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Esteban, Otegi y la vieja política
Esteban, Otegi y la vieja política
El PNV y EH Bildu tienen formas de funcionar o de presentarse ante la sociedad bastante antiguas
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Hace un mes hablábamos aquí de Ortuzar, Otegi y las renovaciones pendientes. Ahora, pasadas la renovación al frente del PNV y la no renovación al frente de EH Bildu, toca volver sobre estas cuestiones.
Sobre el relevo en la presidencia del PNV, con Aitor Esteban como sustituto inesperado de Andoni Ortuzar, ya aportamos unas cuantas claves de lo que ha sucedido y sobre por qué ha sucedido así. Pero en todo caso hay que añadir que hemos visto algo de vieja política. Porque se ha justificado el cambio porque era mejor que no hubiera enfrentamiento, por "el riesgo de choque" y la "posible ruptura"...
Suena bastante exagerado. ¿Qué tiene de malo que dos políticos compitan limpiamente por dirigir un partido? ¿Tan problemático era que se celebrase una segunda vuelta normal con dos candidaturas? Esto entronca, además, con ese proceso tan opaco que celebra el PNV, sin aportar resultados de los batzokis, aunque luego se hayan filtrado...
Esa opacidad en el proceso y ese miedo a un enfrentamiento huele a antiguo. Y además, ya hemos contado aquí que se trataba más de una pelea de caras para ver quién se quedaba con el poder y no había una lucha de proyectos. Esa sensación puede restarle al PNV que, como todo el mundo sabe, lleva un tiempo de capa caída aunque resistiera en las elecciones autonómicas.
Claro que en política todo depende de con quién te enfrentas. Al PNV le disputa la hegemonía EH Bildu, que tampoco está para tirar cohetes en cuanto a cuestiones antiguas. Porque continúa al frente Arnaldo Otegi, con el 95% de los votos, mediante un proceso casi a la búlgara, sin una democracia interna real porque no ha habido competencia parar liderar Bildu.
No es fácil criticar al PNV por ser antiguo o por falta de relevo generacional cuando en Bildu están muy lejos de cualquier renovación. Sigue Otegi, que lleva tres décadas al frente de la izquierda abertzale, primero en Batasuna y sus diferentes marcas electorales y luego al frente de Bildu.
Mantener durante tantos años al mismo líder carismático no parece lo más moderno ni lo más democrático.
La pregunta que hay que hacerse, llegados a este punto, es por qué a Bildu se le perdona todo. Seguramente ocurre porque es el líder de la oposición y la alternativa al PNV, de forma que a la gente no le preocupa o no le apetece recriminarle tantas cosas como al que gobierna
La pregunta que hay que hacerse, llegados a este punto, es por qué a Bildu se le perdona todo. Seguramente ocurre porque es el líder de la oposición y la alternativa al PNV, de forma que a la gente no le preocupa o no le apetece recriminarle tantas cosas como al que gobierna. Pero, en todo caso, parece que se le perdona todo.
No hablemos ya de la amnesia colectiva de la sociedad acerca de que nunca haya condenado el terrorismo de ETA o que entre sus dirigentes haya personas precisamente condenadas por ejercer el terrorismo...
Si hablamos de la renovación, es que no existe porque, como decimos, manda el mismo y, por si eso fuera poco, está claro que Sortu, el partido heredero de Batasuna, ha fagocitado o devorado a sus socios de EA, Aralar y Alternatiba. Hay un control férreo y casi absoluto por parte de la izquierda abertzale tradicional.
Así las cosas, los dos principales partidos de Euskadi, PNV y Bildu, tienen formas de funcionar o de presentarse ante la sociedad bastante antiguas. Más allá de los rostros, ambos deberían repensar cómo presentarse ante los ciudadanos. No deben olvidarse que cuatro de cada diez vascos no van a votar en las elecciones. Y tampoco de que muchos jóvenes no conectan con la política.