Este jueves aparecía pintado de negro el monolito que recuerda a Fernando Buesa y Jorge Díez Elorza justo en el lugar de Vitoria donde fueron asesinados por ETA el 22 de febrero de 2000. Hace tres años atacaron la tumba del dirigente socialista. Cada año, en las fiestas del barrio vitoriano de Judimendi, aparecen carteles o pegatinas con las imágenes de quienes perpetraron aquel doble crimen.

¿Por qué siguen ocurriendo hechos así? En mi opinión, el principal problema que explica estas actitudes es que existe entre nosotros una suerte de ETA sociológica. Hay ciudadanos en Euskadi, digámoslo claro porque sabemos que es así, que consideran que los asesinatos, secuestros, amenazas y extorsiones estuvieron bien porque servían a la causa de la liberación de la patria. De su causa. De su liberación. Y de su patria.

Son esas personas que atacan monolitos o tumbas. Esas que aprovechan las fiestas patronales para homenajear a terroristas como si fueran héroes. Esas que utilizan cualquier manifestación cultural inclusiva como la korrika o la fiesta de una ikastola para exhibir rostros de asesinos. Esas que pintan "goras" a la banda en la mitad de las cimas de los montes de Euskadi. Esas que no empatizan con las víctimas del terrorismo y buscan circunloquios estrafalarios para justificar los crímenes ("algo harían", "en las guerras hay víctimas", "también hubo tortura"). Esas que no faltan en las manifestaciones que piden los derechos de los verdugos -algo legítimo, por cierto- pero que nunca acudieron ni acuden ni acudirán a las protestas, por cierto cada vez más timoratas, que recuerdan a los damnificados. 

Esas con memoria selectiva que adjetivan con dureza para hablar del "terrorismo de Estado" (y dicen bien, porque el GAL y compañía fueron monstruosidades que hay que condenar sin ambages) pero que se recatan sobremanera al hablar de la "lucha armada" o "el conflicto" para no llamar terroristas a los militantes de ETA. Esas que celebran el "Gudari eguna" en público o en privado. Esas que denuncian el mal de autoría ajena pero que banalizan el que tiene sello propio. Esas que no condenan ni rechazan el terrorismo. O que lo hacen con la boca pequeña aferrados a subterfugios variopintos. 

Son esas personas que se carcajean a mandíbula batiente cuando oyen hablar de "suelo ético". Esas que sea en la intimidad de su casa o sea junto a la cuadrilla en la herriko taberna o la sociedad gastronómica esparcen groseros bulos sobre la historia de ETA. Esas que incurren día sí y día también en estafas intelectuales tan obvias como aberrantes.

Y sí, son esas personas que todavía hoy, cuando la mayoría de los reclusos etarras que quedan encarcelados acumulan múltiples delitos de sangre, hablan de "presos políticos" como si España fuera un paraíso del gulag y la persecución de ideas que, como malvado opresor, mantiene en la trena a unos pobres inocentes cuyo único pecado sería su defensa, equivocada en las formas pero loable en el fondo, de las esencias vascas.

Quienes forman parte de esta ETA sociológica se comportan así porque, al cabo, se sienten partícipes y herederos de una misma lucha política. Así de simple, así de crudo. Hablamos de una minoría de la sociedad vasca, por supuesto, y esperemos que sea decreciente, claro está, pero que permanece incólume en su defensa del terror, inmune en su estulticia moral, impune en su indignidad.

Cuando atacan el monolito de Buesa y Díez Elorza nos agreden a todos. Pero también nos golpean con igual saña cuando incurren en todas esas actitudes antedichas. Precisamente por ello es capital seguir ahondando en la deslegitimación del terrorismo con iniciativas como el seminario que la propia Fundación Buesa celebrará dentro de unos días en Vitoria, como las denuncias de los mentados desmanes que diariamente hace Covite o como el trabajo denodado del Centro Memorial de Víctimas. No por casualidad hay quienes por ignorancia o por militancia señalan a estos colectivos y esta institución como "fachas".

El régimen del terror se acabó, sí, pero queda mucho por hacer en este amnésico trozo de planeta. Contra el odio, educación. Contra el fanatismo, información. Contra la ETA sociológica, memoria. Por Buesa. Por Díez Elorza. Por todas las víctimas del terrorismo.