Catorce personas del Gobierno de España, incluido su presidente, repiten el Consejo del Ídem. Solo nueve son nuevas. Cuatro de Sumar, que sustituyen a las que salen de Podemos y cinco del PSOE, ninguna de los grandes ministerios.
Podríamos intuir que el presidente de Gobierno se siente cómodo con las personas y las dinámicas que le han acompañado en la anterior legislatura, y que las elecciones generales han sido poco más que una maniobra táctica en el devenir del ejecutivo con el fin de juntar filas después de la derrota de las municipales y autonómicas de mayo. Maniobra arriesgada pero obligada, en términos de hegemonía política.
Una maniobra que le ha salido mejor que bien. Algo que Pedro Sánchez se encarga de remarcar, frente a la opinión pública y frente a la ciudadanía, con un gobierno que emana continuidad. Estas son mis ministras y ya sabéis cuál es mi política.
Una maniobra táctica en el devenir del ejecutivo con el fin de juntar filas después de la derrota de las municipales y autonómicas de mayo
Hay, sin embargo, en los nombramientos anunciados, dos que han tenido que picar especialmente en el PP. Uno a Feijóo y el otro a la amante de la fruta.
Muchas personas no recordarán que durante la investidura de Pedro Sánchez, Feijóo auguró para Óscar Puente un futuro de juguete roto, tras haber sido utilizado por el candidato socialista para darle la réplica en su fallido intento de alcanzar la Presidencia de España. Epic fail. Que apenas unos días después de que el ganador de las elecciones, el que no quiso gobernar, haga tal vaticinio Óscar Puente sea ministro de Transportes no viene a reforzar su capacidad de análisis y visión política.
Durante la investidura de Pedro Sánchez, Feijóo auguró para Óscar Puente un futuro de juguete roto
Por otro lado, la promoción de la doctora Mónica García, a la magistratura de Sanidad no le habrá sido indiferente a la procaz presidenta de Madrid. Una de sus más porfiadas adversarias alcanza un sillón desde el que, con los datos que ya tiene y los que obtenga a partir de ahora, puede fiscalizar, de manera más íntima, ciertas prácticas del gobierno de Ayuso durante la pandemia. Veremos.
Mientras tanto el adversario, después de concentrar sus fuerzas el domingo en una demostración de poder con mucho de exhibición y nulo resultado práctico, debe decidir si comienza la retirada o mantiene a sus ejércitos en la calle.
Hombres y mujeres del Partido Popular, atónitos por la situación, no saben si seguir alimentando al monstruo de las banderas nazis, los 'noviembres nazionales', y la permanente incitación a la violencia que ya les mancha -recordemos que de sus filas ya han partido varias amenazas de muerte-, o iniciar un lento pero progresivo despegue del amigo de Tucker Carlson.
No saben si seguir alimentando al monstruo de las banderas nazis o iniciar un lento pero progresivo despegue del amigo de Tucker Carlson
Echo en falta que alguien del PP se levante en una junta nacional –sí, se llaman así- y grite a la audiencia “¡Es Vox, idiotas!. Es Vox lo que nos impide crecer hacia el centro y es Vox lo que no nos deja pactar con el resto de partidos del arco parlamentario, incluidos los de centro y derecha. Es Vox el que nos ha privado de los votos necesarios para obtener la mayoría absoluta”.
Y ahora que Milei inicia en Argentina el ¿tercer? experimento del neofascismo en América -después de Trump y Bolsonaro-, las urgencias del PP por alejarse de tan indeseables compañeros de viaje tienen que ser aún mayores, si quieren gobernar algún día España y ser tenidos en cuenta en la Europa que merece la pena.