“Ser o no ser, he ahí la cuestión; si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro”. El archifamoso monólogo de Hamlet nos viene como anillo al dedo para describir el camino hacia la investidura desde que se celebraran las elecciones generales el pasado 23 de julio. La vida de la investidura frente a la muerte de la repetición electoral. Con los ojos bien abiertos intentamos dilucidar lo que la calavera del futuro político nos dice.
Por el momento, sabemos que la función tiene un tiempo máximo de representación, hasta el 27 de noviembre, desde que Alberto Núñez Feijóo pusiera el reloj en marcha con su fallida investidura. Más tarde volveremos al primer acto del melodrama porque estamos en plena proyección y en mitad de la obra, concretamente en su nudo narrativo, ¿podrá el nuevo candidato podrá sumar 176 votos a su favor?. Es la hora de Pedro Sánchez tras el encargo por parte del jefe del Estado.
El protagonista, Sánchez, debe sumar el resto del reparto a su candidatura y todos los votos son imprescindibles. Si bien es cierto que las tablas catalanas andan flojas, las negociaciones se han producido durante todo este tiempo, se están produciendo en este momento y más pronto que tarde tienen que ser públicas las conclusiones La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha asegurado que cuando llegue el momento se abordará con transparencia los posibles acuerdos. Yo diría que ese momento ha llegado.
Las dos herramientas necesarias para apuntalar los apoyos catalanes son la amnistía, con el corpus jurídico que adquiera finalmente y la perspectiva de una suerte de derecho a decidir. Pero hay que añadir un tercer factor, las propias dinámicas doméstica entre Junts per Cat y ERC, que siguen compitiendo por la hegemonía del soberanismo con el horizonte de unas elecciones como tarde en 2025, si no hay adelanto y con la rémora de la amenaza de un PSC crecido y con posibilidad de ser capaz de arrebatarles el Govern en la pugna electoral. Como ven, el cóctel es un caldo de muchos sumandos en los que discernir cuánto hay de escenificación y cuánto de realidad es complicado.
Llegado el caso, los socialistas tendrían el relato hecho. Si hay repetición electoral será la culpa de quienes habiéndoles ofrecido la mano han desistido pidiendo hasta el hombro. En el caso opuesto, Junts y ERC que vienen de sus peores resultados en la generales, tendrían difícil explicar a la sociedad catalana, que da por hecho una ley de alivio penal para los imputados por el 1-O, que ya no es posible y nos vamos a una repetición electoral incierta. A mí me da, que las ganas y la oportunidad otorgada por la carambola de unos escaños imprescindibles no la van a dejar escapar, aunque las piruetas dialécticas y los mensajes de mirada interna hayan sobresaltado al personal. Haya paz.
No hay ganas de repetición electoral en los jeltzales por lo que pudiera pasar, pero Sánchez va a sudar la gota gorda a la hora de negociar o si no con cada ley que quiera aprobar
Diría, que desde un punto de vista como demócrata es más interesante saber cómo va a explicar Pedro Sánchez por qué ahora entiende que la amnistía es imprescindible. Yo creo que lo es, básicamente porque un conflicto de naturaleza política tomó el carril judicial y el a por ellos de cárcel y palo. Ni es efectivo, ni va en la dirección de cómo las democracias deben encontrar vías a través del diálogo y el oficio político en la resolución de conflictos. Ahora bien, que de la sensación de que esto es un mercado persa y que por la obtención de unos votos ha claudicado va a necesitar de dosis pedagógicas en el Estado.
Recordaba recientemente el lehendakari, Iñigo Urkullu, que ya advirtió al PSOE en 2017 de que no apoyara la aplicación del 155, pero de aquellos polvos estos lodos.
Y ya que hemos apelado al lehendakari, veamos cómo está el patio vasco donde la batalla PNV-Bildu a pocos meses de la autonómicas también se va a dejar sentir.
EH Bildu dará su apoyo a Sánchez con total seguridad. Deshojó la margarita desde el primer minuto, sin embargó, el PNV quiere preciar su apoyo de cara a una legislatura, ir más allá del apoyo el día de la investidura. Decía Andoni Ortuzar, en la campa de Foronda, que solo puede pedir quien antes ha cumplido. Deduzco que no hay ganas de repetición electoral en los jeltzales por lo que pudiera pasar, pero que Sánchez va a sudar la gota gorda a la hora de negociar o si no con cada ley que quiera aprobar. A EH Bildu le basta con que se normalicen los acuerdos en Madrid para que sea más sencillo encontrarlos aquí.
No distanciarse de la ultraderecha funciona como repelente de poder sumar ningún apoyo más
Y cerramos irónicamente con lo que fue el principio, la investidura imposible de Feijóo. En la recámara de su pistola queda la posibilidad de una repetición electoral, pero si ésta no se da sabemos varias cosas; Una, que está dispuesto a quedarse, a ser oposición y a ejercerla como el azote de un Gobierno plural que se desangre por sus suturas. Dos, consolidar el liderazgo interno entre los suyos del que sale reforzado tras el debate de investidura. Y tres, que pretender ir al centro y a la vez con Vox son fuerzas de la física imposibles. No distanciarse de la ultraderecha funciona como repelente de poder sumar ningún apoyo más.
Aún así, este fin de semana Abascal, Feijóo o Ayuso marcharán en la misma manifestación contra la ley de amnistía por Barcelona. Recordemos, una ley inexistente por el momento.