Habrá, como mandan los cánones de estas jornadas electorales, distintas lecturas de este 28-M, todas ellas legítimas. Para muchos el ganador moral es Bildu, sobre todo por sus victorias en Gipuzkoa y Vitoria. Para otros, vence el PNV, porque mantiene dos de las tres diputaciones y dos de las tres capitales.

Que cada uno saque sus conclusiones. Lo que está claro, en todo caso, es que estamos ante una noche electoral de contrastes. Los peneuvistas cosechan una victoria agridulce, porque lo cierto es que pierden terreno en favor de su gran rival en casi todas partes.

Y la coalición abertzale logra victorias históricas que, sin embargo, seguramente no les servirán para gobernar, porque si PNV y PSE mantienen su apuesta por liderar juntos las instituciones, ni el Ayuntamiento de Vitoria ni la Diputación de Gipuzkoa cambiarán de manos. 

Contrasta también que una campaña tan marcada por la presencia de etarras condenados en las listas de Bildu haya servido precisamente para movilizar a su electorado y no para restarle apoyos. 

Ni PNV ni Bildu. La verdadera ganadora de esta cita con las urnas es la abstención. Cifras de récord. Como algunos ya vaticinábamos, los ciudadanos vascos se han quedado en gran medida en casa. Y eso sí es una mala noticia para todos.