Por fin quedó desvelada una incógnita que ha tenido a los mentideros políticos entretenidos durante prácticamente un año ¿qué va a hacer, o más bien, qué iba a hacer la actual vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, de cara a las próximas elecciones generales?. Duda despejada, Díaz será candidata a la presidencia del Gobierno por parte de la formación política que ella misma ha impulsado, y que tiene por nombre “Sumar”.
La noticia, si bien era esperada, no ha dejado indiferente a nadie, por varios motivos. El primero es que el hecho de que a las comicios se presente un nuevo partido genera nerviosismo a propios y extraños puesto que obliga sin lugar a dudas, a que la tarta tenga que repartirse un poco más. En segundo lugar porque quien lo impulsa y lo lidera no es alguien que resulte desconocida sino que según las encuestas, es la política mejor valorada y eso quieras que no, si no genera miedo, cuando menos, causa respeto.
En tercer lugar el evento en el que se produjo el anuncio, como suele ser habitual, fue más valorado por las ausencias que por las presencias, que dicho sea de paso fueron muchas y variadas. Pero faltaron los líderes del partido que ha hecho que Yolanda Díaz hoy esté donde está, y que le otorgo su confianza: Unidas Podemos
Entre los logros que exhibe la candidata, están asuntos claves como el Salario Mínimo Interprofesional, o la renovación de la Ley de Pensiones, sin olvidar que en alguna ocasión, no siempre, ha sido capaz de sentar en la misma mesa a los agentes sociales, y además levantarse con algún tipo de acuerdo.
Eso mismo es lo que le está pidiendo el PSOE ahora, que dialogue y alcance un acuerdo con Unidas Podemos, para que la denominada izquierda de la izquierda del Partido Socialista se presente unida a los comicios y pueda reeditarse el gobierno de coalición.
No parece fácil el acuerdo, puesto que las posturas están claramente enfrentadas y los personalismos no permiten, al menos de momento, relajarlas. En esa división es en la que se frotan las manos los partidos de la derecha
No parece fácil el acuerdo, puesto que las posturas están claramente enfrentadas y los personalismos no permiten, al menos de momento, relajarlas. En esa división es en la que se frotan las manos los partidos de la derecha que entienden, y con razón, que mientras en la izquierda se estén tirando los trastos a la cabeza, ellos tienen el camino despejado para seguir lanzando dardos al otro lado, sin que los del enemigo lleguen al suyo.
Tiene la actual vicepresidenta un reto complicado por delante, que de no resolverse de forma rápida les va a desgastar a los contendientes en particular, y a la izquierda en general. Y no es el único, porque tras el anuncio a bombo y plantillo de su candidatura, donde no faltaron luz y taquígrafos, ahora toca poner encima de la mesa propuestas realistas, y según ella misma dice ilusionantes. Aquí va a tener que ser innovadora, si no quiere caer en relatos y discursos ya conocidos y trillados desde la izquierda. Si quiere de verdad, diferenciarse, debe hacerlo con planteamientos nuevos que vayan mucho más allá de definir a su partido como feminista o de expresiones como que las mujeres “no necesitamos tutelas”. Esas ideas en el arranque dan titulares, pero no configuran programas y mucho menos generan la ilusión necesaria en un país en el que la desafección a la política y a los políticos, campa a sus anchas.
Yolanda Díaz tiene ante sí una oportunidad y una cantidad innumerable de obstáculos a lo largo de un camino que no va a ser fácil, y que tiene que ir despejando en los próximos meses
Yolanda Díaz tiene ante sí una oportunidad y una cantidad innumerable de obstáculos a lo largo de un camino que no va a ser fácil, y que tiene que ir despejando en los próximos meses. Es empática y carismática, pero eso no es suficiente. Va a tener que tirar de su talante conciliador si quiere generar sinergias. Primero le toca con Podemos y luego también debería hacer gestos hacia el mundo económico y de la empresa, donde sus políticas y directrices han levantado ampollas por significarse de forma sistemática a favor de los trabajadores, y obviar los planteamientos empresariales.
En fin, que frentes abiertos ni le faltan, ni le van a faltar y si me apuras es más complicado el limar asperezas con el partido morado que el acercar posturas con los empresarios.
De momento revueltos pero no juntos. Ver venir.