Iker Casanova y Maddalen Iriarte, candidatos a la Diputación General de Bizkaia y Gipuzkoa respectivamente, conservan sus actas en el Parlamento Vasco / Unanue-  Europa Press

Iker Casanova y Maddalen Iriarte, candidatos a la Diputación General de Bizkaia y Gipuzkoa respectivamente, conservan sus actas en el Parlamento Vasco / Unanue- Europa Press

Opinión

Ecos de fondo

9 junio, 2023 05:00

Las elecciones del 28 de marzo dejaron en Euskadi a un partido tocado, EAJ/PNV, y a otro levitando, EH Bildu. El mismo partido que quedó tocado, tras dejarse casi 80.000 votos con respecto a 2019, es el que tiene más posibilidades de gobernar en los dos territorios donde más voto ha perdido: Gipuzkoa y Vitoria-Gasteiz. Es lo que tienen las elecciones, es importante ganar, pero más importante es gobernar.

El partido que suele ser socio habitual del partido que ha sido hegemónico en Euskadi, el PSE-EE, ha salido fortalecido en unas elecciones en las que pese a haber perdido voto, ha conseguido más representación institucional, lo que le ha colocado en una posición ventajosa a la hora de negociar.

En un contexto multipartidista, tener poca representación ya no significa no ser influyente

El partido que sufría el ostracismo en Euskadi, al que se le achacaba estar desconectado con el momento social y político, el Partido Popular, se encuentra con unos resultados electorales que le permiten marcar el ritmo de las negociaciones, o por lo menos generar interferencias y conseguir notoriedad. En un contexto multipartidista, tener poca representación ya no significa no ser influyente, porque cuando la cantidad que sumas, por muy pequeña que sea, es suficiente para que se constituya la mayoría absoluta suficiente para que no gobierne la lista más votada, la calidad de tus resultados es más relevante que la cantidad.

Decía Ainara Villaño tras las elecciones del 28-M, que el marco en la política vasca es continuismo o cambio. Es sobre esta premisa que se entiende la postura del PSE-EE en las negociaciones para llegar a acuerdos de gobernabilidad con el PNV. Al tripartismo de izquierdas todavía no le ha llegado su momento, todavía hay frutos demasiado verdes que se pueden caer si agitan el árbol antes de tiempo: no tocar mientras esté en juego el Gobierno de Madrid, no mientras se pueda afectar a la estabilidad del Gobierno Vasco. Continuidad y estabilidad, son las dos palabras que sirven para enmarcar el acuerdo de gobernabilidad entre EAJ/PNV y PSE-EE.

Pero, este en un ciclo electoral que sabíamos que no terminaba en las elecciones del 28-M, le seguían las elecciones generales y las elecciones autonómicas del 2024 – junto con las europeas del mismo año. Sin tiempo para la pausa necesaria que nos permita digerir y analizar unos resultados que anuncian corrientes de fondo en la política vasca, todo se acelera con el adelanto súbito de las elecciones generales por parte de Pedro Sánchez. Un adelanto que pilla con el pie cambiado a un PNV tocado (sin margen para reaccionar) y levitando a un EH Bildu que se siente empujado por una corriente favorable de percepción de cambio de ciclo.

Está por ver qué pasará en la siguiente parada, en las elecciones del 23-J. Si la alta movilización que ha demostrado la derecha en las elecciones del 28-M será suficiente para provocar el cambio de gobierno en Madrid. Si la alta fidelidad y movilización que ha demostrado el electorado de EH Bildu, se consolida y sigue dando pasos hacia un cambio que muchos vaticinan como probable en las elecciones autonómicas de 2024. Atención al llamamiento al voto útil por parte de la izquierda abertzale, en breve empezaremos a sentir su eco. ¿Lo oyen?