La extraña compra de Progenika por parte de Grifols
Las acusaciones de manipulación contable que un fondo ha lanzado contra Grifols ponen en tela de juicio dos adquisiciones que esta firma catalana hizo en Euskadi, Progenika y Kiro Robotics. Son dos operaciones difíciles de entender desde el primer momento tanto por su actividad, alejada de la producción de hemoderivados, como por su cuantía. Sin ir más lejos, Progenika había perdido la friolera de 15 millones de euros cuando la adquirió Grifols en 2013.
¿Qué llevó entonces a la firma catalana a hacerse con la joya herida de la biotecnología vasca? Parece que hubo una mezcla de intereses políticos y contables. Progenika, que integraba a otras firmas menores como Brainco o Proteomika, se arrastraba a duras penas a base de inyecciones públicas de dinero y favores diversos. Pero no conseguía que sus productos de detección de enfermedades salieran del laboratorio para llegar al mercado. Sin ir más lejos, en 2012 vendió casi por el mismo importe que lo que perdió y eso que parte de sus ingresos derivaron de un contrato con Grifols.
El proyecto había recibido todos los parabienes públicos posibles. Gestado por tres investigadores que se conocieron en un máster de biotecnología, el gallego Laureano Simón y el matrimonio murciano conformado por Antonio Martínez y Corina Junquera, se instalaron en Bilbao por decisión del primero, que se había casado con una vasca. Cuando llegó a Euskadi tras años de investigación en EE.UU., las instituciones le pusieron una alfombra roja. Los estrategas de turno habían concebido que la reindustrialización del País Vasco debía venir de la mano de la biotecnología, así que Diputación de Bizkaia y Gobierno no ahorraron medios para que Simón se sintiera en su casa.
También aparecieron varios accionistas estratégicos dentro de los 180 socios que se llegó a asegurar que tenía la compañía en su momento. Entre ellos, varias familias de Neguri y otras del PNV, lideradas éstas últimas por los Retolaza
Al margen de edificios, un clásico, le concedieron todo tipo de ayudas públicas y la entrada de capital directo. Progenika figuró durante muchos años entre las empresas vascas que más subvenciones a la I+D recibían. En su capital entraron, a través de fondos, la Diputación de Bizkaia (Seed Capital Bizkaia), el Gobierno vasco (Ekarpen) y los pensionistas y funcionarios vascos (Orza). También aparecieron varios accionistas estratégicos dentro de los 180 socios que se llegó a asegurar que tenía la compañía en su momento. Entre ellos, varias familias de Neguri y otras del PNV, lideradas éstas últimas por los Retolaza.
Expectación (y contactos) no les faltaron por tanto a los tres fundadores. El problema es que el proyecto no terminaba de arrancar, pese a las decenas de patentes que llegó a registrar. Había preocupación en el Gobierno vasco, que había vendido a Progenika como la joya de la biotecnología de Euskadi, una estrategia que se estaba derrumbando por todos los lados. Así que encontrar un comprador que mantuviera el negocio en Bizkaia se convirtió en la única salida
posible.
El Gobierno vasco llegó incluso a hacer una trampa que ha repetido en otros casos: contratar a la empresa en cuestión. A raíz del 'caso Margüello', en el que se juzgó al ex director de Calidad del Hospital de Cruces Juan Carlos Margüello, se supo que Osakidetza había hecho a Progenika encargos por importe de más de 700.000 euros. Por si fuera poco, el propio Margüello era consejero de la firma biotecnológica.
Laureano Simón siempre lo había tenido muy claro. Y así lo expresó en una conferencia que impartió en un foro de directivos en Bilbao: "No me subvenciones, es mejor que me compres". Tal es la capacidad económica de las instituciones públicas, que él echaba de menos que no hiciera más adquisiciones a startups como la suya, una demanda que comparte en cualquier caso con muchos emprendedores.
Grifols, como ha denunciado el fondo Gotham, realiza muchas compras y préstamos entre empresas del grupo y de la familia fundadora que terminan haciendo muy opaca su actividad real. Sin ir más lejos, parte de las acciones con las que pagó a los dueños de Progenika fueron prestadas por una "sociedad vinculada"
Pero Grifols no es una empresa de nueva creación, lo que no impide que el Gobierno Vasco le haga pedidos por importe de varios millones de euros, lo que podría ser otra clave de la operación Progenika. Sin ir más lejos, en pleno confinamiento, la consejera Arantxa Tapia acordó con la compañía catalana la compra de tests de coronavirus, un producto que no constaba que tuviera en ese momento.
La tercera explicación es la meramente contable. Grifols pagó una cantidad incomprensible, 63,7 millones de euros por el 90% de una compañía que perdía dinero a espuertas. Los activos se valoraron en 23,2 millones de euros y el resto es lo que se denomina fondo de comercio, que muchas veces es humo. Una de las claves es que las pérdidas acumuladas hasta entonces habían generado un crédito fiscal con la Hacienda de Bizkaia por importe de más de 5 millones de euros. Desde entonces Progenika siempre ha ganado dinero, así que lo ha ido recuperando.
Las operaciones extrañas no terminan en el momento de la compra. Grifols, como ha denunciado el fondo Gotham, realiza muchas compras y préstamos entre empresas del grupo y de la familia fundadora que terminan haciendo muy opaca su actividad real. Sin ir más lejos, parte de las acciones con las que pagó a los dueños de Progenika fueron prestadas por una "sociedad vinculada". Más adelante, en 2016 trapasó la filial vasca a una de nueva creación, GDS, centrada en el diagnóstico. Aún hay más: en 2019 Grifols condonó a Progenika dos préstamos por importe de 12,5 millones de euros. ¿Por qué le hizo ese regalo?