"La Ética en la Política: El Desencanto de los Votantes del PSOE con Sánchez"
En este artículo se explora el desencanto de aquellos votantes que, en el pasado, respaldaron al Partido Socialista con Felipe González, pero que ahora se muestran reticentes a apoyar a Pedro Sánchez. Se establece una relación crucial entre ética y política para comprender esta situación.
Más allá de las palabras, son los actos los que verdaderamente nos permiten conocer a una persona. En el caso de Sánchez, su inspiración política parece alejarse de las ideas socialistas arraigadas en Carlos Marx, y se asemeja más a la famosa frase de Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros". Esta falta de principios éticos es uno de los principales motivos por los cuales muchos votantes han perdido la confianza en él.
La ambición personal de Sánchez prevalece por encima de cualquier convicción ética, y su único objetivo parece ser mantenerse en el poder. Está dispuesto a aceptar cualquier pacto o compromiso político con tal de obtener el apoyo necesario para gobernar, incluso si esto contradice promesas previas. Esta actitud resulta censurable para la mayoría de la población, ya que implica una falta de valores y principios fundamentales por parte de un líder político.
El temor de que Sánchez recurra a los votos de los independentistas para mantenerse en el poder es una preocupación compartida por muchos. La posibilidad de impulsar un referéndum en Cataluña se considera una estrategia política que él no dudaría en emplear, sin importarle forzar la Constitución o el posterior fallo en contra de sus decisiones. Su enfoque a corto plazo y su desprecio por las consecuencias a largo plazo reflejan una falta de ética y responsabilidad en la toma de decisiones.
El actual liderazgo de Sánchez se centra en complacer a otros partidos políticos para asegurar su continuidad en el poder. Esto se traduce en la emisión de decretos y la concesión de privilegios que implican un gasto público que empobrece aún más a la sociedad. Parece recordar al pueblo únicamente cuando se acercan las elecciones, pero lo hace derrochando dinero público, lo cual no solo empobrece a la sociedad, sino que también debilita la economía y, lo que es aún más preocupante, fomenta una sociedad carente de valores, en la que la mayoría de los jóvenes aspiran a ser funcionarios para evitar el trabajo.
El sector público atraviesa una etapa desastrosa, caracterizada por una menor eficiencia, altos índices de absentismo, la existencia de puestos innecesarios y una gestión generalmente mediocre. Los cargos se otorgan en función de lealtades personales en lugar del servicio público, lo que lleva a una toma de decisiones deficiente por parte de personas mediocres. Esta situación afecta a toda la sociedad, ya que las decisiones que se toman tienen un impacto en todos nosotros.
Aunque el descontento no implica un rechazo al socialismo en sí, es evidente que el partido necesita líderes éticos y con principios para recuperar la confianza de los votantes. Además, no hay que temer a partidos como VOX, cuya influencia disminuirá a medida que el sanchismo desaparezca.
El Partido Popular (PP) tampoco puede confiarse, ya que, si realmente le interesa el bienestar de los españoles, deberá abordar, explicar y resolver numerosos problemas. Uno de ellos es la gestión de las empresas públicas, que ya presentaban deficiencias antes de la llegada de Sánchez, pero que han empeorado significativamente bajo su mandato. Estas instituciones, dirigidas por amigos de Sánchez, han aumentado en gran medida las pérdidas económicas y han dañado la reputación de las instituciones públicas. La ineficiencia, el absentismo laboral, la falta de motivación, la falta de enfoque en los deberes en lugar de los derechos, la falta de implementación de tecnologías para mejorar y reducir costos, entre otros problemas, han convertido al sector público en el peor servicio y el mayor derroche, convirtiéndose en el principal desafío económico de España.
Es necesario abordar esta situación con seriedad, responsabilidad y ética, ya que el derroche de dinero público no solo empobrece a la sociedad, sino que también demuestra una total falta de ética. Lamentablemente, se ha extendido la absurda idea de que "hay que mantener el gasto público", cuando en realidad lo que se debe mantener y mejorar es el servicio público, y esto se puede lograr reduciendo significativamente el gasto público mediante una gestión eficiente, el uso de tecnología y una perspectiva ética.
Es fundamental actuar con seriedad, responsabilidad y ética en todos los aspectos, pensando en el bienestar de todos los españoles y en su futuro, así como en el progreso de nuestros vecinos africanos, quienes representan tanto una gran oportunidad para Europa si prosperan, como una gran amenaza si sufren. Debemos buscar el progreso para todos y demostrar que ser progresista implica generar avances, no simplemente autodenominarse como tal.
Las nuevas tecnologías representan una gran oportunidad para acelerar nuestro progreso y el de África, nuestra gran oportunidad. Los gestores públicos deben ser verdaderos gestores y no debemos temer a la competencia entre el sector público y el privado para mejorar y abaratar los servicios para todas las personas. En caso de ser necesario, la privatización se debe realizar en beneficio de las personas, ya que se ha demostrado ampliamente que los políticos son malos administradores y aún peores cuando carecen de ética.
En conclusión, la política y la ética están intrínsecamente relacionadas y se necesitan mutuamente. La ética proporciona los principios morales fundamentales que deben guiar las acciones políticas, mientras que la política tiene la responsabilidad de tomar decisiones éticas que promuevan el bienestar y el interés general de la sociedad. El diálogo y el debate ético son fundamentales para garantizar una política justa y responsable, y eso es lo que esperamos de aquellos que reemplacen a Sánchez, ya que con él será imposible lograrlo.