Vivienda y turismo: un dilema de difícil solución
Como champiñones, así han ido creciendo las viviendas turísticas en ciudades y pueblos en los últimos años. El fenómeno, fomentado a través de diferentes plataformas, parece que ha venido para quedarse y requiere cada vez con más urgencia de una reglamentación y un control exhaustivo, para que no proliferen por encima de nuestras posibilidades, algo que, sin ningún lugar a dudas, es un auténtico problema ya, en ciudades como Barcelona, las islas Baleares o San Sebastián.
Un informe dado a conocer por EITB Data hace tan solo unos días, da buena cuenta de la situación de las VT (Viviendas Turísticas) en Euskadi, y ratifica lo que podíamos intuir. Las capitales vascas, prioritariamente San Sebastián y Bilbao, menos en Vitoria, son las que concentran el mayor número de estos alojamientos, que también se multiplican de forma exponencial a lo largo de la costa. En total en Euskadi tenemos 5.121 VT, porcentualmente, menos que en otras comunidades, pero que siguen creciendo.
En paralelo a este uso de la vivienda y a la comercialización de las mismas para uso turístico, se da, como no puede ser de otro modo, una escasez cada vez más acuciante de viviendas en alquiler que son pocas y cada vez más caras. Con todo esto hay quien ya piensa que nos están dejando fuera a los autóctonos, para que quepan los turistas.
El problema es que la vivienda que es un derecho universal al que no pueden acceder muchos, mientras vemos que las que hay, se dedican al uso más lucrativo posible, para aquellos que las poseen
El problema, porque sin duda es un problema, es que la vivienda que es un derecho universal al que no pueden acceder muchos, mientras vemos que las que hay, se dedican al uso más lucrativo posible, para aquellos que las poseen. Y eso es perfectamente entendible. Que quien dispone de una vivienda quiera obtener de ella beneficios es lógico, y la realidad es que convertirla en vivienda turística tiene múltiples ventajas. Se gana más dinero y no se tiene la obligación de vincularse por contrato con un inquilino por un precio más bajo, durante la friolera de 5 años. Así que lejos de ir resolviendo el eterno problema de la vivienda, lo agrandamos cada vez un poco más.
Por otro lado, las VT acarrean algunos problemas que afectan a la convivencia vecinal por lo que pocos son los vecinos que quieren que en sus edificios se destinen viviendas a este uso.
Así que nos encontramos con un escenario endemoniado. Por un lado la escasez de vivienda para aquellos que la necesitan para vivir de forma habitual, con precios desorbitados a los que contribuye la escasez de oferta, y por otro, las VT cada vez más numerosas y que sirven para aumentar el número de turistas hasta en algunos casos, limites poco manejables, y claramente preocupantes.
Lo conocen perfectamente los estudiantes y las familias que pagan cantidades absolutamente desmedidas, por espacios que a veces ni siquiera reúnen las mínimas condiciones
Tenemos la costumbre de regular cuando ya aparecen los problemas y no antes, cuando se puede analizar con calma y sin tener que sacar el extintor para apagar el fuego. No tener previsión complica las cosas y ya se han complicado.
Lo saben bien todos aquellos que buscan alquilar vivienda en prácticamente cualquier ciudad. Lo conocen perfectamente los estudiantes y las familias que pagan cantidades absolutamente desmedidas, por espacios que a veces ni siquiera reúnen las mínimas condiciones.
Buscar casa tanto para comprar como para alquilar, se ha convertido en un ejercicio angustioso y muy, muy caro, por lo que resulta prohibitivo para una buena parte de la sociedad, que ve como la vivienda es hoy por hoy, un elemento claro de exclusión social.
Tal vez la solución pase por entre otras cosas, por generar vivienda pública accesible en precio, para que a la misma puedan optar quienes menos recursos tienen y más lo necesitan
No es fácil aportar soluciones y las leyes de vivienda no parecen ir encaminadas a resolver el problema de un modelo caduco y falto de imaginación. Si todo pasa por topar precios en zonas tensionadas y por intervenir el mercado, no parece que eso facilite la puesta en circulación de esas viviendas vacías de las que siempre se habla. Los propietarios preferirán no alquilarlas o ponerlas a producir como VT. Y no nos engañemos, cuando hablamos de grandes tenedores de vivienda, estamos hablando de un porcentaje mínimo, tanto de propietarios como de viviendas. La mayor parte de la segunda vivienda se encuentra en manos de personas que tienen una o dos casas y que valoran mucho el riesgo de meter en su domicilio a inquilinos para cinco años, y prefieren usos más rentables y menos comprometidos.
La realidad es tozuda. Si antes el tema ya era complicado ahora lo es más. Cuanto más se demoren las soluciones y el control de los nuevos fenómenos en materia de vivienda, mayor será el desaguisado. Tal vez la solución pase por entre otras cosas, por generar vivienda pública accesible en precio, para que a la misma puedan optar quienes menos recursos tienen y más lo necesitan. El resto son parches que ayudan, pero no resuelven.