Tras los dos últimos comicios son muchos los que han especulado con una supuesta crisis del PNV, partido que se ha dejado unos 100.000 votos en los últimos tres años. Casi todos hablan del sorpasso de un Bildu estratégicamente más centrado y del alejamiento de muchos votantes que ya no ven a las huestes de Ortuzar como las más eficaces en la gestión pública. A mi juicio, sí hay un cierto declive del PNV pero no tan pronunciado como muchos analistas, alimentados probablemente más por sus deseos personales que por datos objetivos, quieren ver.
Al Partido Nacionalista Vasco le ocurre lo mismo que a las marcas comerciales más veteranas: sus clientes se cansan de comprar siempre lo mismo. Es lo que tiene gobernar repetidamente durante más de 40 años: el votante se va aburriendo (o muriendo) y los empleados se van apoltronando. Efectivamente, el PNV tiene una crisis de identidad: sus gestores ya no tienen la motivación del que crea algo casi de cero y la sociedad vasca ya no ve al "partido eje" como el único capaz de hacer las cosas con la eficacia y decencia que exigen, en una comunión de intereses, contribuyentes y jaungoikoa.
Sus gestores ya no tienen la motivación del que crea algo casi de cero y la sociedad vasca ya no ve al "partido eje" como el único capaz de hacer las cosas con la eficacia y decencia que exigen
No es, en cualquier caso, un fenómeno nuevo y los bomberos de Sabin Etxea confían en apagar el fuego recurriendo a la seriedad del actual lehendakari (70% de aprobación en el último sociómetro) y al miedo a que vengan "los malos". Si Bildu vuelve a presentar a Otegi, no lo tendrán muy difícil para movilizar votantes. Pero no estaría mal que también se apuntaran algunas tareas pendientes que están soliviantando a muchos votantes y que son claras amenazas en cualquier análisis DAFO que se haga en este momento.
Por una parte, que la confianza ciega se ha evaporado. Cara al votante, el PNV es hoy un partido prácticamente idéntico a los demás, con sus corruptos, sus cuotas femeninas y su larga lista de apoltronados enchufados. La honestidad que caracterizaba a unas siglas tan católicas que llevan a dios en su nombre (la J de jeltzale es la misma de jaungoikoa) ya no se percibe de la misma manera en una sociedad que sigue siendo creyente aunque no practicante. El sirimiri de los escándalos, aun con la barrera de los teleberris, ha ido empapando a una población que ha sido la única, junto con la catalana, que ha incrementado su voto a Vox entre 2019 y 2023.
El sirimiri de los escándalos ha ido empapando a una población que ha sido la única, junto con la catalana, que ha incrementado su voto a Vox entre 2019 y 2023
El PNV era percibido como un partido de centro-derecha y hoy, tras constantes escoramientos hacia la izquierda de la mano de una cuadrilla procedente de las zonas más obreras de Bizkaia, casi nadie tiene claro lo que es. Es incomprensible la tibieza con la que se enfrenta a temas como el fraude en la RGI, la frecuencia con la que los "jóvenes desarraigados" la lían, la creciente delincuencia o la fuga de grandes contribuyentes y de las multinacionales con las que otrora se identificaba al país, como Gamesa, Iberdrola o BBVA. Son muchos los votantes que ya no se identifican con unos supuestos líderes que no cogen el toro por los cuernos en los temas que más preocupan a la gente de la calle.
Dudo mucho que la sociedad vasca sea más de izquierdas que la madrileña, que tiene un PIB muy similar, ni que esté más preocupada por el desmantelamiento de Osakidetza que la de la comunidad que gobierna Isabel Díaz Ayuso. La principal diferencia entre los que gobiernan en Lakua y en la Puerta del Sol está en sus asesores. Mientras Urkullu se ha rodeado de una pandilla de sociólogos que evitan el conflicto y tratan de buscar siempre la posición más equilibrada, Ayuso se caracteriza por acciones de carácter más comunicativo inspiradas por el publicista y ex periodista Miguel Angel Rodríguez. Son dos estilos y dos resultados: el vasco aparece como blando y la madrileña como dura.
Son muchos en Euskadi los que añoran a Iñaki Azkuna y muy pocos los que se atreven a decirlo en voz alta. Porque otro problema que atraviesa el PNV deriva de su disciplina interna, más parecida a la de la China comunista que a la de un país democrático. No están autorizadas las disensiones y prueba de ello es que los que únicos que se atreven a manifestarlas sean jubilados como Iñaki Anasagasti, José Alberto Pradera o Pedro Luis Uriarte, éste último camuflado detrás del lobby Zedarriak. Es cierto que los trapos sucios se lavan en casa, pero también que la innovación abierta requiere una escucha activa y sin prejuicios de todas las opiniones, por muy divergentes que sean. En caso contrario, es muy difícil evolucionar.
Otro problema que atraviesa el PNV deriva de su disciplina interna, más parecida a la de la China comunista que a la de un país democrático
Como última clave para entender lo que está ocurriendo hay que recordar que la identificación del PNV como el único partido que defendía los intereses vascos en Madrid se ha evaporado. Un Bildu excelentemente tripulado por Oskar Matute ha conseguido cambiar esta imagen. Por si fuera poco, que la principal reclamación de Euskadi en la Corte, la llegada de la alta velocidad ferroviaria, se haya dilatado tanto en el tiempo genera la sensación de que el PNV no ha negociado correctamente pese al poder alcanzado. Dicho de otra manera: le han toreado.
El Partido Nacionalista Vasco siempre dio prioridad al gobierno sobre el programa, pero lo que ocurre últimamente es tan descarado que está desmovilizando a muchos votantes. Eliminada ETA y con unas cotas elevadísimas de soberanía, el PNV carece de un proyecto que sea capaz de aunar colectivamente a gran parte de la población. En Euskadi se vive muy bien y cada día son más los que solo quieren que las cosas sigan funcionando así, gobierne quien gobierne.