Este 8-M de 2023 es tan necesario como siempre. Lo es, aunque sea obvio decirlo, porque en las calles y en las casas se reivindica la lucha feminista en un trozo de planeta, este en el que nos ha tocado vivir, donde el machismo sigue imperando, aunque se manifieste a veces de forma evidente y a veces de forma taimada. Sólo por eso merece la pena que todos pensemos en morado en este día. Ocurre, eso sí, que esta vez la jornada en defensa de las mujeres llega ensombrecida por las disputas políticas a causa de la 'ley del sólo sí es sí'.

El espectáculo de este martes, con los socios de la coalición del Gobierno y sus aliados políticos acuchillándose en el Congreso de los Diputados, pasará a la historia del parlamentarismo y no precisamente para bien. Además de las palabras gruesas que unas y otros se dedicaron, la imagen de las ministras Irene Montero y Ione Belarra en el banco azul del Parlamento era tan desalentadora como explicativa. Esa división tiene su influencia aquí, en Euskadi, tanto por la discrepancia de los socios ya citada como porque el nacionalismo también se ha dividido, con el PNV votando junto al PSOE y con Bildu votando junto a Podemos en el bronco debate parlamentario... 

Pese a lo que digan los negacionistas, la violencia machista es un problema estructural con múltiples causas que se debe combatir con todas las herramientas, toda la contudencia y toda la celeridad que sean posibles

También ensombrece este 8-M que en la víspera conociéramos esa terrible violación grupal a una menor en Badalona. No hay palabras para expresar la repugnancia que algo así produce pero sí las hay para entender una vez más que, pese a lo que digan los negacionistas, la violencia machista es un problema estructural con múltiples causas que se debe combatir con todas las herramientas, toda la contudencia y toda la celeridad que sean posibles. Y la violencia, claro está, no es la única forma de machismo ni tampoco es el único reto pendiente. Porque la desigualdad tiene muchas caras, como la vergonzante brecha salarial o la ausencia de paridad en las empresas que hoy les contamos.  

Ensombrecido, sí, pero tan necesario como siempre. Este 8-M nos vemos tras la pancarta. Por ellas, por todos.