Acostumbrados a que cada semana tengamos alguna celebración de este tipo, quizás les haya pasado desapercibida la del Día Mundial del Medio Ambiente del pasado lunes 5 de junio. Aunque para serles franco no hay mucho que celebrar, más bien, en todo caso, reivindicar, concienciar y sensibilizar para tratar de cambiar una inercia que está a punto de ser irreversible. Mientras algunos siguen hablando de pactos, cambios de ciclo, adelantos electorales o listas más votadas, la realidad, que es tozuda, no deja de demostrarnos que seguimos sin dar un respuesta clara a nuestra supervivencia como especie y que árboles y arbustos nos impiden ver el bosque del cambio climático.

La llamada de atención ha llegado esta vez desde una publicación tan prestigiosa como la revista Nature y de la mano de un grupo de científicos mundiales que ya en 2009 habían identificado los nueve límites que no deberíamos sobrepasar para mantener la vida humana sobre la tierra. Un nuevo informe, en el que han participado miembros de BC3 (Basque Centre for Climate Change) señala que ya hemos sobrepasado 7 de esos 9 límites. Aspectos como el agua dulce disponible, la biodiversidad o la contaminación están ya en rojo y suponen un peligro para nuestro planeta y, evidentemente, para todos nosotros.

Las cifras son más que alarmantes, por ejemplo, uno de esos umbrales señalaba que deberíamos mantener entre un 50 y un 60% de la naturaleza global intacta, sin embargo ahora mismo estamos ya entre el 45 y 50%. También se decía que el aprovechamiento del agua subterránea no debería superar su capacidad de regeneración y esto tampoco se está cumpliendo, tenemos casos muy cerca en Doñana o Daimiel.

El 50% de los gases de efecto invernadero proceden del 10% de los países más ricos

Pasa lo mismo con los niveles de contaminación y, por si fuera poco, la temperatura de la Tierra ya ha aumentado 1,2 grados frente a los 1,5 grados que establece el límite físico máximo para no generar cambios irreversibles. En este nuevo informe se ha introducido el concepto de justicia social para lograr frenar esta degradación ya que, por ejemplo, el 50% de los gases de efecto invernadero proceden del 10% de los países más ricos. Unos provocamos el problema y otros, generalmente los más desfavorecidos, lo sufren.

A pesar de esta visión tan apocalíptica, los científicos dejan bien claro que todavía podemos hacer mucho para evitar los escenarios más extremos: las personas somos parte del problema y, por lo tanto, debemos también ser parte de la solución. Así que, si les parece, me gustaría resaltar algunas iniciativas que han surgido estos días y que señalan meridianamente el camino a seguir para no sobrepasar estos límites planetarios.

No nos vamos a tener que ir muy lejos para ver los 2 primeros ejemplos, son de nuestros vecinos franceses y demuestran hasta que punto es importante una política valiente que lidere estos cambios. Ya comentamos hace algún tiempo la intención del gobierno francés de prohibir los vuelos nacionales que pudieran ser sustituidos por desplazamientos en tren de menos de 2,5 horas. Pues bien, ya es oficial y, aunque sólo representan un 3% de los vuelos totales, muestra un buen camino a seguir que fundamentalmente tiene que ver con el sentido común.

Desde París llega un nuevo plan urbano climático pensado por y para adaptar la ciudad al cambio climático

La otra de la iniciativas que nos llega desde el país galo viene desde su capital, una de las ciudades europeas que está dando un cambio más radical en estos últimos años. Se trata de su nuevo plan urbano bioclimático que ha visto la luz tras más de 3 años de trabajo y 3.000 folios de ideas como la renaturalización de sus calles y edificios, la limitación de sus construcciones, la despermeabilización del suelo o el aumento de la vivienda social. Un plan general urbano pensado por y para adaptar la ciudad al cambio climático, ya que es el escenario en que nos estamos moviendo ahora, no en el de construir nuevas infraestructuras viarias llenas de asfalto.

También encontramos iniciativas que van a ayudar a no sobrepasar esos umbrales sin salir de nuestras fronteras. Por si no lo sabían, la industria y el transporte suponen el 84% de las emisiones de gases efecto invernadero en Euskadi, por eso son importantes proyectos de largo recorrido como Basquevolt, la futura gigafactoria que trabajará por una electrificación más eficiente de los vehículos desde el corazón del Parque Tecnológico de Álava, impulsando tecnología hecha en Europa frente a la feroz competencia asiática.

La economía descarbonizada ha llegado para quedarse y han que ir transformando todos los sectores. En el del textil, uno de los más contaminantes, encontramos otro ejemplo de liderazgo de una empresa vasca como Micolet que, como publicaba recientemente este diario, se ha convertido en uno de los líderes europeos en la venta de ropa usada desde su sede central en Bilbao.

No nos empecinemos en buscar atajos para conseguir unos años más de beneficios económicos que lo único que van a hacer es profundizar en un problema que amenaza con acabar con nuestro ecosistema 

No cerremos los ojos y hagamos oídos sordos al trabajo de miles de científicos que casi a diario nos muestran el camino al cambio de nuestra economía y hábitos adquiridos, no nos empecinemos en buscar atajos para conseguir unos años más de beneficios económicos que lo único que van a hacer es profundizar en un problema que amenaza con acabar con nuestro ecosistema tal y como lo hemos conocido hasta ahora.

No dejemos que ni un solo proyecto que implique superar estos 9 límites salga adelante. Es responsabilidad de todos nosotros, cuando todavía nos queda un hilo de esperanza, también en Euskadi, aunque sólo generemos el 0,5% de las emisiones de la UE.