Madrid, 28 diciembre 2026.- Las recientes elecciones generales —adelantadas casi un año por el presidente del Gobierno— han resultado una sorpresa para casi todos los partidos concurrentes, pero especialmente para Podemos, que se presentaba en solitario, descartando cualquier coalición previa por considerar todas las posibles una renuncia, un cruce de líneas rojas o una traición. El resultado electoral de los morados no ha podido ser más inaudito al haber obtenido medio diputado, algo insólito no ya en la historia electoral española, sino en la historia electoral sin más.

Según fuentes cercanas al cada vez más restringido comité central de Galapagar, el resultado ha sorprendido también allí. Nunca los conocidos como “cuarteto del chalé” imaginaron que podrían obtener representación parlamentaria y, de hecho, estaban ya preparando un llamamiento a una huelga general revolucionaria como instrumento idóneo para “no perder la necesaria visibilidad del proyecto transformador, feminista y ecologista de la única izquierda que queda en Europa”. Tras conocerse el escrutinio ya casi definitivo de estas elecciones, el mencionado cuarteto —el matrimonio dueño de la sede y del grupo mediático de apoyo, la secretaria general y la futura candidata a las elecciones a la presidencia de la república, cuando se produzcan, si es que se producen algún día— ha decidido constituirse en comité de crisis. De hecho, parece ser que se han constituido dos comités, uno político y otro técnico a instancias del fundador de la formación.

El comité político, formado por Irene Montero y Pablo Iglesias, será el encargado de definir la estrategia a seguir. En Galapagar se muestran convencidos de la importancia “transforadora” que tendrá ese medio diputado, aunque lo cierto es que la mayoría que liderará el futuro gobierno está ya holgadamente conformada, es decir, que es completamente irrelevante. El comité técnico debe decidir qué mitad será la que represente a Podemos en el parlamento, un asunto que puede terminar por escindir de nuevo a la formación. De hecho, tanto Ione Belarra como Lilith Verstrynge han posado sonrientes, puño en alto y con la mitad inferior de sus cuerpos totalmente tapada, en clara alusión a su pretensión de ser alguna de sus mitades la que acuda al Congreso de los Diputados. En cada uno de sus cinco programas televisivos matinales, Pablo Iglesias, sin embargo, ha repetido que lo importante no son las mitades —“esto no va de personalismos”, afirmó de nuevo— sino las ideas y que nadie como Irene Montero puede representar ese espíritu combativo que ponga contra las cuerdas al futuro gobierno que, sea el que sea, será sin duda complaciente con el machismo judicial, con la avaricia empresarial y, además, pro-israelita.

Los morados, como es sabido, solamente presentaron candidatura por Madrid, pues en el resto de España ya no les fue posible. La mayoría de los “inscritos” habían desaparecido, muchos de ellos sin tomarse la molestia de desinscribirse, haciendo imposible la conformación de candidaturas. Recordarán el caso de Podemos del País Vasco, especialmente rocambolesco porque fue el líder mediático de la formación quien promovió una escisión para intentar reflotar Herri Batasuna con un “hombre de paz” al frente de la candidatura. La negativa de los bildutarras no fue muy bien aceptada por Iglesias, quien les acusó de leninistas.

La reacción de las demás fuerzas políticas ante el insólito hecho ha sido breve, como requiere el resultado electoral de Podemos. Unos han declarado que “ji, ji” y otros que “ja, ja”, pero en general han añadido alguna frase de pésame. Hay coincidencia en creer que ese medio diputado de los morados será el punto final a una historia que comenzó en aquel ya lejano mayo de 2011, cuando no se trataba de asaltar los cielos sino de algo mucho más simple y factible: ser coherentes con el momento histórico.