“Va a tocar hablar mucho, dialogar mucho… hilar fino, ser prudentes, ser ambiciosos y construir grandes acuerdos entre diferentes que hagan a este país mejor, hacer mejor la vida de la gente y que hagan a este país más libre.” Son palabras de Arnaldo Otegi en el momento de hacer pública su decisión de no ser el cabeza de cartel y candidato a lehendakari de Bildu. Una reproducción bastante fiel del discurso que habitualmente muestra públicamente la coalición: ni mención de sus cuentas pendientes con su propio pasado. En su página web tienen un típico quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos donde respecto de lo segundo no aparece mención al lugar de la historia reciente del que realmente vienen. Dice únicamente que EH Bildu “es un sujeto político que reúne la forma de coalición, la estructura de partido y la naturaleza de un movimiento”. Esto es cierto, aunque no explica en absoluto de dónde vienen. La cuestión es, creo, por qué lo ocultan cuando se niegan a cortar las amarras que les unen precisamente a ese pasado.
La “naturaleza de un movimiento” siempre le fue mucho a la casa matriz de la que procede Bildu, sobre todo la de Movimiento Nacional. En este sentido, Bildu hereda al completo el catón: Euskal Herria es una nación (solo una) y a su consagración como Estado debe dirigirse toda la acción política, según el primer punto de los fundamentos ideológicos de su Ponencia organizativo-estatutaria. Por si hubiera duda del alcance que le dan al movimiento nacional, ahí está la propuesta de una única “lengua nacional” y la “cooficialidad” (¡gracias!) del español (del francés en los territorios irredentos de Francia). En efecto, el euskera, lejos de verse como instrumento de comunicación, se entiende como “uno de sus principales componentes identitarios” y, por tanto, como un imperativo inexcusable para toda la nación a través de un proceso de “euskaldunización”, palabra que ya en sí te hace temblar.
El euskera, lejos de verse como instrumento de comunicación, se entiende como “uno de sus principales componentes identitarios” y, por tanto, como un imperativo inexcusable
La “forma de coalición” es, justamente, la que mejor permite disfrazar la herencia de Herri Batasuna. Formalmente lo es, de los partidos Alternatiba Eraikitzen, Eusko Alkartasuna y Sortu, pero es este último partido el que aporta realmente dirigencia y estructura a la coalición, empezando por el propio Otegi. No en vano, la declaración hecha por este dirigente fue doble: no será candidato a lehendakari, pero sí a continuar al frente de la coalición. Con él (y unas cuantas personas más que copan los puestos dirigentes de Bildu) el mayorazgo de Herri Batasuna está seguro.
Para ello es esencial mantener “la estructura de partido”, es decir, una cadena de mando que culmina en el grupo dirigente que aportó Herri Batasuna. Esto explica cómo Bildu puede mantener al mismo tiempo una cara moderna, muy al día respecto de las demandas políticas de la izquierda como el feminismo o el ecologismo, y otra rancia de puro nacionalista, reaccionaria y que recuerda mucho a la HB de los ochenta y noventa del siglo pasado. Para lo primero es Bildu, para lo segundo es Sortu. Respecto de la nación, la lengua nacional y el espíritu nacional pueden sonar como Vox con otra letra y respecto del progreso social, la política de vivienda o las pensiones pueden comerle la tostada a Podemos (que, por otra parte, estaba más bien despistado).
Respecto de la nación, la lengua nacional y el espíritu nacional pueden sonar como Vox con otra letra y respecto del progreso social, la política de vivienda o las pensiones pueden comerle la tostada a Podemos
Pero ese espíritu de la contradicción que anida en Bildu constituye precisamente su mayor debilidad, que se hace visible en aquellos asuntos en los que esas almas se contradicen, como en la política migratoria: inmigrantes sí, por supuesto renta de garantía, muy solidarios con ellos… siempre y cuando no vengan a diluir las esencias nacionales, como la lengua identitaria. Y entonces empiezan a sonar a Vox.
El problema que Bildu trata de meter debajo de la alfombra no es, sin embargo, esa pluma de nacionalismo sacrosanto, que otros partidos también exhiben a todo color; lo que esconden deliberadamente es su pasado vinculado al terrorismo ultranacionalista. Un pasado más que sucio que, sin embargo, forma parte de ese mayorazgo proveniente de Herri Batasuna y que Sortu se empeña en mantener vinculado. Algo tan revolucionario como una buena desamortización, a día de hoy, Sortu sigue considerándolo un pecado fundamental que desde luego los guardianes de su ortodoxia, como Otegi, no van a cometer. Seguir abrazados al pasado terrorista de HB, sin embargo, puede costarles un PP: ganar las elecciones y no poder pactar por intransigentes.