Desde su nacimiento, la historia de Gamesa era un ejemplo de éxito. Éxito de décadas que parecía culminar cuando en 2017 Siemens adquirió la mayoría accionarial de la empresa para conformar "el segundo fabricante eólico mundial", según rezaban los titulares de entonces. Todo eran parabienes y buenas perspectivas. Al desembarcar el gigante alemán, con el 59% de las acciones, Iberdrola se quedó con el 8%. La fabricante de aerogeneradores tenía un futuro esplendoroso. Y siempre, claro está, con la promesa de mantener el ya célebre "arraigo" vasco al quedarse la sede social en Zamudio (Bizkaia). La pelea vivida en el seno de la empresa entre los dos gigantes asociados, Siemens e Iberdrola, ya parecía traer malos augures.

En 2020 la eléctrica dirigida por Ignacio Sánchez Galán abandonó definitivamente este barco. No puede decirse que esté a la deriva, pero lo cierto es que la empresa ha registrado pérdidas por varios miles de millones de euros en los últimos años. Sin ir más lejos, la pasada semana supimos que entre octubre y diciembre perdió otros 884 'kilos'. Algo casi imposible de entender cuando el mercado eólico funciona a las mil maravillas en medio mundo. Este martes se certifica la defunción de Siemens Gamesa en la Bolsa Española. Un 'agur' a la cotización ya anunciado tiempo atrás por Siemenes Energy, que se queda con todo el pastel. En puridad, ya no hay Gamesa que valga. Lo que hay es el famoso plan de Siemens para eliminar una parte de la plantilla. ¿Y el arraigo dónde queda? De eso ya hablaremos otro día...