Yolanda es una musa permanente, siempre Yolanda. Nos seduce, nos inspira. Yolanda Díaz tiene carácter, lo transmite con su fortaleza; con esa seguridad con la que advierte, reclama y decreta. Yolanda es muy firme y pone a cada cual en su sitio, que para algo es la ministra. Bien lo saben los empresarios y los comerciantes y los autónomos, que cuando Yolanda se pone seria sus cuentas se ponen tristes.
Yolanda es generosa. Lo ha demostrado. Ha sabido sacudir la billetera de los empleadores para dar a los empleados. Es una generosidad por poderes, pero da igual, ella es espléndida. La subida del salario mínimo es una buena prueba, pero no la única. Los costes laborales han subido, sí, y qué. Yolanda es ilusionista. Ha logrado subir las retribuciones y aumentar las horas y días de permisos sin que afecten al empleo. Caso insólito. Por primera vez, el aumento de los costes laborales no ha reducido los rendimientos del capital ni ha bajado la demanda laboral. Por el contrario, los nuevos datos del Ministerio indican que el empleo crece y se hace más estable. A su vez, los ricos cada día más ricos, los pobres, incomprensible, cada día lo son más. Es magia.
Por primera vez, el aumento de los costes laborales no ha reducido los rendimientos del capital ni ha bajado la demanda laboral. Por el contrario, los nuevos datos del Ministerio indican que el empleo crece y se hace más estable. A su vez, los ricos cada día más ricos, los pobres, incomprensible, cada día lo son más. Es magia
La ministra es sagaz. Lo demuestra cuando va de frente, pero sobre todo cuando se pone de perfil, de ese perfil romano con el que está dotada y que usa con tanta frecuencia para sustraerse de opinar sobre lo que le disgusta. A Yolanda se la conoce de frente, pero la silueta que la caracteriza es la de perfil. Un perfil para acuñar en monedas. Qué bien lo luce, qué solemnidad, qué habilidad para eludir compromisos: discreción, discreción y discreción. Todo queda dicho, no se ha dicho nada. Yolanda tiene candor. Nos anuncia sus resoluciones, sus opiniones y sus impresiones con voz musical, con la alegría melódica con la que la enfermera irrumpe en la habitación con el jeringazo de las ocho de la mañana. Yolanda tiene algo de enfermera, de sanitario que aborda su trabajo con empeño e ilusión y saluda a enfermos y despide cadáveres con la misma sonrisa comprensiva y con la alegría reeditada de sanar a quien se pueda y, si no, de ayudar a bien morir.
Se espera mucho de ella. Es natural. Una persona con tales cualidades suscita ilusión. Ella, que encarna las mejores virtudes políticas, hace concebir esperanzas. Pero es renuente, tal vez sea otra virtud. Nos tiene inquietos, expectantes, todos pendientes de sus gestos para saber sus propósitos. Qué celo pone en sus secretos. Natural que nos entusiasme. A nadie le seduce la gente explícita y tajante. La seducción viene del sigilo, de lo velado, de lo enigmático. Insinúa, pero no muestra. Erótica política.
No creáis que es por capricho. Todo tiene una razón. Las elecciones de mayo son complicadas, las más difíciles para una organización política que tendría que abordar la confección de listas de 8.131 municipios, más trece comunidades autónomas y tres Juntas Generales. Difícil para cualquiera, imposible para el incipiente proyecto de Yolanda Díaz.
¿Qué iba a hacer el Sumar de Yolanda Díaz compitiendo con Podemos? Se sometería a un fracaso múltiple. Y, si es por fracasos, mejor que lo sufra Podemos a solas. Ahí es donde está la cosa. Ahí es donde se advierte que Yolanda caza al acecho. Esa modalidad de caza que consiste en esperar a la presa, aguantar inmóvil, sin que se te vea, para lanzarte a por ella cuando está más desprotegida, más indefensa, más débil. Hasta ese momento hay que estar en silencio: discreción, discreción, discreción.
Si se produce la caída electoral que se augura a Podemos, alguien tendrá que ocupar ese espacio político, no vaya a quedar la izquierda de la izquierda sin voz que la represente. Por ello, Yolanda, tan sagaz, tan candorosa, sabrá emerger en el momento en el que haya que tomar el relevo al corredor exhausto.
Si se produce la caída electoral que se augura a Podemos, alguien tendrá que ocupar ese espacio político, no vaya a quedar la izquierda de la izquierda sin voz que la represente. Por ello, Yolanda, tan sagaz, tan candorosa, sabrá emerger en el momento en el que haya que tomar el relevo al corredor exhausto.
Si Podemos colapsa, muchos creerán que no fue por las ideas sino por los gestores, como siempre sucede en el socialismo. Decía Javier Pérez-Cepeda que “En cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos”. Sin necesidad de ser insolente, se puede decir que la receta socialista buscará, una vez más, otra cocinera que maneje el churruscado, Yolanda Díaz. Y si no colapsa Podemos, la arrogante Yolanda, con un proyecto etéreo, se encontrará a Belarra y a Montero a las puertas de su sede, como Escila y Caribdis en el estrecho de Mesina, impidiéndole pasar.
Triste destino para mujer tan alegre. O no. Que si no se pasa por Mesina se pasa por Ferraz. ¿O acaso no se le ha ocurrido a Sánchez incorporar a Yolanda en las acogedoras listas del PSOE, en las que la lideresa pueda, en feliz confluencia y tal como prometió a la agitada izquierda, Sumar?