Durante la última semana los agricultores han ocupado más espacio en los diferentes medios informativos que todo el resto del año. La protesta que iniciaron los campesinos franceses ha desencadenado una ola de manifestaciones en Europa que ha llegado a España y a todos los rincones de Euskadi. Mucho se ha escrito y mucho más se va a escribir sobre este conflicto que amenaza con prolongarse en el tiempo, pero me van a permitir que yo me centre en un aspecto clave que no hay que perder de vista: la necesaria transición ecológica de la agricultura mundial.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras y una de las fotos que más me han impresionado de las diferentes concentraciones ha sido la de un tractor con el logo de la Agenda 2030 y una “amable” indicación a que las instituciones se la metieran por el culo. Esta imagen y este lema ponen de manifiesto el enorme abismo que hay entre la estrategia internacional y multilateral para combatir el principal problema del planeta, el cambio global, y, en este caso, la vida cotidiana de miles de agricultores que acaban identificando estas políticas como uno de los principales problemas para su supervivencia, cuando es absolutamente todo lo contrario.
Ni que decir tiene que en esta percepción hay muchos intereses creados de partidos políticos y organizaciones negacionistas del calentamiento global, que es necesario desenmascarar para no convertir este conflicto en una lucha del campo contra la necesaria y urgente transición ecológica que necesita, la misma que requieren otros sectores como la industria, los servicios o la propia ciudadanía. Si alguien cree que la solución a los problemas de los agricultores pasa, por ejemplo, por permitir el uso de pesticidas o seguir promoviendo cultivos que necesitan mucha agua en lugares con déficit hídrico está muy equivocado.
Si alguien cree que la solución a los problemas de los agricultores pasa por permitir el uso de pesticidas o seguir promoviendo cultivos que necesitan mucha agua en lugares con déficit hídrico está muy equivocado
Vaya por delante que la gran mayoría de las reivindicaciones de los agricultores me parecen lógicas y muy justas, llevan demasiado tiempo sufriendo una competencia desleal de otros productos que no tienen que cumplir los requisitos marcados por la UE y la ineficiencia de una cadena alimentaria que tira por los suelos los precios en origen para multiplicarlos por cifras absolutamente escandalosas en los puntos de venta.
Sin embargo, la solución a estos y otros problemas no puede ser la de volver a un modelo de producción insostenible que no tenga en cuenta la necesaria adaptación a un cambio climático que ya está transformando por completo el mapa actual de las producciones agrícolas con temas tan graves como la sequía prolongada. Creo que es momento de ser valientes e impulsar un cambio de modelo, pero un cambio equitativo y justo, en el que todos jueguen con las mismas reglas. La transición ecológica debe ser justa y, por lo tanto, debe hacerse escuchando a los agricultores y realizando una construcción compartida de la misma, con objetivos claros y horizontes intermedios para no dejar a nadie atrás.
La solución a estos y otros problemas no puede ser la de volver a un modelo de producción insostenible
Si algo se le puede criticar a Europa es la falta de empatía y cercanía con el sector agrícola. Durante muchos años, la supra regulación y burocratización de la agricultura ha asfixiado a los pequeños agricultores con un papeleo absurdo y absolutamente incomprensible. Un cambio de modelo tan importante debe hacerse de otra manera y quizás esta crisis sirva para que los burócratas de Bruselas se replanteen la forma en la que aplican sus programas. El sector agrícola debe ser primordial en todo el continente, no podemos seguir impulsando un sistema altamente importador de productos de países que no cumplen los mínimos requisitos de una agricultura sostenible y justa.
Más allá de posibles opiniones o apreciaciones están los datos científicos, la ciencia, eso que gusta tan poco a los negacionistas que han estado detrás de algunas de las concentraciones de la última semana. Recientemente, el Postdam Institue for Climate Impact Research, uno de los organismos más prestigiosos del mundo en la materia, ha publicado un artículo sobre el beneficio que supondría la transformación del actual sistema alimentario a uno más sostenible con ventajas socioeconómicas valoradas en entre 5 y 10 trillones de dólares al año.
Beneficios que se reflejarían, por ejemplo, en una mejora significativa de la salud mundial por la mejora en la dieta, con la consiguiente reducción del gasto sanitario. Además, este cambio permitiría detener la pérdida de biodiversidad internacional e incluso lograr el objetivo de que la tierra no aumente su temperatura por encima de los 1,5 grados. El instituto alemán sitúa el coste para realizar esta transición ecológica del sector primario entre un 4 y un 8% del PIB mundial.
Las crisis son siempre momentos de oportunidad, aprovechemos esta para buscar soluciones a largo plazo, sin pensar en réditos o costes electorales, y dotemos al campo de un futuro necesario que, en mi opinión, pasa por hacer de una vez una transición ecológica justa y equitativa de manera compartida con los profesionales que día a día se dejan la piel en esos tractores que inundan estos días las carreteras europeas. No dejemos que los de siempre cojan la bandera de su descontento para volver a modelos de producción pasados que sólo generan más pobreza y que se cargan la poca biodiversidad que todavía queda en Europa. Otra agricultura es posible y, además, necesaria para alcanzar esa Agenda 2030 que nos incumbe a todos y que no va contra nadie, más bien al contrario, es una hoja de ruta para garantizar un mañana más sostenible a las generaciones venideras.