¿Será Arnaldo Otegi el candidato de EH Bildu a la Lehendakaritza en las elecciones autonómicas del próximo año? Esa parece ser la cuestión que preocupa y ocupa a los periodistas vascos, en general, y a los de a órbita abertzale, en particular, en los últimos días. Cito al periodismo porque creo, aunque tal vez me equivoque, que al conjunto de la ciudadanía vasca no le importa tanto esta cuestión.
Aburre bastante que cada entrevista y/o aparición pública de Otegi se envuelva en esta pregunta que podría haber sido aclarada con mucha antelación pero corre el riesgo de eternizarse. El propio interesado juega al despiste desde hace meses. Este lunes, otra muestra (y ya van unas cuantas): "Ya lo he decidido, pero no lo digo. Lo seré si tengo que serlo".
Otegi siempre se ha movido en la ambigüedad como pez en el agua. Históricamente sus discursos resultan alambicados, con ese aire de teólogo de la liberación que acaba de leerse las obras completas de Lenin, queriendo decir sin decir del todo, revistiendo de supuesta claridad lo que no son más que subterfugios o trampas que buscan eludirla.
Esa ambigüedad vuelve a percibirse estos días, cuando habla de "factores familiares" que influyen en su "reflexión", de forma que parece sugerir un paso atrás, pero a renglón seguido afirma que "no puedo pedir responsabilidad a nadie sin asumir las mías", de manera que parece indicar lo contrario. O sea, deshoja la margarita sin freno.
Claro que, por ser justos, lo mismo sobre este juego al despiste podría decirse del propio lehendakari, Iñigo Urkullu, que se resiste a confirmar o desmentir que vaya a optar a un cuarto mandato aunque, eso sí, por seguir con la justica, el lehendakari nunca haya sido tan ambiguo como su fiel opositor.
La cosa es que para las elecciones autonómicas faltan no más de siete meses -sólo cuatro y medio, si se adelantan a marzo, como parece-, y no sabemos quiénes encabezarán las listas de los dos partidos hegemónicos en Euskadi. Más que inédito, que tal vez lo sea, parece un tanto insultante para los votantes. ¿No creen?
Llegados a este punto toca, por tanto, hacer una petición, casi un ruego, para que los que sí estamos pendientes de la cuestión -cosas del oficio- salgamos de dudas: Iñigo y Arnaldo, aclárense de una vez. Cuéntennos sus planes. Sobreviviremos, decidan lo que decidan.