El rodaje de la película “Freud´s Last Sesion” acaba de concluir en Irlanda. En este caso,el dramaturgo Mark St. Germain ha adaptado su propia obra teatral para convertirlaen un guión cinematográfico que ha sido filmado por el cineasta Matt Brown. Lapelícula está ambientada justo cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, durante los últimos años de vida de Sigmund Freud (interpretado por Anthony Hopkins). Concretamente, la acción comienza el 3 de septiembre de 1939, día en el que Inglaterra y Francia declaran formalmente la guerra a Alemania.
La sinopsis es sencilla y la recuerdo vagamente pues pude ver la obra de teatro en Madrid hace unos años, dirigida por la británica Tamzin Townsend. Una tarde Freud
invita a su casa a C.S. Lewis (escritor de obras como “Las crónicas de Narnia”) con el que debatirá sobre la muerte y la existencia de Dios. Se trata de un encuentro ficticio que sirve para plantear un debate imposible. Lewis llega tarde a la reunión. Freud quiere saber por qué este intelectual asume la creencia en Dios. Recuerdo diálogos ágiles sobre la cuestión de la fe y una ambientación realista. El escritor anglicano Lewis ironiza sobre las teorías de Freud acerca de este tema tan trascendental. En cierto modo da la impresión de que en la vida se pueden discutir las ideas, pero no las creencias. Cada vez que van a hablar de una cuestión fundamental, sucede algo que lo impide, y retomarán después la conversación. Hay un momento en que el creyente Lewis le dice al ateo Freud que es “espantosamente egoísta”. A pesar de estar al borde de la muerte, Freud sigue buscando, preguntando y pensando.
En una reciente conversación con Jorge Alemán, el entrevistador Amador Fernández Savater afirmaba que “la política sin psicoanálisis está abocada al fracaso”. Puede que tenga razón. De lo que no tengo dudas es de que la palabra seguirá siendo insuficiente y el malentendido siempre será una parte esencial de la condición humana. Casi diría que es inevitable. El director de la cinta Matt Brown reflexiona sobre nuestra época, tan líquida y a la vez, paradójicamente, tan dividida, donde no hay espacio para los matices: “Vivimos en una era que está muy polarizada ideológicamente, donde todos están atrapados en sus propias tribus, sin un diálogo real. Quiero hacer una película para todos los públicos que sea emocional, estimulante y creativa. Una película que hace las grandes preguntas, mientras investiga lo que está en el corazón de la condición humana: el amor, la fe y la mortalidad”. Esta cuestión es clave. La identificación de las masas con el líder puede ser catastrófica. Con la identificación, el sujeto encuentra un goce íntimo. ¿A qué te identificas y cómo? Esas preguntas deberíamos hacernos, como un dramaturgo que sabe que, para ser honesto, debe pensar contra sí mismo. Una identificación muy fuerte con un ideal te cierra la comprensión de otros matices. Los fanáticos no tienen dudas. Y aquellos que se creen capaces de todo por materializar ese ideal son capaces de las mayores atrocidades. Los individuos quedan atrapados en sus tribus, ideologías, movimientos sociales, partidos, iglesias... Esto es lo que Freud llamó el mecanismo psíquico básico de la "identificación". Este mecanismo puede ser el motor de las sociedades hacia el progreso, pero también impide los pactos y puede dar rienda suelta a las pulsiones mortíferas.
La identificación es imprescindible para encontrar el amor, desempeñar un trabajo y, en definitiva, vivir. Sin embargo, el psicoanálisis trata de que un sujeto abandone las identificaciones que le son perjudiciales. Bauman entiende que vivimos en una sociedad líquida donde todo es fluido, efímero, inconsistente, con una pérdida de identificaciones sólidas y tradicionales. Afirma que estamos ante un deterioro de vínculos afectivos con personas e instituciones. Todo esto puede ser cierto, pero paradójicamente por otro lado han surgido identificaciones muy potentes y con gran poder destructivo hacia los otros. Son identificaciones sobre las que se transporta la pulsión de muerte. Ese es el tema de hoy en el mundo: ¿cómo operar socialmente frente a esto? ¿Cómo se pueden desagregar los movimientos totalitarios y debilitarlos? Los populismos de ultraderecha y el movimiento woke son claros ejemplos de esto: todo su discurso se sustenta en el mecanismo de la identificación.
En el capítulo siete de “La interpretación de los sueños” Freud analiza algunos sueños de contenido alucinatorio y reflexiona sobre lo fragmentario de los sueños y el hecho de que solamente recordemos algunos de esos fragmentos, gracias a nuestra infiel memoria. Afirma Freud citando a varios autores (Spitta, Foucauld, Tannery) la hipótesis de que todo lo que en el sueño significa orden y coherencia ha sido introducido en él a posteriori, al intentar recordarlo y reproducirlo en un relato. En cierto modo, eso es lo que hacemos en una sala de montaje con el material filmado.
El 22 de marzo de 1895 los hermanos Lumière exhibieron su primera película gracias a la invención del cinematógrafo. Ese mismo año es cuando Freud publica junto a Joseph Breuer “Estudio sobre la histeria”. A diferencia de sus discípulos, Freud nunca mostró interés por el cine. Y es curioso que el cine se haya interesado tanto por Freud, pues él siempre vio el séptimo arte como una distracción sin mayor interés. En su visita a New York en 1909 asistió al cine y le pareció un espectáculo de feria. Nunca le gustó ser filmado.
John Huston es el cineasta que por primera vez lleva la vida de Freud a la gran pantalla. En “Freud. Pasión secreta” (1962), ambientada en 1885, Huston realiza una película sobre un joven Freud que comienza investigando la histeria y la neurosis para después indagar en la interpretación de los sueños y el psicoanálisis. La interpretación de Montgomery Clift es impecable. La película viene a ser un descenso a los infiernos del subconsciente. Fue un fracaso comercial pero quizá la versión más interesante hasta la fecha. Es este un film sobre el psicoanálisis que muestra que un análisis va del síntoma al fantasma inconsciente. En 1976 el cineasta Herbert Ross realiza otra divertida parodia sobre Freud, que en este caso ayudará a Sherlock Holmes a superar su adicción a la cocaína. En la más reciente “Un método peligroso” (2011) el protagonista del filme es Carl Jung pero Freud tiene aquí un papel fundamental, pues en un principio veía en Jung un discípulo. A Freud le interesaba tener a un alemán “ario” como Jung a su lado para que el psicoanálisis no se viese como una cosa de judíos únicamente. Sin embargo, cuando ve que Jung se aleja cada vez más de la ciencia para abrazar la mística, ya no puede seguir con él. El conflicto tiene que ver con la ruptura de la amistad entre ambos. Habrá que esperar al estreno del filme de “Freud´s Last Sesion” para ver cómo ha enfocado el personaje Anthony Hopkins.