Barbarie y salud mental
Ha querido el destino, la fatalidad o la mala suerte que el Día Mundial de la Salud Mental haya coincidido esta semana con la emisión de terribles imágenes correspondientes a la brutalidad que se está viviendo en Israel y Palestina. No hemos olvidado otras imágenes de otros conflictos repartidos a lo largo y ancho del mundo pero cuando estas se mezclan con textos en los que se habla de bebés decapitados, familias ajusticiadas salvajemente, mujeres violadas, jóvenes queriendo celebrar la vida y muriendo sin anuncio previo, la cosa se complica.
El shock que nos están dejando esas muestras de dolor y drama humano ya está siendo analizado por quienes velan por nuestro equilibrio emocional, mejor dicho, nuestro maltrecho desequilibrio. Cierto es que quienes sufren verdaderamente son aquellos que están sobre el terreno, esos hombres y mujeres que no saben si llegarán a mañana, pero no es menos cierto que los impactos visuales que nos llegan en directo y de manera continuada tienen un perverso efecto sobre esa salud mental en quiebra que tenemos.
Los impactos visuales que nos llegan en directo y de manera continuada tienen un perverso efecto sobre esa salud mental en quiebra que tenemos
Intentar empatizar con esas personas que sufren es un loable intento porque puede ayudar a movilizarnos contra tamaña barbarie pero poco más podemos hacer desde aquí. Un conflicto enquistado desde hace tantos años y sobre el que la comunidad internacional no ha actuado con contundencia no lo podemos solucionar desde nuestras casas. Ayudar sí, empatizar también pero solucionar, no.
Los expertos en salud mental nos piden que nos protejamos de las imágenes violentas. Eso no significa que miremos hacia otro lado, por supuesto que no, pero hay experiencias interesantes que nos ayudan a explicar esta recomendación.
Los expertos en salud mental nos piden que nos protejamos de las imágenes violentas
Un equipo de investigadores del Monte Sinaí estudió el impacto de las imágenes violentas sobre nuestro cerebro. Contaron con 54 voluntarios divididos en dos grupos, el primero con rasgos de comportamiento agresivos y el segundo con personas sin esas tendencias. A ambos grupos se les sometió a la visión de imágenes como las que hoy se nos muestran en redes y televisiones. Quienes ya tenían actitudes violentas tuvieron una actividad cerebral inusualmente alta en las zonas cerebrales que se activan sin hacer nada concreto. Y quienes no tenían actitudes agresivas presentaron un aumento de la presión arterial y una inquietud no registrada anteriormente.
¿Quiere esto decir que los y las corresponsales en la zona de conflicto deben escondernos la realidad? Ni mucho menos. La crudeza de la situación no puede ni debe guardarse sino que debe mostrarse con los límites del respeto a la propia dignidad humana de las víctimas. Eso sí, somos quieres recibimos esos impactos continuos quienes debemos gestionarlos y dosificarlos para no salir dañados.
Son muchos los y las periodistas que aseguran no haber presenciado jamás nada parecido a lo visto estos días en Palestina e Israel. El mismo Iker Jiménez aseguraba en Twitter tener a todo su equipo destrozado por las imágenes y que su salud mental estaba en riesgo. Echemos una mano a esos equipos de profesionales que tratan de acercarnos desde el lugar de los hechos la información más fidedigna y cercana pero no les exijamos, ni como público ni como medio de comunicación, cada día un poco más. Protejamos a quienes cuentan y a nosotros mismos porque la ayuda que podamos prestar nos requerirá estar mentalmente fuertes.
Echemos una mano a esos equipos de profesionales que tratan de acercarnos desde el lugar de los hechos la información más fidedigna y cercana pero no les exijamos, ni como público ni como medio de comunicación, cada día un poco más
Desde la pandemia, la salud mental se ha puesto en primera línea pero los Servicios de Salud quieren y no pueden. No pueden porque los medios escasean, porque los expertos en salud mental no están en la sanidad pública y porque por mucho que hablemos del tema no pasamos de las palabras a los hechos.
Una pandemia, varias guerras, la crisis climática con sus catástrofes, la maltrecha situación económica de muchos provocada por la precariedad, la incertidumbre y las continuas notificaciones en nuestros móviles con imágenes aberrantes nos están pasando factura. Toca protegerse, sin mirar hacia otro lado pero preservando nuestro bienestar mental. Al mundo entero le va mucho en ello.