosmética e incluso de limpieza. Hay que volver al pasado también para detener costumbres absurdas, muy arraigadas por el modelo de vida actual, como la de no llevar bolsas reutilizables a la compra, nuestro planeta y nuestro cuerpo, donde acaban miles de esos microplásticos tirados al mar, no lo aguantan más.

Los agoreros de siempre verán estas nuevas normas como limitaciones y restricciones que lastrarán a la economía. Para mí, es todo lo contrario, se trata precisamente de ir generando esa nueva economía circular donde los residuos no sean basura, sino que sean recursos. Ya hay todo un sector de la industria vasca que lo ha entendido perfectamente como GK Recicling, el clúster de reciclaje de Gipuzkoa, que reúne a un buen número de firmas que están aportando soluciones innovadoras para volver a introducir esos residuos en el mercado a la vez que generan una importante actividad económica y riqueza en el territorio, con más de 6.000 empleos directos.

El impuesto a los envases de plástico no reutilizables que aprueba este real decreto va a impulsar, sin duda, este sector del reciclaje y va a generar más innovación entorno a este campo para recuperar botellas de plástico y convertirlas en carpetas de ordenador, como hace la donostiarra Ekomodo, para construir bancos elaborados con 7.000 tapones reciclados como los ubicados en Ordizia o incluso para promover cambios como Pepsico, la multinacional de las bebidas con factorías en Euskadi, que ha elaborado en su planta alavesa su primera botella con plástico 100% reciclado.

Estoy seguro que las iniciativas empresariales de este tipo van a multiplicarse en los próximos años en nuestros territorios, pero la ciudadanía debemos también jugar un papel fundamental en esta eliminación de los envases de un solo uso cambiando nuestros hábitos y premiando a las firmas que apuesten por la eliminación de envases innecesarios y por la reutilización y reciclaje del resto. ¿Necesitamos poner poliespán y plástico a fruta que ya tiene su propia piel? La propia reducción de estos envases ayudaría también a mejorar otras recogidas selectivas como la orgánica, la última implantada en la mayoría de nuestros municipios y que todavía necesita una separación mejor para tener un aprovechamiento más intenso.

Para activar este cambio de hábitos, les propongo una idea: la próxima vez que vayan a la compra háganlo con las personas mayores de su familia y copien sus actos, verán como los envases que llegan a su cocina se reducen drásticamente. Empecemos 2023 volviendo al pasado para garantizar un futuro diferente.