Euskadi is different. Pero Álava se lleva la palma. Estoy pensando en los resultados electorales del pasado domingo. Aquí EH Bildu también cabalga gracias al voto joven y el descalabro de la izquierda confederal, pero el PNV va a tener que apretar mucho los muslos para no caer de la silla. Además, el PP ha comenzado a remontar y le sopla la nuca a un PSE de bajoncillo. La ultraderecha, vaya por VOX, mantiene jinete. Y hasta Sumar entró en la carrera. Eso sí, con un señor del vetusto partido comunista. Las caras, Juan, las caras.
Supongo que haber sido cruce de caminos desde tiempos inmemoriables explica semejante ensalada mézclum. La idiosincrasia alavesa es así y hay quienes la reivindican con orgullo porque, como dice el refrán, en la variedad está el gusto. Está el gusto y el reto, porque ocupar escaño con la responsabilidad de velar por el interés general en una sociedad tan llena de contrastes tiene su aquél.
La política vasca se cocina desde, por y para Bizkaia, con mucho pilpil y poca patata
Cierto es que, en el conjunto de Euskadi, la diversidad de nuestra discretísima provincia nunca ha terminado de condicionar la configuración de gobiernos. Entre otras cosas, porque la política vasca se cocina desde, por y para Bizkaia, con mucho pilpil y poca patata. Pero más pronto que tarde llegarán las elecciones alavesas y vitorianas. Ojo entonces con lo que puedan cantar las urnas.
Probablemente casi todos los partidos que han logrado representación en el Parlamento por Álava entren en las nuevas pugnas. A saber, ahora bien, con qué resultados. En este txokito de Euskadi, según el ámbito o la época de la cita electoral, las posiciones pueden moverse más que el precio del aceite. No es que la noche nos confunda. Lo que pasa es que cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. Además, hay un porrón de gente desafecta que, asumiendo la obligación moral de acudir a las urnas, varía papeleta según yo qué sé: el carisma del candidato, si se le prometió un tranvía en la puerta de casa o por miedo a que tome fuerza tal sigla.
La teoría dice que la democracia pasa por representar a todo el mundo. En la práctica, a muchos se les hace bola
En Vitoria lo mismo ha gobernado un señor del PP capaz de poner la ciudad “por encima de todo” hasta que Madrid le guiñó el ojo (muy) derecho, que un jeltzale con poco magnetismo o una socialista a la que la makila aún le queda pelín grande. Prueba y error.
Este suspense, fruto del pluralismo alavés, hace especialmente épicas las victorias. Pero también las reviste de un plus de responsabilidad. Si ya es importante, o debiera de serlo, tratar de acordar entre diferentes, con un electorado tan dispar y voluble todavía más. La teoría dice que la democracia pasa por representar a todo el mundo. En la práctica, a muchos se les hace bola.
Necesitamos y merecemos representantes públicos capaces de entender semejante diversidad social. Que estén listos para lo que sea que venga, respetar y responder con altura de miras.
Evidentemente cada partido tiene su ideología, esa ideología dibuja una estrategia concreta y en ocasiones hay líneas rojas insuperables. Pero, que no nos engañen, más veces de las deseables los pactos no se dan por puro cálculo político. Y ahí, cuando se anteponen los intereses propios, pierde hasta el apuntador.
La experiencia cuenta que el gobierno de turno no se suele tomar la molestia de valorar las propuestas de partidos a los que no necesite para sacar adelante un presupuesto. Tampoco es que demasiados grupos de la oposición hagan esfuerzos genuinos por arrimar el hombro. Como mucho y porque no queda otra, dos fuerzas (ya sabemos cuáles) van renovando compromiso para dirigir el cotarro. Las mismas que durante campaña se ponen verdes. Y a vivir, que son cuatro añitos más.
Encontrar soluciones equilibradas que beneficien a un espectro más amplio de la sociedad y mandar a los abascales a donde Cristo perdió las chanclas
Es una pena porque la mejor manera de favorecer la legitimidad de las políticas públicas y recuperar la confianza perdida en las instituciones pasaría por intentar, al menos intentar, dejarse hasta el pelo del sobaco en la gatera. Desde la suma de perspectivas diferentes aumentan las probabilidades de poner en el centro de la agenda el bien común, encontrar soluciones equilibradas que beneficien a un espectro más amplio de la sociedad y mandar a los abascales a donde Cristo perdió las chanclas.
Cada cual piensa que su mirada es la mejor, que ostenta la verdad verdadera. Aquí la mendas, desafecta confesa, suele distinguir entre mediocres, malos, peores y despreciables, con un reparto clarísimo de siglas por categorías. Es mi opinión, no la de toda mi gente. Y la quiero igual.
Que quede claro: al final tú, yo y el que escupe por la calle formamos parte del mismo puzzle. Hay que procurar que la mayoría de piezas encaje, aunque el resultado quede regular. Y este compromiso compete a toda la gente. La de arriba, la de abajo, la de en medio y, cómo no, el cuarto poder. A los medios de comunicación les, nos, encanta condimentar la ensalada del conflicto. “Renta” más vender titulares insidiosos que resaltar los pequeños destellos de concordia. Y los partidos se suelen prestar al juego.
Total, que Álava is different. Quienes enfilan la carrera hacia el poder pueden ver en la diversidad obstáculos
Ha habido algún que otro Pleno con bastante buen rollo y rara vez os enteraréis porque pocos periodistas lo van a contar. Pero esto, mejor amplío otro día.
Total, que Álava is different. Quienes enfilan la carrera hacia el poder pueden ver en la diversidad obstáculos. O un defecto de fábrica, si categorizan la identidad vasca como tal o cual cosa uniforme. Yo prefiero considerarla una oportunidad para alimentar el diálogo, buscar soluciones compartidas a problemas comunes y ensayar la empatía.
No sé, tal vez la mía sea una apuesta a caballo perdedor.