La política vasca ha entrado en un inesperado luto esta semana. Muchos de los que se dedican a la cosa pública en Euskadi saben bien que el fallecido Rodolfo Ares será siempre un político inolvidable. Figura clave en la historia del PSE, el exconsejero del Gobierno vasco ha recibido numerosos elogios en estos días tanto por su papel dentro del partido como por su quehacer contra el terrorismo de ETA, antes, durante y después de su etapa en el Gobierno vasco. Quizás lo que mejor pueda decirse es que en realidad fue un imprescindible, como defendía en este periódico Rafaela Romero en un emotivo artículo de despedida.
La muerte de Ares llega en un momento en que abundan los políticos líquidos y los discursos vacuos. Muchos tendrían que aprender de la serenidad en las formas, la capacidad para negociar con el diferente y el compromiso por la libertad de una generación de políticos que tristemente está desapareciendo.