El pasado viernes, 22 de septiembre, el Día sin Coches cerraba un año más la Semana Europea de la Movilidad Sostenible. Más de dos décadas concienciando, difundiendo, compartiendo y testando los cambios que necesitan las ciudades y territorios para descarbonizar su movilidad y seguir siendo igual o más eficientes. La iniciativa de la UE ha supuesto, sin duda alguna, un revulsivo enorme para transformar el espacio urbano y activar nuevos hábitos de movilidad libre de carbono, muchas medidas que se testaron en esta campaña se han implementado luego con éxito en nuestras ciudades. Sin embargo, da la sensación de que, en cuanto pasan estos 7 días, todos nos olvidamos de que impulsar esta movilidad requiere reformas profundas y la concienciación y compromiso de todas las personas, especialmente de las instituciones, que son responsables de implementar las nuevas medidas y, sobre todo, de evitar proyectos que vayan en sentido contrario. Es evidente que no siempre es así y, como ya he denunciado desde esta tribuna varias veces, vivimos un momento de involución peligrosa en las políticas de movilidad. Así que desde ya reivindico 52 semanas de la movilidad sostenible para cumplir con lo que se dice y se promulga del 16 al 22 de septiembre en nuestras ciudades y pueblos.
Construir una estrategia de movilidad sostenible no se hace de un día para otro, requiere mucha dedicación y esfuerzo y, sobre todo, una visión holística porque los cambios en la movilidad de una ciudad afectan directamente a la configuración del espacio público y a la vida diaria de sus habitantes. Tenemos un espacio limitado y hay que priorizar los modos de desplazamiento, primando los que no contaminan y son más saludables para la ciudadanía. Este es un principio básico de la movilidad sostenible que choca con algunos anuncios que hemos visto estos días en alguna capital vasca, como la supresión de espacio dedicado al transporte público para dárselo al vehículo privado. La movilidad es clave en las ciudades y como tal creo firmemente que todos los Ayuntamientos deben tener un área que coordine este aspecto, superando los obsoletos y trasnochados departamentos de tráfico.
Tenemos un espacio limitado y hay que priorizar los modos de desplazamiento, primando los que no contaminan y son más saludables para la ciudadanía
El coche es un elemento más, pero si queremos cumplir los acuerdos de París y si queremos tener ciudades más saludables y competitivas, debe estar en la parte final de una pirámide encabezada por las personas y seguida por el transporte público y la bicicleta. Esto es lo que hacen las urbes más competitivas y con mayor calidad de vida de Europa. En Euskadi deberíamos seguir ese camino y no siempre es así. No se puede ser miembro de la Misión de la UE de 100 Ciudades Inteligentes y Climáticamente Neutras para 2030 y retroceder en el espacio ganado para los modos de movilidad más sostenibles. Los ayuntamientos deben ser valientes, coherentes y decididos en sus estrategias de movilidad y darles el tiempo necesario para que se asienten. Todos sabemos que, a veces, estas decisiones tienen detractores y críticas, pero ¿alguien volvería a meter coches por ejemplo en la calle Dato de la capital alavesa, la primera vía en peatonalizarse en el Estado? Estoy seguro de que no y, sin embargo, las críticas en su época fueron numerosísimas. Gobernar significa liderar y creo que la mayoría, desde luego todas las instituciones vascas, compartimos una hoja de ruta que es muy clara en este y otros aspectos: la Agenda 2030.
Llama la atención que a día de hoy las 3 capitales vascas sigan sin tener implantada su ZBE (Zona de Bajas Emisiones), un espacio que la Ley de Cambio Climático estatal obliga a desarrollar a todos los municipios de más de 50.000 habitantes. El caso de Barakaldo es aún más grave, ya que ni ha iniciado los trámites. Es necesaria una mayor coordinación y cooperación interinstitucional para evitar retrasos en temas tan importantes como estos y también se requiere una labor permanente de sensibilización e información a la ciudadanía. Hasta ahora cuestiones como la ZBE se han visualizado desde su parte más restrictiva de cierre del acceso a determinados vehículos, bien al contrario, las zonas de bajas emisiones lo que hacen es permitir un mayor uso del espacio para su vecinos y vecinas, además de reducir la contaminación del aire y la contaminación acústica y mejorar la salud y la calidad de vida de sus habitantes. Muchas ciudades europeas como Londres llevan implementándolas desde hace mucho tiempo y los beneficios están más que contrastados.
Cuestiones como la ZBE se han visualizado desde su parte más restrictiva de cierre del acceso a determinados vehículos, bien al contrario, las zonas de bajas emisiones lo que hacen es permitir un mayor uso del espacio para su vecinos
La consejera Arantxa Tapia hablaba en su reciente entrevista en Crónica Vasca de la necesidad de acelerar la transición energética y no le falta razón. Yo diría que no sólo energética sino ecológica y en esta transformación la movilidad juega un papel fundamental porque el transporte es uno de los sectores que más emisiones de gases efecto invernadero produce. No seremos neutros en carbono si nuestras ciudades no lo son y para eso el peso del coche en el reparto modal debe bajar considerablemente.
No estoy hablando de un escenario de lucha contra el coche sino de racionalización de su uso. Esta tendencia ya ha sido más que asumida hasta por los propios fabricantes, que desde hace tiempo buscan alternativas, impulsando además del coche eléctrico nuevos servicios de movilidad. En Euskadi se está desarrollando también un ecosistema muy interesante en el sector de la movilidad sostenible que va desde empresas muy consolidadas y líderes en su campo como Irizar, CAF o Talgo, pasando por la factoría de Mercedes en Vitoria-Gasteiz, hasta start ups e iniciativas emprendedoras en aspectos como la movilidad inteligente o los cargadores eléctricos, entre otros. También con entidades como el Clúster de Movilidad y Logística o las Fundaciones Mubil en Gipuzkoa y Mobility Lab Vitoria-Gasteiz, dos espacios muy interesantes para promover la colaboración, la innovación y el testeo de soluciones innovadoras en torno a la movilidad. Lo vuelvo a decir ser sostenible es muy rentable y va a serlo aún más, también en movilidad. Así que dejemos que el espíritu transformador de la Semana Europea de la Movilidad Sostenible impregne el resto de las semanas del año.